Los ácidos grasos omega-3 son un tipo de grasa buena para el organismo. Ayudan a mantener el corazón sano y protegido frente a la posibilidad de presentar un accidente cerebrovascular, según la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

Estas grasas no son producidas por el cuerpo, por lo que se deben obtener de los alimentos, siendo algunos pescados las mejores fuentes de este nutriente, al igual que ciertos vegetales.

De acuerdo con información de la compañía de salud Sanitas de España, en su página web, estos ácidos tienen actividad antiinflmatoria, reducen el colesterol malo en la sangre, bajan los niveles de triglicéridos, contribuyen al descenso de la presión sanguínea y protegen frente a numerosas enfermedades: diabetes, ictus, algunos tipos de cáncer, enfermedad intestinal inflamatoria, colitis ulcerosa y el deterioro cognitivo.

Las sardinas hacen parte de los pescados azueles, ricos en omega-3. | Foto: Getty Images / miguelangelortega

La American Heart Association recomienda comer al menos dos raciones semanales de pescado rico en omega-3. Una porción equivale a 100 gramos. Precisamente, uno de los que contienen estas grasas es la sardina, la cual se encuentra dentro del grupo de pescados azules. Estos alimentos se caracterizan por su mayor contenido lipídico, por lo que presentan un valor energético superior respecto a otras variedades menos grasas, como la merluza, precisa el nutricionista Saúl Sánchez en una publicación de la revista Mejor con Salud.

Sardinas, aliadas del corazón

El consumo regular de este alimento ayuda en la prevenión de afecciones cardiovasculares, entre ellas, los infartos. Información de la Agency for Healthcare Research and Quality de Estados Unidos, asegura que comer este tipo de pescados fuente de los mencionados ácidos disminuiría el riesgo de problemas cerebro vasculares prolongados como ataque al corazón e insuficiencia cardiaca y muerte, en las personas sanas.

Una de las formas más comunes de encontrar las sardinas es en lata. | Foto: Getty Images

Además, este alimento ayuda a disminuir los niveles de los triglicéridos y colesterol malo, lípidos que en cantidades elevadas pueden causar complicaciones en en las arterias, dado que es posible que se desarrolle ateroesclerosis, que es la acumulación de grasas, colesterol y otras sustancias dentro de las arterias y en sus paredes, a lo que se conoce como placa. Esto puede provocar el estrechamiento de las arterias y el bloqueo del flujo sanguíneo, precisa el instituto de investigación Mayo Clinic.

Dado que el consumo de omega-3 también está relacionado con una reducción de la presión arterial, esto favorece la circulación y cuida la salud de las arterias y vasos sanguíneos.

Más beneficios

Este tipo de pescado aporta una proporción significativa de proteínas de elevado valor biológico, lo que significa que cuenta con todos los aminoácidos esenciales y con una elevada digestibilidad.

El especialista Sánchez refiere un estudio publicado en la revista Nutrition Research, según el cual el aporte proteico se torna fundamental a la hora de evitar la progresión de patologías que están relacionadas con atrofia muscular.

El consumo regular de sardinas mejora la función muscular. | Foto: Libre de derechos

Por esta razón se recomienda un consumo de al menos 1,2 gramos de proteína por kilogramo de peso por día en adultos sedentarios. De este modo, se reduce el riesgo de sufrir pérdida de tejido magro, lo cual se asocia con un peor estado de salud.

Así mismo, la abundancia de vitamina B6 que tiene la sardina hace que este alimento sea muy recomendable en casos de diabetes, depresión y asma, e incluso, puede ayudar en la lucha contra el cáncer, indica el portal salud 180 de México.

A esto se suma que aporta vitamina B12 que contribuye a combatir problemas estomacales y una alta cantidad de vitamina D, que hace que su ingesta sea recomendable para fortalecer la piel y los huesos.

Según Mejor con Salud, las sardinas tienen una fuerte ventaja competitiva frente a otros pescados grasos de mayor tamaño, ya que contienen una cantidad mínima de metales pesados en su composición. Por ende, no existe ninguna razón de peso para limitar su ingesta o para excluirlas de la dieta de pacientes sensibles, como pueden ser las embarazadas.