Hace unos cuantos años Kristin, de 65 años, empezó a experimentar problemas con su memoria. Se perdía al conducir por la autopista y no podía recordar ni siquiera el camino hacia las casas de sus familiares. Aunque al principio intentó ignorar los síntomas, luego de dos años había perdido la capacidad de memorizar números, organizar cosas y hasta recordar el nombre de sus mascotas. Kristin sabía lo que le estaba pasando: tenía alzhéimer. De joven había visto cómo su madre de 62 años se desvanecía frente a ella hasta dejar de existir. Un escaneo de retina reveló en su cerebro una acumulación de placas amiloides, un signo clásico de la enfermedad caracterizada por asfixiar las células del cerebro y contribuir a la degeneración progresiva de las neuronas. Kristin contactó a su amiga Bárbara. “Vi lo que le pasó a mi madre y me rehúso a que me pase a mí”, le dijo. Entonces ella recordó que había escuchado sobre una investigación novedosa en San Francisco y le recomendó viajar allá para intentar aumentar sus esperanzas de vida. En San Francisco conoció a un médico que le propuso iniciar un tratamiento que solo había probado en ratones transgénicos. Volvió a su ciudad, habló con su médico de cabecera y con su asesoría empezó a seguir una nueva rutina proporcionada por el experto. Sorprendentemente, en tres meses, la mujer había podido volver a trabajar tiempo completo, conducía sin perderse y recordaba los números telefónicos con facilidad. Según el autor en el futuro este mal será una enfermad rara y debería desaparecer en la generación actual. Kristin se convirtió en la paciente cero del neurocientífico estadounidense Dale Bredesen, autor del libro El f§in del alzhéimer, quien asegura haber desarrollado el primer tratamiento capaz de prevenir y revertir el deterioro cognitivo. Ha tenido tal éxito que en pocos meses vendió los derechos de traducción a 20 países y, según la editorial Penguin Random House, desde que llegó en agosto al país los colombianos han comprado al menos 3.670 ejemplares. Y no era para menos. En el mundo al menos 50 millones de personas padecen demencia, y el alzhéimer, su forma más común, acapara entre el 60 y el 70 por ciento de los casos. Para 2050 los médicos estiman que alcanzará 100 millones de enfermos. En el país existen más de 221.000 personas diagnosticadas con la enfermedad y se calcula que para 2020 la cifra llegará a 300.000. La razón principal: la población está envejeciendo.
Dale Bredesen es un neurólogo de renombre mundial, experto en mecanismos de enfermedades neurodegenerativas. Trabajó con el nobel de medicina Stanley Prusiner y actualmente dirige el MPI Cognition. Según un informe de la Asociación para el Alzhéimer de Estados Unidos, hasta hoy ningún esfuerzo de los neurocientíficos ha derivado en el desarrollo de un medicamento eficaz para tratarla. “Desde 2003 no se aprueba ningún tratamiento novedoso”, dicen, y aunque los cuatro medicamentos disponibles en el mercado “pueden aliviar levemente síntomas como la pérdida de memoria y confusión”, solamente lo hacen por tiempo limitado. El panorama resulta tan preocupante que de las diez causas de muerte más comunes, entre las que están el cáncer y el sida, solo el alzhéimer carece de cura y de estrategias efectivas de prevención. “Este mal va a aumentar y no vamos a poder controlarlo. Por eso, están invirtiendo tanto dinero en ella”, explica Carlos Cano, jefe de Geriatría del Hospital San Ignacio y director del Instituto de Envejecimiento de la Universidad Javeriana. Eso explica el éxito mundial del libro de Bredesen. En términos generales reúne los resultados de más de tres décadas de investigación médica y ofrece una especie de manual detallado y fácil de seguir para que los lectores puedan identificar los tres tipos de inflamación cerebral crónica causantes del alzhéimer. También explica cómo monitorear y controlar los factores metabólicos que pueden ocasionar su deterioro, tales como los niveles de micronutrientes, los indicadores hormonales y el sueño. Además, fomentan la aparición del mal causas como el estrés, el sedentarismo y la falta de entrenamiento cerebral, es decir, dejar de aprender cosas nuevas. Puede leer: En Medellín podrían retrasar o prevenir el alzhéimer precoz en 4 años “El punto principal es que, como médicos, hemos intentado tratar la enfermedad de Alzheimer sin preguntarnos qué causa realmente el problema”, asegura