El cerebro y sus áreas internas controlan el funcionamiento de los músculos; también controlan el habla, el pensamiento, las emociones, la lectura, la redacción y el aprendizaje.
Cada día se le suministra al cerebro, vía alimenticia, sustancias que lo fortalecen o debilitan. La relación entre la nutrición y el funcionamiento cerebral es muy importante, ya que alimentarse de manera deficiente puede propiciar envejecimiento y alteraciones en los procesos de aprendizaje.
Alimentos altos en ciertas grasas o azúcares pueden estar asociados a un estado de inflamación de la región cerebral relacionada con el establecimiento de la memoria a corto plazo y a alteraciones bioquímicas.
Por el contrario, según Instituto de Seguridad y Servicios Sociales del Gobierno de México, todo alimento que contenga silicio resulta benéfico para el cerebro. Este se encuentra en la avena, cebada, manzanas y pepino.
Así mismo, según el medio europeo El Español, los champiñones ayudan a fortalecer el cerebro pues reducen su riesgo de sufrir deterioro cognitivo leve.
Según un estudio del Departamento de Medicina Fisiológica de la Universidad Nacional de Singapur, el consumo de tres cuartos de una taza de champiñones cocinados, unos 150 gramos del producto, contribuyen a conservar la capacidad cognitiva, sobre todo, en personas de la tercera edad.
“Parece ser que un ingrediente accesible tiene un efecto dramático a la hora de frenar el declive cognitivo”, afirma el profesor asociado Lei Feng, investigador principal de este trabajo publicado en la revista Journal of Alzheimer’s Disease.
Cabe resaltar que, como se mencionó anteriormente, existen algunos productos además de las grasas que pueden generar graves afectaciones al cerebro. Algunos de ellos son:
Fructosa
Es el principal azúcar que se encuentra de forma natural en la miel y la fruta. Sin embargo, existen otras fuentes que no son tan saludables como el azúcar de mesa. La fructosa tiene un Índice Glucémico (IG) más alto que la glucosa, lo que provoca hiperglucemia.
Un estudio publicado en The Journal of Physiology encontró que la fructosa tiene un efecto negativo en el cerebro, pues afecta el funcionamiento de las células del encéfalo y cómo estas almacenan la energía necesaria para procesar tanto el aprendizaje como los pensamientos.
Alimentos salados
Los alimentos salados pueden generar hipertensión. Según el portal Psicología y Mente, una investigación publicada en la revista Neurobiology, indica que la sal afecta la inteligencia y perjudica la capacidad para pensar.
Edulcorantes artificiales
“Muchas personas sustituyen el azúcar de mesa por otros edulcorantes para tomar el café, pensando que son productos saludables. Lo cierto es que su consumo prolongado puede ser igual de negativo que el producto que pretenden sustituir, pues los edulcorantes pueden provocar daños cerebrales y problemas con la capacidad cognitiva”, precisa Psicología y Mente.
Frituras
Los expertos aseguran que los alimentos fritos no deben ser parte de la dieta diaria, pues además de ser productos con gran contenido en grasa, provocan que el colesterol afecte a las las arterias. A largo plazo, los alimentos fritos destruyen la neuronas y deterioran la capacidad para aprender y memorizar.
Pescado con mucho mercurio
Aunque comer pescado es recomendable, la ingesta excesiva de pescado rico en mercurio podría resultar nocivo para el cerebro.
Hay investigaciones que evidencian que los efectos tóxicos derivados del exceso de mercurio pueden conllevar a un mal funcionamiento del sistema nervioso central y una interrupción de los neurotransmisores, así como a una estimulación de las neurotoxinas que resultan dañinas para el cerebro
Alcohol
El alcohol es conocido como un alimento que no aporta nutrientes pero sí calorías extra al cuerpo. Los daños del consumo excesivo de alcohol son muy conocidos, pero investigadores de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y la Universidad de Nottingham (Reino Unido), identificaron daños cerebrales, pues provoca alteraciones en la zona prefrontal del cerebro, una región que controla las funciones ejecutivas tales como la planificación y el diseño de estrategias, la memoria de trabajo, la atención selectiva o el control de la conducta.