Según el DANE, en Colombia aproximadamente dos millones de personas viven con alguna discapacidad visual, lo que equivale a más del 4 % de la población total del país, esto teniendo presente que es una condición de la cual ninguna persona está exenta.
El Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos (Crac), revela que más del 65 % de sus usuarios son personas que, a lo largo de su vida, han perdido de manera total o parcial el sentido de la vista.
Cabe destacar que entre las causas más usuales está las enfermedades visuales, lesiones oculares, físicas o químicas; hay personas que de manera congénita desarrollan ceguera o baja visión; además de los errores de refracción no corregidos y las cataratas, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.
¿Qué es la rehabilitación y para qué le sirve a una persona ciega, invidente o con baja visión?
La rehabilitación de las personas ciegas, según registra MSD en su web, está enfocada a “personas que han perdido la capacidad normal de funcionamiento, a menudo como consecuencia de una lesión, un accidente cerebrovascular, una infección, un tumor, una intervención quirúrgica o una enfermedad progresiva”.
Y agregan que “depende de si es una ceguera de nacimiento (congénita), adquirida a edad muy temprana o bien si se desarrolló a una edad más avanzada. Los niños con ceguera congénita o adquirida en edad muy temprana suelen recibir educación especial sobre cómo desenvolverse sin visión desde el primer momento”.
Básicamente, se busca facilitar un verdadero proceso de inclusión social desde el desarrollo o recuperación de la independencia y autonomía en su vida.
Es relevante que estas personas reciban la rehabilitación adecuada, ya que les ayuda a ser lo más independientes posible en su día a día y les permite participar en actividades educativas, laborales o recreativas y llevar a cabo las tareas que dan sentido a su vida.
Así lo expresa Jefferson Ramírez, quien tenía una visión normal, pero debido a un golpe que recibió a lo largo de su vida, la perdió: “De ver con normalidad y tener una vida activa, tras un golpe con un balón, pasé a no ver ni un rayo de luz y al estar frustrado en mi habitación. El ser ciego para mí era nuevo y no podía desplazarme a ningún lado sin un acompañante”.
“Esta situación era demasiado frustrante, por lo que inicié mi proceso de rehabilitación y allí retomé mi movilidad, aprendí braille, ábaco, el uso de la tecnología con lectores de pantalla, en términos generales, volví a ser independiente. Posteriormente, y tras haber finalizado el proceso de rehabilitación, pude hacer y ejercer una carrera profesional”, añadió el hombre.
Asimismo, Diana Jiménez, quien, tras padecer Glaucoma Congénito, requirió rehabilitación, manifestó que ha aprendido “que lo más importante para un ser humano es su movilidad, sumado al conocimiento, la decisión, autonomía e independencia que adquirí, allí pude conocerme a mí misma y saber de qué era capaz para salir adelante. Me quedó la satisfacción de verme crecer y enseñarle a mi familia que debían dejarme volar sola para aprender a defenderme en la vida”.
Por su parte, Gladys Lopera, directora general del Crac, aseguró que esta población “al atreverse a salir a la calle con el apoyo de su bastón, al incluirse en actividades educativas, laborales o recreativas, dan visibilidad al colectivo de personas ciegas y con baja visión que muchas veces pasa desapercibido o es ignorado por la sociedad. Ellos son artífices del cambio de paradigmas frente a la discapacidad visual al presentarse frente al mundo como personas independientes, autónomas, productivas y exitosas”.
Es por esto que la rehabilitación de dicho grupo se convierte en una necesidad de salud pública para Colombia y los diferentes países, porque no solo permite su inclusión social, sino también brinda un acompañamiento adecuado para el usuario y su familia, que les permita comprender mejor la condición y enfrentarla.
Así, conocer las historias de cómo se potencian las habilidades, capacidades y autoestima de las personas con discapacidad visual, y cómo influyen no solo en su vida personal, sino en la manera en que se relacionan con su entorno al fortalecer los vínculos que favorecen su participación social, reconociéndose como sujetos de derechos con responsabilidades y deberes, evidencia que son personas capaces de proyectarse más allá de su condición para aportar de manera activa al desarrollo de una nueva construcción social verdaderamente incluyente.