El dolor crónico es una experiencia personal y subjetiva, comúnmente invisible para quien no la padece. En diversos casos puede tener una duración de “semanas, meses o incluso años. La causa original puede haber sido una lesión o infección. Puede haber una causa continua de dolor, como artritis o cáncer”, conforme indica Medline Plus.
De acuerdo con la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, esto se acentúa, particularmente, en el caso de niños y adolescentes, quienes suelen ser más incomprendidos y peor tratados que los adultos, según el Dr. Jordi Miró, director de la Cátedra de Dolor Infantil de la Universitat Rovira i Virgili (URV), Fundación Grünenthal.
“De un 100 % de personas que pueden experimentar alguna sensación dolorosa a lo largo de su vida, se dice que aproximadamente si quisiéramos redondear la cifra, un 20 % de las personas estarían sufriendo un dolor crónico, que por definición es un dolor que dura más de tres meses y que afecta la calidad de vida de la persona, afecta su desarrollo normal”, asegura el Dr. Diego Munevar, especialista en medicina del dolor en Bogotá.
Pese a que el dolor crónico infantil-juvenil afecta a alrededor del 30 % de la población de 8 a 16 años, conforme lo revela el Estudio epidemiológico de la severidad del dolor crónico pediátrico, publicado en The Journal of Pain, “la sociedad tiende a creer que ellos no experimentan dolor o que su impacto es menor que en los adultos, llevándonos a desestimar su sentir. Esto puede influir en su cronificación, y dificultad de tratar”, comenta el Dr. Miró.
Asimismo, señala que la situación en Latinoamérica es similar a la de otras regiones en la que los pacientes se enfrentan a barreras como la minimización del dolor por parte de los padres o cuidadores, así como de los propios especialistas.
“La prevalencia del dolor crónico infanto-juvenil está aumentando y no es un problema exclusivo de un país o un continente. La falta de investigación e insuficiente formación médica, son dos de los principales factores que interfieren en el tratamiento de esta población”, manifestó.
Ante esta situación y la necesidad de colocar el tema en el centro del debate, la Federación Latinoamericana de Asociaciones para el Estudio del Dolor (Fedelat), en representación de las 20 asociaciones que la conforman; la Sociedad Española del Dolor (Sed); la Asociación Portuguesa para el Estudio del Dolor (Aped); y el Consejo para el Dolor Infantil de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (Iasp) firmaron la Declaración de Lima sobre el Dolor Infantil.
En el documento se comprometen a visibilizar la enfermedad, promover su estudio, mejorar la formación especializada y desarrollar tratamientos específicos para contribuir a disminuir las barreras que hoy enfrentan los pacientes.
“La Declaración de Lima nos permite llamar la atención de todos los actores de la región iberoamericana para tomar al dolor infanto-juvenil como un problema relevante. Esperamos que esta sea una herramienta que impulse acciones en favor del bienestar de los niños, y que su sentir y sufrimiento deje de ser invisibilizado”, expresó uno de los médicos asistentes al evento.
Este documento, firmado en el marco del XIV Congreso Latinoamericano de Dolor, establece un decálogo de principios a tomar en cuenta en torno al dolor infanto-juvenil, entre los que se destaca el derecho a acceder a un tratamiento, la necesidad de un manejo interdisciplinar de la enfermedad y el requerimiento de políticas públicas que permitan la asignación de recursos para mejorar la formación, la atención, la investigación y la sensibilización en torno a esta enfermedad.
De otro lado, el tratamiento del mismo, según Top doctors, puede incluir “diversas terapias, como por ejemplo la fisioterapia, los ejercicios de bajo impacto como caminar o ir en bicicleta, la terapia ocupacional y la terapia del comportamiento para relajarse”.
Además, recalan que la única manera de prevenirlo es tratando de controlar otras enfermedades que puedan causar o desencadenarlo.