La lengua es uno de los órganos esenciales para la digestión y la comunicación, debido a que cumple un rol importante a la hora de masticar, deglutir, percibir sabores, limpiar la boca y lubricar la zona bucal.
Con respecto a la salud bucal, la atención se la lleva el cuidado de los dientes, como lo es impedir la aparición de caries y gozar de una sonrisa blanca. Sin embargo, se le proporciona menos importancia a la lengua, la cual es igual o más relevante que la propia dentadura.
Los expertos de Medline Plus señalan que la lengua está compuesta principalmente por músculos cubiertos por una membrana mucosa. Frente a su estructura, cuenta con nódulos de tejido (papilas) que cubren la superficie de la lengua. Estas partes se encargan de proveer la sensación del gusto, mover el alimento y hablar con fluidez.
La capa superior de este músculo es la zona donde las papilas gustativas distinguen la variedad de sabores. Por otro lado, la inferior cuenta con la presencia del frenillo lingual, el cual se encarga de controlar los movimientos linguales, orificios de las glándulas salivales submandibulares y sublinguales.
¿Para qué sirven esas glándulas? Al estar ubicados en la parte interna, cumplen la función de filtrar las bacterias provenientes de los alimentos, para que las que son negativas no ingresen completamente al organismo.
La lengua es una parte esencial del cuerpo humano, pues permite hablar y captar el sabor de los alimentos, entre otras funciones. En ese orden de ideas, es un músculo con alto grado de sensibilidad, lo cual genera que a la mínima infección o lesión, la afección será notable. Además, es sensible ante estímulos táctiles, frío, calor o movimientos bruscos.
Con respecto a sus funciones, los expertos de la clínica dental Ferrus & Bratos, señalan que la lengua se encarga de digerir la comida dentro de la cavidad oral durante la masticación y facilita la trituración de alimentos. Una vez han sido debidamente descompuestos en pequeños trozos, forma el bolo alimenticio y lo dirige al comienzo de la faringe.
Adicionalmente, los movimientos linguales posibilitan la succión, lo cual genera que las personas puedan pronunciar y hacerse entender. Por último, la lengua interviene en la función del conocido como anillo linfático de Waldeyer, la cual se trata de captar a los agentes patógenos que ingresen por conductos nasales y bucales para soportarlos e impedir que afecten el sistema inmunitario.
En ese orden de ideas, notar un mal olor o color irregular en la lengua es sinónimo de alerta. Los expertos del Concejo General de Colegios de Dentistas de España indican que una lengua sana es aquella que tenga un color rosado y esté limpia. De lo contrario, puede haber presencia de ciertas complicaciones que pueden modificar su estado.
Por ejemplo, cuando una persona tiene deficiencia en vitamina A, B2 y C, su lengua se inflamará por causa de la glositis. Esto puede provocar grietas en el músculo y aparición de aftas u otras bacterias. Asimismo, la carencia de glóbulos rojos o falta de hierro son otros detonantes para complicar a la lengua, debido a que tienden a generar anemia.
Si la lengua está enrojecida, inflamada o lisa puede ser un síntoma de deficiencia de vitamina B12, una condición que afecta la producción de glóbulos rojos y el funcionamiento adecuado del sistema nervioso. Por otro lado, los hongos también pueden infectar la lengua, dado que producen candidiasis oral que genera membranas mucosas y palidez.
Cuando las personas padecen problemas hepáticos, el cambio de color de la lengua es un síntoma presente, en especial cuando se nota cierta tonalidad amarilla o verde. Además, esta condición le puede dar entrada a enfermedades autoinmunes capaces de provocar la aparición de úlceras y llagas.
El excesivo consumo de tabaco, alcohol, café y té negro pueden provocar una afección denominada “lengua vellosa”, que se caracteriza por el color negruzco y la aparición de vello en la misma, pero que desaparece al suprimir el consumo de estos productos.
Tomando en cuenta esta información, los expertos hacen hincapié en conservar una higiene bucal adecuada. Además de cepillar los dientes, hay que limpiar la superficie de la lengua para eliminar las bacterias y los restos de alimentos que se acumulan en ella. De igual forma, se recomienda eliminar factores irritantes, como lo son alimentos muy calientes, prótesis mal ajustadas, alcohol y tabaco.