Bredesen a SEMANA. “Y hemos descubierto que lo que llamamos enfermedad de Alzheimer es en realidad una respuesta protectora a tres tipos diferentes de ataques: la inflamación, causada posiblemente por bacterias, virus; mala alimentación o fugas intestinales de nutrientes, hormonas o factores de crecimiento; toxinas como mercurio o toxinas producidas por mohos”, agrega. El autor propone entonces evaluar estos diversos factores en cada persona y luego tratarlos uno a uno. La mayoría, explica, tiene entre 10 y 25 elementos contribuyentes diferentes. “Si tienes un intestino permeable, muy común, se cura; si tienes borrelia (enfermedad de Lyme), se trata; si tienes poca vitamina D, se puede controlar; si tienes tiroides baja, es tratable; si tienes mercurio alto, se elimina; y así sucesivamente”, dice. Con este enfoque él y su equipo de investigadores han registrado mejoras sin precedentes y, más importante, han logrado mantenerlas a diferencia del tratamiento farmacológico típico. El trabajo, sin embargo, no se ha salvado de las críticas. Para muchos decir que este tratamiento podrá erradicar la enfermedad en un futuro puede llegar a ser un concepto irresponsable, pues al día de hoy ninguna terapia la cura. “Desde luego puede tener razón en que se puede disminuir, pero uno no puede decir que con eso va a desaparecer. Entraríamos en un campo muy especulativo capaz de producir falsas expectativas”, advierte Cano. Le sugerimos: Hay que aprender a comer Algo similar piensa Cheryl Jiménez, neuróloga de la Clínica Universitaria de La Sabana, quien considera muy difícil asegurar que es posible revertir la enfermedad solo con una dieta o nuevos hábitos de vida. “Se puede combatir hoy en día con un adecuado tratamiento y con una adecuada actividad cognitiva y física. Sin embargo, es importante dejar clara la dificultad de encontrar una medicina que mezcle factores genéticos, ambientales, propios del individuo como requiere el alzhéimer. Es difícil y por eso nos estamos demorando en desarrollar un tratamiento más eficaz”. Ante el escepticismo, Bredesen asegura que, curiosamente, “¡ni uno solo de mis críticos ha pedido ver a los pacientes que han mejorado o hablar con sus cónyuges!”. Es consciente de que para lograr la aceptación general necesita un ensayo clínico, y que hasta ahora solo ha probado el trabajo en un grupo muy pequeño de personas. “Este es un nuevo enfoque, no un solo medicamento, sino un programa personalizado. Por eso, las juntas de revisión que aprueban los ensayos clínicos nos han rechazado dos veces. Necesitamos un ensayo clínico, pero aún no se nos ha permitido hacerlo”, explica. Recientemente, acaba de publicar un nuevo trabajo que demuestra las mejores en un grupo de 100 personas. A pesar de la dificultad de que hoy la gente vea su tratamiento como la cura que el mundo espera, algunos definen su trabajo como un libro esperanzador e indispensable que reescribirá la ciencia del alzhéimer. “Esto no significa que cada persona mejorará, es difícil identificar y tratar todos los problemas. Pero definitivamente muchas personas que antes no tenían esperanza ahora están mejorado”, concluye. La dieta antiAlzhéimer
Bredesen y los demás expertos consultados coinciden en que algunos hábitos y alimentos pueden prevenir la aparición de la enfermedad al ponerlos en práctica a más tardar desde los 45 años. Esos son algunos de sus consejos. Comer sano: reducir al mínimo alimentos como el pan, el arroz blanco, el alcohol, los dulces y comestibles procesados. Sueño: intentar dormir cerca de las ocho horas sin ayuda de pastillas. Si los exámenes indican apnea del sueño, es esencial tratarla. Nada de estrés: la vida agitada promueve deterioro cognitivo porque incrementa los niveles de cortisol que afectan el hipocampo donde reside la memoria. Recomienda meditar o hacer yoga. Ejercicio cerebral: conviene hacer juegos con la mente por 30 minutos, tres veces por semana por medio de aplicaciones de internet como Luminosity o Cogstate. Vida activa: moverse ayuda a aumentar la conectividad entre las áreas del cerebro vinculadas a la memoria. También fomenta el crecimiento de nuevas neuronas. Desintoxicación: para Bredesen es fundamental evitar el maquillaje, el moho, el desodorante y la laca, y dejar de comer alimentos con mercurio o zinc. Ayudan a desintoxicar el organismo el cilantro, brócoli, rábano, aguacate, ajo y limón.