La diabetes es una enfermedad crónica que padecen millones de personas en el mundo y se caracteriza porque el paciente presenta elevados niveles de azúcar (glucosa) en la sangre.
Esto de debe a que el páncreas no secreta suficiente insulina o el organismo no utiliza eficazmente la que produce. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la insulina es una hormona que se encarga precisamente de regular la concentración de glucosa en la sangre y cuando esto no ocurre, la persona puede padecer de diabetes.
Si los niveles de azúcar se disparan, con el tiempo pueden generar daños graves en muchos órganos y sistemas del cuerpo, sobre todo en los nervios y los vasos sanguíneos.
Son diversos los riesgos que la diabetes puede acarrear al organismo. La OMS asegura que los adultos con esta enfermedad tienen una posibilidad entre dos y tres veces mayor de sufrir un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular.
De igual forma, las neuropatías, que son las lesiones que se presentan en el tejido nervioso, que afectan a los pies, combinadas con la reducción del flujo sanguíneo, elevan la probabilidad de que el paciente presente úlceras e infecciones que pueden derivar en la amputación de una extremidad. Como si esto fuera poco, la diabetes es una las principales causas de la insuficiencia renal, dadas las afectaciones que genera en los riñones.
Si bien la insulina, junto con una alimentación equilibrada y la práctica de actividad física de manera regular, son la mejor fórmula para mantener los niveles de glucosa bajo control, existen otros factores que pueden incidir de manera negativa en el comportamiento del azúcar.
El papel de la tiroides en la diabetes
Por ejemplo, la tiroides, una pequeña glándula con forma de mariposa que está ubicada en el centro del cuello y que forma parte del sistema endocrino del organismo, donde también habita la diabetes, puede tener incidencia en los niveles de azúcar.
“Una de las principales responsabilidades de la tiroides es controlar el metabolismo del cuerpo mediante la producción de dos hormonas tiroideas: T3 y T4. Una tiroides hiperactiva (hipertiroidismo)puede causar pérdida de peso, ritmo cardíaco acelerado y otras señales de que el cuerpo está demasiado activo”, precisa el portal Healthline.
Por el contrario, una tiroides hipoactiva (hipotiroidismo) puede dejar a la persona con una sensación de lentitud, y provocar aumento de peso y ritmo cardíaco lento. Esencialmente, el equilibrio normal del cuerpo se ralentiza.
Pero, ¿qué tiene que ver esto con la diabetes? Si bien el hipertiroidismo y el hipotiroidismo no afectan directamente los niveles de azúcar en la sangre, no tratar la enfermedad de la tiroides puede causar diversos inconvenientes con la glucosa debido a la forma en que el cuerpo metaboliza la glucosa y la insulina.
Según Healthline, en el caso del hipertiroidismo, la insulina “desaparece” más rápidamente del organismo, lo que hace que los niveles de glucosa en la sangre puedan incrementarse.
A esto se suma que este padecimiento puede provocar un ritmo cardíaco acelerado y aumentar el riesgo de que se produzcan anomalías en el ritmo cardíaco, por lo que aumenta el riesgo de problemas cardiovasculares, que también están muy relacionados con la diabetes.
En cuanto al hipotiroidismo, cuando una persona es diabética y tiene una tiroides hipoactiva puede enfrentarse a un movimiento lento de la insulina a través del cuerpo, lo que podría llevar a que el azúcar se baje porque la mencionada hormona “se queda” más tiempo en la sangre.
“El hipotiroidismo también puede provocar un aumento del colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL), del colesterol general y de los niveles de triglicéridos, lo que se suma al peligro del colesterol alto cuando se tiene diabetes”, asegura la mencionada fuente.
Por estas razones y dadas las graves implicaciones que podría tener para una persona diabética que su tiroides no funcione bien, la Asociación de Diabetes de Estados Unidos (ADA) recomienda la detección de problemas de tiroides poco después del diagnóstico de diabetes tipo 1.
Lo ideal es que al paciente se le practique un análisis de sangre estándar de la hormona estimulante de la tirotropina (TSH) para determinar sus condiciones de salud y que de esta manera los especialistas puedan brindar el tratamiento adecuado.