En la década de los noventa se creía que exponer a un niño a la música ayudaba a que su cerebro funcionara mejor, pero luego se dijo que esta teoría había sido exagerada. Sin embargo, trabajos recientes muestran que estudiar música desde pequeños sí podría tener efectos profundos y duraderos en términos cognitivos. Las razones van mucho más allá de que la música tenga una base matemática que ofrece una ventaja académica a quienes  tocan un instrumento. Al parecer mejora la comunicación y genera un cerebro mucho más sintonizado con el sonido, lo cual es importante para el lenguaje. Además favorece la atención y la memoria y tiene un efecto positivo general en la estructura y la función del cerebro adulto. “Altera el sistema nervioso para crear mejores aprendices”, dice Nina Kraus, neurocientífica de la Universidad de Northwestern. Tal vez no es azar que estos personajes, que estudiaron música en su infancia, hayan llegado tan lejos.  Allan Greenspan (exdirector de la Reserva Federal de Estados Unidos): clarinete y saxofón Bill Clinton (expresidente de Estados Unidos): saxofón Condoleezza Rice (excanciller de Estados Unidos): piano James Wolfensohn (exdirector del Banco Mundial): chelo Paul Allen (cofundador de Microsoft): guitarra Woody Allen (director de cine): clarinete