El lugar común sugiere que las enfermedades en el hígado solo se relacionan con el consumo de alcohol o una alimentación alta en grasas. Por supuesto que ingerir mucho licor o utilizar mantequilla o aceite en exceso condicionan la aparición de males hepáticos, pero, contrario a lo que se cree, no es la única manera de dañar dicho órgano: el azúcar es otra de las silenciosas amenazas.
Según los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), consumir demasiada azúcar puede producir la enfermedad de hígado graso no alcohólico (EHGNA), una afección poco conocida que aqueja a una cuarta parte de la población en el planeta.
Así lo explica el doctor Carlos Jaramillo en Semana Play: “El azúcar es la unión de dos moléculas: la glucosa con la fructosa. Mientras la glucosa se va a la mayoría de las células para darles energía, la fructosa -que queda libre y suelta en el organismo- se convierte en un ‘tóxico’”. Esto hace que el hígado entre en un proceso de metabolización de la fructosa que no se traduce en energía para el cuerpo.
Los azúcares refinados -que tienen algún proceso industrial y se encuentran en muchos alimentos ultraprocesados- son los más dañinos para el hígado por su alto aporte calórico. Sumado a otros factores de riesgo metabólico como son el colesterol alto, los triglicéridos altos, la diabetes o prediabetes, entre otros, podría desencadenar en una cirrosis, el estado final del daño hepático donde el hígado disminuye su tamaño y se llena de cicatrices y nódulos.
Principales causas de la cirrosis
En la actualidad, asegura el doctor Jorge Luis Toro Medina, hepatólogo clínico de la Universidad de Antioquia, la principal causa de cirrosis y de trasplante de hígado en el mundo es la EHGNA. “Hay estudios poblacionales en los que se indica que alrededor del 25% de las personas en el mundo sufren de hígado graso no alcohólico. En consecuencia, para Colombia, una de cada cuatro personas podría tener hígado graso. Estas estadísticas varían en otras regiones de Latinoamérica”, dice Toro en conversación con SEMANA.
La enfermedad, además, afecta a individuos de cualquier edad, incluidos los niños, por lo que es posible que la patología no sea diagnosticada de manera temprana, según detalla un informe de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU.
En ese sentido, el doctor Juan Carlos Restrepo, jefe de la unidad de hepatología y trasplante de hígado del Hospital Pablo Tobón Uribe de Medellín, remarcó que incluso hay personas delgadas y con buen estado físico que también pueden sufrir de EHGNA sin que su cuerpo lo manifieste de manera explícita.
“No necesariamente se tiene que ser obeso, hipertenso o diabético para sufrir de EHGNA -dice Restrepo-. Existen personas delgadas que tienen deficiencias enzimáticas donde, después de unos procesos metabólicos en el hígado, las grasas se acumulan. Las mismas, en algunas personas, son capaces de generar un fenómeno inflamatorio, fibroso a largo plazo y posibles tumores hepáticos malignos”.
El doctor Restrepo concluyó que adoptar una alimentación saludable, dejar de lado el sedentarismo y evitar los azúcares refinados, son pasos obligados para tener un hígado funcional y en buenas condiciones.