Recientes estudios han demostrado que el dinero sí compra la felicidad, simplemente porque aquellos con más ingresos económicos tienen más y mejores oportunidades para abastecer sus necesidades, cumplir con sus obligaciones y tomar decisiones que les permitan hacer lo que más les gusta.
De acuerdo con Jon Jachimowicz, docente de la Universidad de Harvard, “el dinero es un bien para llegar a la felicidad, pero que no es la felicidad en sí”. Lo anterior, teniendo en cuenta que el factor monetario brinda calma y control para lidiar con imprevistos, “desde algo tan simple como tener que pedir comida a domicilio hasta un aspecto serio como una hospitalización”.
Una encuesta realizada por el experto a 522 personas con ingresos entre $10 mil a $150 mil dólares, determinó que: el dinero reduce el estrés intenso, pues las personas que devengan un salario alto pueden satisfacer sus necesidades, además de tener mayor control frente a todo tipo de situaciones.
Adicionalmente, Matt Killingsworth, investigador principal de Wharton School for Business de la Universidad de Pensilvania, aseguró que este factor es asociado a la psicología popular, donde la mayoría de personas piensa que “si pueden llegar a algún nivel de ingresos, pueden dejar de preocuparse por el dinero”.
Por su parte, Melisa Chávez Guerrero, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, observó que los resultados de este estudio se relacionan con lo que postula la pirámide de Maslow, pues “si nuestras necesidades básicas están satisfechas, eso nos permite pensar en otras cosas: usar nuestro ancho de banda cognitivo, es decir, nuestros recursos de atención, memoria y procesamiento de información, para otros objetivos que identificamos con el bienestar. Cuando lo básico está cubierto, da tiempo para otro tipo de pensamientos”.
La experta también señaló que “el dinero no lo es todo, pero sí es un factor relevante, ya que vivimos en un entorno capitalista donde nos permite cubrir ciertas comodidades y donde se promueve que gastemos, que mostremos nuestra capacidad de pago, lo cual al final es lo que tiene valor en la sociedad”.
La pirámide Maslow fue propuesta en 1943 por el psicólogo estadounidense Abraham Maslow, que jerarquiza las necesidades humanas y postula que, conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide).
Los cinco niveles de la pirámide son:
- Necesidades básicas o fisiológicas: son las inherentes a toda persona, básicas para la supervivencia del individuo. Respirar, alimentarse, hidratarse y vestirse.
- Necesidades de seguridad: seguridad física (salud), económica (ingresos) y vivienda.
- Necesidades sociales: están relacionadas con el sentimiento de pertenencia y el desarrollo de afecto (familia, amigos, pareja, compañeros del trabajo, etc.).
- Necesidades de estima o reconocimiento: confianza, autorreconocimiento, reputación y éxito.
- Necesidades de autorrealización: es el nivel más alto y solo puede ser alcanzado una vez que todas las demás necesidades han sido satisfechas. En esta etapa el individuo busca su crecimiento personal, por medio de la moral y la creatividad, y libre de prejuicios.
A pesar de que el planteamiento de Maslow sigue presente en libros de texto de psicología, la profesora indicó que “hay teóricos que consideran que se quedó corto, ya que muchas veces las motivaciones que tenemos en la vida no necesariamente siguen la jerarquía que él planteó”.
Falta de dinero genera efecto dominó
Otro estudio liderado por Jon Jachimowicz encontró que las personas con dificultades de dinero sienten vergüenza y que esta solo hace que sus problemas empeoren, en una “espiral de vergüenza financiera”.
Al estar pensando en sus problemas económicos, su desempeño laboral empieza a decaer, y tienen dudas con respecto a las decisiones a largo plazo e incluso sus relaciones sociales se ven afectadas.
En línea con la investigación de Jachimowicz, la profesora Chávez Guerrero agregó: “Hay estudios que revelan que el estrés agudo que provoca la escasez de recursos financieros hace que disminuya el ancho de banda cognitivo; es decir, nuestra atención y procesamiento de información es menor y se ve afectada la memoria. Estas condiciones son un factor para que se viva al día y “solo se piense a corto plazo económicamente hablando”.
A manera de conclusión, Jachimowicz destacó la importancia de que la sociedad actual rechace una idea que se ha ido normalizando: “cuando eres pobre, es tu culpa, y por eso deberías avergonzarte”. El docente argumenta que la pobreza se debe relacionar más a factores ambientales y sociales externos.