Cuando Dora Lilia Landazuri tenía siete años su cabeza borró completamente los recuerdos de su padre. Esto ocurrió la noche en la que él casi mata a golpes a su mamá. Aunque no era la primera vez que veía una de esas escenas, sí fue la más traumática: ese día su padre sacó toda la ropa del closet de su madre y le prendió fuego. “Si tu me dejas, yo te dejo sin nada”, le gritaba. En medio de los puños, los gritos y el llanto de sus otros tres hermanos, el mayor de ellos intentaba sacar la ropa fuera de la hoguera. Para cuando llegaron los vecinos, su madre estaba tirada en el suelo, desnuda y reventada. “Se quedó sin nada, sólo con unos trapitos que mi hermano le pudo salvar. Ese día mi tía la sacó de allí y días después la mandó para Cali disfrazada”, cuenta Landazuri. Luego de esa noche no hubo marcha atrás. Ni su madre volvió a los brazos de su padre, ni Landazuri lo volvió a recordar. Los psicólogos llaman a esta página en blanco un trastorno de “amnesia sistematizada”, es decir, un olvido causado por una experiencia traumática. Como Landazuri vivió de cerca la violencia desde su infancia y en su cultura era más aceptada, que normalizada, nada evitó que repitiera el mismo ciclo cuando fue grande. A los 18 años y con su primera relación, fue víctima de diferentes tipos de violencia: psicológica, sexual y económica.
Lea también: El portal donde las mujeres se confiesan “Una vez llegó muy tarde y me golpeó porque no le pregunté de dónde venía. Me reclamaba que si no lo quería. En esos momentos yo era de las mujeres que lloraba en silencio en la cama. No me gustaba que la sociedad se enterara. Pero nunca tuve conciencia de que era violencia contra la mujer”, dice. Después de que la golpeaba Landazuri tenía que estar sexualmente con él. El maltrato la afectó a tal punto, física y mentalmente, que incluso deseó morir.“No voy a decir que no, pero veía a mis hijos y pensaba en que tenía que seguir adelante”. Por meses no salió a la calle e incluso, durante un día, quedó totalmente ciega. “Cuando mamá me llevó al médico, él le dijo que era yo la que no quería ver. Que había bloqueado mi mente. Sólo regresó cuando escuché llorar a mis hijos de hambre”. El día que lo dejó definitivamente fue porque le sacó un arma. Años después, cuando empezó a ir a procesos de capacitación y empoderamiento de mujeres, entendió lo que era la violencia contra la mujer. Desde entonces, lucha porque sus hijos y los de las demás mujeres crezcan con una mejor educación y rompan estos ciclos de violencia. “En Tumaco sigue existiendo la cultura de la violencia, pero la diferencia es que ahora las heridas son de todas. Denunciamos”, dice. Hoy esta Tumaqueña es una de las líderes afro más reconocidas en su población y forma parte de la mesa de coordinación de la mesa municipal de mujeres. También ha participado en iniciativas de memoria para contar la historia de las mujeres del país, una de las más recientes es colombianas.org, un portal que busca construir la biografía de las mujeres colombianas y en el que ayudó a buscar testimonios y contó el suyo propio. Diez años de la ley 1257Pero el caso de Lilia Landazuri y su madre es uno entre mil. Aunque este 4 de diciembre se cumplen diez años de Ley 1257 de 2008, una norma que busca trazar una política pública para prevenir y erradicar la violencia de género, los retos siguen siendo enormes. Las cifras demuestran que en vez de disminuir, el maltrato contra la mujer ha aumentado en Colombia. Si para finales de 2008 la cifra de delitos sexuales contra ellas llegaba casi a los 16.000, para octubre de este año se han registrado más de 19.000; y mientras la explotación de niñas hace diez años era de 103, esté 2018 ya supera las 500. Ambas según datos del Instituto de Medicina Legal. ¿Qué está pasando? De acuerdo a Beatríz Quintero, fundadora y Secretaría Técnica de la Red Nacional de Mujeres en Colombia, si bien la ley es integral y abarca diferentes instancias de justicia, prevención, protección, castigo, educación, salud, entre otros, “la mayoría se está quedando en el papel”. En un informe presentado por la institución a propósito del aniversario, queda reflejado como uno de los principales problemas es la falta de implementación de políticas públicas que se enfoquen en la educación y en la prevención. Según la experta, ni el Ministerio de Educación ni el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones, han hecho mucho para cambiar la cultura de la violencia que aún es normalizada en el país. “Preocupa que un país que está construyendo democracia no haya intención de cambiar la cultura”, dice. Le podría interesar: La ciencia puede ayudar a prevenir la violencia de género Angela Gómez, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad Libre y experta en temas de género coincide con Quintero, pues asegura que uno de los principales retos es lograr que las mujeres de diferentes territorios se apropien de la Ley 1257 y conozcan sus derechos. “En el 70 u 80 por ciento de los territorios que son rurales no hay presencia de la institucionalidad”, explica y alerta sobre la necesidad de llegar a estos lugares y mejorar mecanismos de conocimiento sobre las políticas de equidad de género, pues los esfuerzos hoy se concentran en ciudades capitales como Bogotá, Medellín y Villavicencio. Aunque ambas expertas afirman que en la parte de justicia se ha avanzado y ha habido un esfuerzo por mejorar la implementación de la ley, advierten que la impunidad aún sigue siendo muy alta. “Es superior al 80 por ciento”, dice Quintero. La cifra coincide con los datos estadísticos de la Fiscalía General de la Nación (FGN), que aseguran que entre julio de 2016 y junio de 2018, el 95,48 por ciento de los casos de violencia sexual contra mujeres se encontraban en etapa de indagación. Cifras similares se replican en los delitos contra la libertad, integridad y formación sexuales (sin incluir acoso) y las de violencia intrafamiliar donde la impunidad asciende a 87 por ciento y 86 por ciento respectivamente. En el feminicidio la situación no es tan distinta, pues para el periodo de referencia, el 29,92 por ciento de los casos se encontraban en etapa de juicio y el 25,57 en ejecución de penas. Según Gómez, en este caso el porcentaje de los que terminan en condena es del menos del diez por ciento. “El mensaje es que no pasa nada, que un hombre puede golpear y no pasa nada. Las instituciones están prolongando los ciclos de violencia”, afirma. En contexto: ¿Qué está pasando en Medellín? Feminicidios aumentaron un 50% Hoy en el país cada 28 minutos una mujer es víctima de violencia de género en Colombia. Y el 42 por ciento de estas agresiones se dan a manos de parejas, ex parejas o personas conocidas de la víctima, afirma un informe reciente de La Defensoría del Pueblo. Lo más preocupante es que, como en el caso de Landázuri, de 10 casos que se presentan sólo tres son denunciados. En lo corrido del año, 35.984 mujeres en todo el país han sido maltratadas por sus parejas y ex compañeros sentimentales. Y las mujeres que tienen entre 20 y 29 años son las más afectadas por esta problemática, con más de 15.600 casos registrados en 2018. El mayor tipo de maltrato es psicológico: 1.099 casos se registraron entre enero y octubre de este año. Le siguen la violencia física con 824, violencia económica con 501, violencia sexual con 449 y violencia patrimonial con 332. Bogotá lidera la lista de ciudades donde más se presenta este tipo de violencia. Le siguen Cali, Medellin, Barranquilla y Soacha. Para Quintero uno de los mayores desafíos es lograr el cambio cultural. “Debemos lograr que los niños y niñas se apropien del concepto de que golpear a una mujer no es normal, esa es la única manera de romper los ciclos de violencia”.