Lo que comenzó hace once años como un grupo de estudio conformado por tres amigas, Catalina Deeb, Gloria Ayala y Luz Marina Gerena, seguidoras de la filosofía del Swami Sathya Sai Baba, es hoy un sueño hecho realidad. Se trata de un colegio privado y gratuito que cuenta con 98 alumnos de primaria y cuya metodología conocida como Educare, busca la excelencia humana y académica mediante la enseñanza de valores humanos universales tales como la verdad, la rectitud, la paz, el amor y la no violencia. Hoy existen más de 140 instituciones educativas en el mundo con esta pedagogía. Gloria Ayala, fundadora y actual representante legal del mismo recuerda: “Nosotras nos reunimos durante casi tres años a ‘pensar’ el colegio, tanto que nos decían: ¿y qué tanto piensan ustedes el colegio? Pero es que, aunque teníamos la fe y claridad de que el colegio se iba a montar, el hecho de enfrentarnos a los lineamientos de las escuelas Sahya Sai, como el de educar en un ambiente de amor, nos movía a reflexionar y cuestionarnos ¿y cómo se define ese amor?, ¿Cómo lo vamos a trabajar?, mediante el amor en acción, concluimos. Y así, analizando los principios de la filosofía de Sathya Sai llegamos a uno de sus planteamientos centrales que dice que el objetivo de la educación es formar el carácter de los niños para que sean buenos ciudadanos y seres humanos”. Lea también: Así es la educación sexual obligatoria en Alemania De esta forma el proyecto educativo se fue consolidando filosófica y físicamente hasta llegar a construir el edificio en Funza, Cundinamarca, en donde decidieron hacerlo luego de un sondeo previo que identificó las áreas más vulnerables. Hoy el colegio funciona gracias a donaciones que lo apoyan y benefician a estudiantes que provienen de familias de escasos recursos. Para esta metodología es muy importante que los padres estén involucrados en el proceso educativo; por ello una de las condiciones para adquirir el cupo en el colegio es contar con el compromiso de los progenitores para participar activamente en talleres y en el acompañamiento de los hijos en casa. Los docentes son también entrenados en la asimilación e incorporación de los valores humanos y son orientados por un comité ejecutivo que está inmerso totalmente en el proceso.
Sin embargo, si luego del acuerdo Colombia ha experimentado grandes retos en la implementación y construcción de la paz ¿cómo es que este colegio decidió sumergirse en la tarea de enseñar la paz y otros valores en el aula? Al respecto Ayala afirma: “la paz es una condición interna, no es algo que depende de algo exterior y eso los niños lo aprenden a través del silencio, la respiración y la práctica de los valores. Ellos también aprenden la no violencia y la no agresión y saben que nada que los rodea puede ser objeto de violencia, ni los animales, ni las plantas. De igual forma son orientados a ser coherentes en lo que piensan, dicen y hacen”. En el caso de que suceda una trasgresión El colegio contempla todo un proceso en el que a los niños se les induce a identificar sus sentimientos, lo que estaba pensando en el momento de actuar de modo que reconozca el error mediante la comprensión, la reflexión, y no mediante el castigo. La rutina del amor en acción “A mí me gusta el silencio, porque me enseña a relajar el cuerpo y calmar los nervios”, dice un niño de alrededor de 6 años, uno de los nuevos estudiantes de transición del colegio. Esta afirmación bien refleja el énfasis de la pedagogía Educare de estimular el contacto del niño con su interior lo que es posible gracias al ambiente favorable que se construye a su alrededor. Según relata Ayala la rutina en el colegio implica iniciar el día en una asamblea en la que tanto el docente como el niño realizan una “armonización” que consiste en una meditación, en la que la respiración juega un papel clave y conduce a que la persona se estabilice emocionalmente. A veces, durante la jornada, es posible propiciar este momento, con el toque de una campana, ante el cual los niños hacen un pare y un silencio para respirar. Esto se hace cuando hay un conflicto, caso en el que se estimula a reflexionar a cada uno de los participantes a expresar sus sentimientos y a tomar conciencia de sus actos. En este proceso se involucra también a los padres para que no haya castigo sino reflexión alrededor del asunto. Le podría interesar: Educación para el empleo y para una mayor participación Los niños y niñas siempre son inspirados a pensar, hablar y ver lo bueno. En las clases se desarrolla un método directo que implica trabajar un tema mediante una cita, canto, un cuento o trabajo grupal. En el aula los niños trabajan con proyectos cuyo tema ha sido escogido por ellos mismos y alrededor del cual se integran todas las materias. Por ejemplo, al estudiar la huerta se incluyen las áreas de matemáticas, lenguas e historia y los niños viven experiencias relacionadas con el proyecto al salir a conocer una granja.
De esta forma el colegio le apuesta a crear ciudadanos más armoniosos que ayuden a crear el camino que la firma de la paz comenzó. El colegio tiene dos alas, una es la excelencia académica y la otra –de igual peso- es la excelencia humana. En ellas participan padres y maestros. El perfil del maestro en el colegio es muy especial, “si nosotros estamos enseñando valores humanos, una de las condiciones es que ellos deben ser ejemplos en la coherencia. Esto no es fácil, se trata de una construcción día a día, mediante una reflexión disciplinada y amorosa, sin juzgar” afirma Gloria Ayala. Si bien este proceso educativo ha arrojado frutos tangibles en otras partes del mundo, en donde los estudiantes egresados de estos colegios tiene una gran demanda dadas sus cualidades académicas y humanas; en Colombia esta innovación ha logrado que los estudiantes egresados de primaria al ingresar a secundaria en otros colegios, afirmen que la integración, a pesar de enfrentar situaciones complejas, “Es difícil, pero se puede”. En contexto: ¿Cómo mejorar la calidad de la educación en Colombia? El colegio es pues reconocido por procurar la excelencia en los valores humanos y es por ello mismo que esta institución enfrenta hoy el reto de perfeccionar la metodología de forma que se pueda realizar una medición exacta, una cuantificación, de los valores humanos, del ambiente escolar, del compromiso de los padres y maestros. Para ello se encuentra realizando el proceso de certificación del sello de excelencia Europea (EFQM por sus siglas en inglés). Esta experiencia, que ha sido reconocida con el premio Colombia 2020 en la categoría de colegio privado entre 269 iniciativas, por la semilla de paz que siembra en niños, padres y maestros repercutirá, sin dudas, en el mañana de Colombia. Quizás de la forma como lo hiciera una vez la profesora del Montessori, Rosa H. Fergusson en Gabriel García Márquez quien ,además de ganar el premio Nobel de literatura y a pesar de los “Cien años de soledad”, creyó siempre que la paz era posible en su país.