Desde hace décadas se ha creído que hay una relación causal entre los momentos de estrés y las grandes ingestas de comida de las personas con trastornos alimenticios.
Sin embargo, un estudio publicado en el Journal of Neuroscience demuestra lo contrario. El trabajo, conducido por expertos de la Universidad de Cambridge, contó con una muestra de 22 mujeres con anorexia, 33 con bulimia y 30 sanas. Las participantes completaron ejercicios aritméticos bajo presión, mientras que recibían pequeños choques eléctricos. Luego las llevaron a un bufet con comida ilimitada y, contrario a lo que esperaban los académicos, aquellas con trastornos alimenticios comieron menos que las demás.
En la sangre de las mujeres con anorexia hallaron niveles altos de grelina, hormona que le dice al cuerpo cuándo tiene hambre, así como el péptido tirosina, una hormona de la saciedad. Las pacientes con bulimia no mostraron diferencias en la sangre. Determinar la relación entre el estrés y los atracones es algo complicado, y, de acuerdo con los autores de la indagación, es importante entender más a fondo cómo funcionan los mecanismos entre el estómago y los procesos cognitivos para ayudar a las personas que sufren de estas enfermedades.
Hongos antidepresivos
Un componente de los hongos podría ayudar a las personas con trastorno de depresión tanto como los antidepresivos. Así lo reportan en la revista The New England Journal of Medicine un grupo de investigadores del Imperial College London, quienes observaron que el componente psicodélico psilocibina reducía rápidamente los síntomas de depresión en las siguientes seis semanas. Esto quiere decir que tuvieron más capacidad de sentir placer, bienestar y menos ansiedad.
Los participantes del estudio recibieron una alta dosis de esta sustancia, que produce experiencias profundas a las que la gente considera existenciales, místicas o espirituales. Aunque la teoría es interesante, requiere de más indagación para que los hongos sean un tratamiento convencional.
En cuarentena el tiempo vuela
Durante las cuarentenas, algunas personas tienden a sentir que el tiempo está avanzando más rápido que antes, aunque para otras ocurre lo contrario: parece como si las manecillas del reloj no se movieran. Warrick Roseboom, experto en ciencia cognitiva de la Universidad de Sussex, investigó el tema y concluyó que cuando los individuos se refieren al encierro, usualmente lo hacen mirando hacia atrás y pensando en lo largo que se sintió.
En el momento en que alguien mira una olla, esperando que el agua hierva, inevitablemente sentirá que el tiempo es eterno; pero cuando se observa en perspectiva, realmente no lo fue. Algo similar pasa con la cuarentena.
Por su parte, Peter Tse, profesor de neurociencia cognitiva de Dartmouth College en New Hampshire, considera que quienes sienten que el tiempo ha volado en medio de las restricciones están mostrando una señal de esperanza, pues significa que no están prestándoles tanta atención al reloj y al calendario como el año pasado, y podría indicar que están más enganchados con la vida.
El efecto de la viudez
La pérdida de la pareja puede afectar la salud, especialmente cuando el vínculo ha sido bueno y prolongado. Es el caso de la relación conyugal de la reina Isabel II y el príncipe Felipe, que duró más de 70 años. A raíz de su situación, ha revivido el tema del síndrome del corazón roto, una cardiomiopatía producida por el estrés que produce una ruptura o la muerte de un ser amado, de la cual la mayoría se recupera.
Muchos de quienes la padecen son mujeres, en especial aquellas con historial de problemas de salud mental y otros trastornos neurológicos. El asunto se asocia directamente con el efecto de la viudez, otro evento extraño por el cual el riesgo de morir de una persona mayor incrementa entre 30 y 90 por ciento en los primeros tres meses después de la muerte de su pareja. Luego de este periodo, el peligro se reduce a 15 por ciento en los meses siguientes.