La diabetes es una enfermedad en la que los niveles de glucosa (azúcar) de la sangre están muy altos, de acuerdo con Medline Plus, portal web de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló que la diabetes sacarina de tipo 2 se debe a que el organismo no utiliza eficazmente la insulina que produce; mientras que la diabetes sacarina de tipo 1 se caracteriza por una producción deficiente de insulina y requiere la administración diaria de esta hormona.

De acuerdo con el Grupo Sanitas de España, lo recomendable es que la glucemia se mida al levantarse por la mañana y antes del desayuno, y se considera normal si los niveles de glucosa se sitúan entre los 70 y 100 mg/dl en ayunas y en menos de 140 mg/dl dos horas después de cada comida.

Cuando el metabolismo de la insulina no funciona correctamente, las células de los tejidos dejan de asimilar correctamente la glucosa y esta se acumula en la sangre. La voz de alarma debe saltar cuando los niveles de glucosa en sangre estando en ayunas se sitúan entre 100 y 125 mg/dl y después de comer entre los 140 y los 199 mg/dl.

De hecho, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) revelaron que la falta de sueño puede hacer que el cuerpo use la insulina de manera menos eficaz.

Asimismo, cuando se duerme poco, se elevan los niveles de cortisol, que es contraria a la insulina. Además, se suelen tener más elevados los niveles de sustancias que aumentan la resistencia a la insulina. Como pueden ser la proteína C reactiva Interleuquina 6 o TNF alpha, según el Grupo Sanitas de España.

También explicó que una restricción del sueño a cuatro horas durante seis o siete días puede llegar a producir un exceso de azúcar en sangre por reducirse la curva de tolerancia a la glucosa.

¿Por qué se produce eso?

El número de horas de sueño tiene una relación directa con el denominado ciclo del sueño, que puede dividirse en partes. Lo que importa a estos efectos es que las fases más reparadoras son la tercera y la cuarta. Por ello, cuando se tienen constantes interrupciones de sueño, es posible que no se llegue a esas fases, lo que supone un mayor consumo de energía.

Además, en estas fases tercera y cuarta, también conocidas respectivamente como la etapa de transición al sueño profundo y la etapa Delta, existen una serie de cambios de tipo metabólico y hormonal que ayudan a restablecer el equilibrio corporal. En concreto el de la insulina, pues el metabolismo de la glucosa disminuye al necesitar el cuerpo menos energía. Además la menor utilización de glucosa por parte del cerebro, así como, la menor actividad y la menor secreción de corticoides, contribuyen también a la autorregulación corporal de los niveles de insulina, de acuerdo con el Grupo.

Por su parte, Mayo Clinic enumeró algunos consejos para dormir mejor, por ejemplo:

  • Respetar los horarios de sueño: ser consistente del horario de acostarse y de levantarse todos los días, incluso los fines de semana.
  • Hacer un control de los medicamentos que se toma: si la persona toma medicamentos con regularidad, consultar con el médico para saber si estos contribuyen al insomnio. Además, revisar las etiquetas de los productos de venta libre para saber si contienen cafeína u otros estimulantes, como pseudoefedrina.
  • Evitar o limitar las siestas: las siestas pueden hacer que sea más difícil conciliar el sueño por la noche. Si resulta imposible evitarlas, intentar que no duren más de 30 minutos y no tomar una siesta después de las 3:00 p. m.
  • Evitar o limitar la cafeína y el alcohol, y no consumir nicotina: todas estas sustancias pueden hacer que sea más difícil conciliar el sueño, y sus efectos pueden durar varias horas.
  • No tolerar el dolor: si una afección dolorosa perturba, se debe hablar con el médico sobre las opciones de analgésicos que tengan la eficacia suficiente para mantener el dolor bajo control mientras se duerme.