El colesterol es una sustancia grasa natural que se encuentra en todas las células del cuerpo humano y es necesaria para el normal funcionamiento del organismo. La mayor parte de ésta se produce en el hígado, aunque también se obtiene mediante el consumo de algunos alimentos.
Es clave, pues interviene en diferentes procesos como la formación de ácidos biliares, vitales para la digestión de las grasas. De igual forma, los rayos solares transforman el colesterol en vitamina D para proteger la piel de agentes químicos y evitar la deshidratación. También, a partir de esta sustancia se forman ciertas hormonas, como las sexuales y las tiroideas, según información de la Fundación Española del Corazón.
No obstante, cuando sus niveles están elevados, el colesterol se puede convertir en un factor de riesgo. “Está demostrado que las personas con niveles de colesterol en la sangre tienen el doble de riesgo de sufrir un infarto de miocardio”, precisa esta institución.
Cuando las células son incapaces de absorber todo el colesterol que circula por la sangre, lo que sucede es que el sobrante se deposita en las paredes de las arterias, lo que puede llevar a su progresivo estrechamiento originando una enfermedad llamada aterosclerosis, la cual dificulta la normal circulación de la sangre.
Información de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos indica que la causa más común del colesterol alto es un estilo de vida poco saludable que se ve reflejado en hábitos alimenticios poco equilibrados en los que se incluye el consumo de grasas dañinas.
“Un tipo, la grasa saturada, se encuentra en algunas carnes, productos lácteos, chocolate, productos horneados y alimentos procesados y fritos. Otro tipo, la grasa trans, se encuentra en algunos alimentos fritos y procesados. Comer estas grasas puede elevar su colesterol malo (LDL)”, precisa la mencionada fuente.
A una alimentación poco saludable se suma la falta de actividad física, con mucho sedentarismo y poco ejercicio. Cuando esto sucede, las personas se exponen a que reduzca su colesterol bueno (HDL).
El hábito de fumar es otra causa que incide en los incrementos de colesterol. Las personas que fuman, especialmente las muejeres, también corren el riesgo de que sus niveles de colesterol bueno se bajen y aumenten los del malo.
Dado que la alimentación juega un papel determinante, es importante incluir en ella productos que ayuden a controlar o evitar que esta sustancia se salga de los rangos normales.
Uno de estos alimentos es el calabacín, el cual es rico en vitaminas A, E, B y C. “El aporte en vitamina C se aprovecha cuando el calabacín se consume crudo o ligeramente al vapor”, asegura el portal Nutrición y Farmacia, de España.
Al calabacín se le reconoce por ser una buena fuente de antioxidantes. Su aporte en vitaminas A y C reduce el daño oxidativo y protege al organismo contra los radicales libres; es diurético, tiene un algo contenido de agua, es bajo en calorías y dentro de sus componentes destaca la pectina, celulosa, omega-3 y carotenoides.
Específicamente en lo que tiene que ver con el colesterol, el calabacín aporta propiedades antioxidantes, que ayudan a proteger contra esta afección. A esto se suma que es rico en rutina (familia de los flavonoides), que contrarresta el riesgo de que una persona pueda sufrir de aterosclerosis, que es la acumulación de sustancias al interior de las arterias, según indica el National Heart Lung and Blood Institute, de Estados Unidos.
Adicionalmente, este alimento es bueno para el fortalecimiento de los ojos gracias que contiene luteína y zeaxantina. “Estos fitonutrientes tienen un impacto positivo en la vista. Garantizan que los ojos estén a salvo de los efectos dañinos de los rayos solares y previenen la degeneración macular asociada a la edad”, indica un artículo publicado en el diario La Vanguardia, de España.
Otros beneficios
Dado su alto contenido de agua y que es un producto diurético, esta verdura no engorda e incluso es ideal para las personas que quieren bajar de peso; ayuda en el control de la presión arterial y dispone de nutrientes como hierro, calcio y fósforo que favorecen a la formación y fortalecimiento de la estructura ósea.
Sin embargo, es importante recalcar que para que estos alimentos funcionen y generen reales efectos en el organismo se deben consumir en el marco de una dieta balanceada y realizando ejercicio de manera regular.