Hablan en alemán, desconfían de las vacunas y, en busca de su desarrollo “mental y espiritual”, se refugiaron en Paraguay, donde se les ofrece vivir en una comunidad cerrada lejos de las “regulaciones” europeas, una meta que no todos alcanzan.
Se llama Paraíso Verde y queda en los alrededores de Caazapá, a unas cuatro horas de Asunción. Al terreno de 16 km cuadrados en medio de las pampas y con un sector boscoso se llega a través de una carretera de tierra. A la entrada hay vigilantes armados.
Algunas viviendas están terminadas, otras aún se encuentran en construcción y hay además alojamientos al estilo de un aparthotel. La sombra es escasa y el calor sofocante, 37 grados Celsius en verano, con una humedad del 60 %.
Paraíso Verde es una “colonia libre” según su página web. Surgió en 2016 por iniciativa de la pareja de austriacos Erwin y Sylvia Annau, “con el sueño de una vida mejor y un futuro fuera de la Matrix”.
Dicen huir de “las tendencias socialistas en todo el mundo” y “la propagación global de implementaciones degenerativas como el 5G, los chemtrails [teoría conspirativa que asegura que hay un programa secreto de los gobiernos para lanzar químicos tóxicos al ambiente desde aviones], el agua fluorada, las vacunas obligatorias y los mandatos sanitarios”. Según ellos, estos fueron sus catalizadores para buscar nuevas posibilidades.
En este lugar con jardín y huerta, rodeados de germanohablantes, Heinz Kloetzner y Gerhild Wichmann, de 72 y 70 años, se sienten cómodos. Sin saber español y sin estar vacunados, esta pareja llegó en octubre de 2020 a Paraíso Verde para alejarse de “las excesivas regulaciones, normas e impuestos” de Europa.
Herbert dice a la AFP que no se han vacunado porque “las vacunas normales no alteran el ADN y la anticovid sí”. Gerhild lo apoya: “Esta nueva vacunación no es normal. Yo creo que es un experimento humano con proteínas”. Exasesora fiscal, también toca el piano y se instaló en Paraíso verde para “descubrir sus talentos”.
Se trata de los pocos habitantes del lugar con los que pudo conversar la AFP durante una visita grabada en video por los encargados del lugar y en la que siempre hubo el acompañamiento de un chofer-guía.
Hay en Paraíso Verde cierta desconfianza con los medios, después de algunos reportajes que los describieron como “consparanoicos”. Erwin Annau, su fundador, declinó varias solicitudes de entrevista de AFP. Parejas jóvenes con niños, cruzadas en las afueras de la escuela –su sistema educativo alternativo cubre de jardín de infantes a la secundaria– tampoco quisieron hablar.
Otro interlocutor autorizado a declarar a la AFP es el alemán Uwe Craemer, a cargo del “centro de salud” y quien se presenta como “médico naturalista”, dedicado a la homeopatía y la ozonoterapia.
“Me fui de Europa porque no quieren alternativas, solo la escuela de medicina. No hay lugar para nosotros”, afirma. Craemer sostiene además que el coronavirus “no es nuevo”, pero ha sido usado para “encerrarnos, castigarnos e imponernos mascarillas”.
Juan Buker, presidente de la compañía Reljuv que administra el lugar, subraya que “muchos de los que vienen acá no quieren vacunarse contra la covid, pero no son antivacunas. La filosofía principal de Paraíso Verde es que estamos en camino a una nueva era, una era de mucha libertad sin libertinaje”.
Decenas de obreros de la construcción hacen fila para ingresar a trabajar en las parcelas de Paraíso Verde, que cuando haya concluido sus obras tendrá capacidad para acoger a 20.000 personas, según su página web. La AFP consultó a varios de ellos, pero se mostraron temerosos de declarar.
La fiscalía paraguaya ha recibido denuncias por estafa, lesión de confianza y seca de los humedales aledaños. “Uno de los (extranjeros) que vinieron los demandó por estafa, por unos 200.000 dólares”, dijo a la AFP el alcalde de Caazapá, Amado Díaz Verón.
En la actualidad, unas 250 personas viven en el lugar, según Buker. Pero algunos colonos, como la pareja de jubilados Waltraud Goetzler y Ulli Fleishhacker, se han ido, pese a que ya habían adquirido su terreno.
“Nos sentimos muy viejos para esperar a que la infraestructura esté lista. Volveremos dentro de cuatro o cinco años, cuando el proyecto tenga más gente, más rutas, más internet, más electricidad, más agua”, dice Goetzler, instalada en una nueva casa a las afueras de Paraíso Verde.
También se marchó Paul Saladin, quien se había propuesto desarrollar la permacultura, pero se encontró con que el desarrollo de canales del lugar “provoca un enorme problema ambiental en Isla Susu”, una zona silvestre protegida.
“Muchas familias se han marchado porque muchas cosas son muy distintas de como lo comunican antes. Nadie tiene una escritura, nadie es realmente dueño de su terreno, y aún así se paga demasiado, cobran precios cuatro o cinco veces más altos que lo normal”, afirmó Saladin, quien se instaló en Colonia Independencia, otro asentamiento de alemanes cercano a Paraíso Verde.
En su página web, Paraíso Verde señala que muchos de los que se han ido de esta colonia “querían seguir viviendo en el viejo sistema” y que, más selectivos ahora, rechazan a un 40 % de los interesados.
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