En marzo 13 de 2017 Jason Rosenthal se convirtió en uno de los viudos más famosos de Estados Unidos. Su nombre había saltado a la fama 15 días antes, en San Valentín, cuando su esposa Amy Krouse Rosenthal publicó en el diario The New York Times un ensayo que tituló ‘You May Want to Marry My Husband’ (Usted podría querer casarse con mi marido). Comenzaba así: “He estado casada con el hombre más extraordinario por 26 años. Quería otros 26 más”. Un cáncer de ovario arruinaba esos planes de la periodista, escritora de libros infantiles y cinematógrafa con el apuesto abogado y desarrollador de proyectos inmobiliarios. Una pareja feliz radicada en Chicago, con tres hijos ya grandes.

El texto de Amy tuvo 5 millones de visitas y sacó a Jason del anonimato. Lo escribió mientras recibía cuidados paliativos en su casa, para morir al lado de su familia. La morfina le daba mucho sueño y, sin poder comer sólidos, tenía poca energía para cualquier tarea. Entre cortos ratos de lucidez logró terminarlo poco antes de morir, todo con un solo propósito: conseguirle esposa a su marido. En realidad le hacía un homenaje en vida y le deseaba mucha felicidad cuando ella ya no estuviera en este mundo. “¿Les he dicho que es muy buen mozo?”, escribió en este ensayo en el que señala otras grandes cualidades de Rosenthal como su bondad, su talento para la pintura y sus habilidades como padre. “Es fácil enamorarse de él. Yo lo hice en un día”, relató en el artículo. Cuando ella murió, Jason n su ausencia hizo cambios drásticos en su vida, como bajar la intensidad de su trabajo y crear una fundación para luchar contra el cáncer de ovario. Con esta carta de despedida le estaba permitiendo, con gran amor y generosidad, pasar el resto de su vida con otra mujer. Por eso, al final de ese escrito, Amy dejó intencionalmente un espacio en blanco para que Jason y su futura esposa escribieran una nueva historia de amor.

Tres años han pasado desde entonces, cuando Amy murió a los 51 años. Jason, hoy de 55, relata que le tocó ser “ese marido” que tuvo que llorar públicamente la muerte de su esposa. Con su ausencia hizo cambios drásticos en su vida, entre ellos, bajar la intensidad de su trabajo; encerrarse con sus tres hijos, de 23, 25 y 27 años, para hacer el duelo; y crear una fundación para la lucha contra el cáncer de ovario con el nombre de Amy. También dio una charla TED para contar las lecciones de su duelo, que propiciaron más conversaciones en Estados Unidos. En esta conferencia recomienda a las parejas hablar de la muerte sin tapujos, no cuando haya un moribundo en casa sino en momentos de salud. Dice que muchos idealizan la idea de morir en casa, pero que a él la imagen de ella disminuida y agonizando en su cama lo persigue hasta hoy.

El artículo de Amy Krouse Rosenthal, a pocos días de morir, resultó tan conmovedor que lo leyeron 5 millones de personas en el mundo. Recientemente, luego de tres años de la muerte de Amy, de su suegro y de su padre, Jason escribió el libro My Wife Said You May Want to Marry Me, en el que habla de duelo, pérdida, dolor y resiliencia, temas en los que hoy se siente todo un experto. En él cuenta que cuando Amy publicó el artículo, estaba demasiado devastado como para apreciar su carta de despedida en su dimensión. Pero tiempo después el impacto de esas palabras fue mucho más profundo y rico de lo que pensó inicialmente. Solo posteriormente le dieron un respiro y hasta le arrancaron sonrisas. Jason vendió los derechos de la historia de Amy a Hollywood, aunque el proyecto aún no tiene director y está parado por cuenta del coronavirus. En total recibió 300 propuestas de mujeres que destacaban sus virtudes hasta en ocho páginas. Algunas llegaron decoradas con pegatinas, como si se tratara de adolescentes. “Las cartas llegaron de todas partes del mundo. Una señora me dijo que se casaría conmigo cuando estuviera listo, pero la única condición era que no podía tomar alcohol”, dice. Otra le contó, como si fuera a cautivarlo inmediatamente con ese detalle, que sabía chequear el radiador del carro. Sin embargo, la más conmovedora fue la de un niño, que escribió: “Quisiera postular a mi mamá…”. También enviaron mensajes de compasión y con consejos para superar la tristeza. “Me di cuenta de que el mundo lloraba conmigo”.

En este tiempo Jason vendió los derechos de la historia de Amy a Hollywood, aunque el proyecto aún no tiene director y está parado por cuenta del coronavirus. Así mismo, se dedicó a viajar con sus hijos y se dio permiso para estar feliz a pesar de que en el fondo estaba destrozado sin Amy. Pero eso era lo que ella quería: que siguiera su vida adelante y fuera feliz sin ella. Jason encontró a otra mujer. Sin embargo, no habla mucho de ella, excepto para describir que tiene los ojos color miel, que parece su gemela y que le ha cambiado la vida. Antes se veía juzgado por el mundo; no obstante, con ella se ha dado cuenta de que puede ser feliz. Y ese es el mejor legado que esos 30 años con Amy podían dejarle. Ahora tiene el desafío de seguir escribiendo esa nueva vida que comenzó sin ella hace tres años. En cierta manera el libro es un tributo a su esposa, un mensaje de agradecimiento por su amor infinito y una declaración de lo que ha pasado sin ella, como si aún Amy pudiera leerlo. De esta experiencia Jason admite que aprendió que una pérdida es una pérdida. Así sea de un divorcio, salir de un trabajo, la muerte de una mascota o de un ser querido, a todos les espera el mismo camino de duelo.

“He pasado por todas las emociones. He vivido en las profundidades de la tristeza pura y absoluta, y estoy armado con eso”. Pero, como toda historia, la suya también tiene un final, que es la resiliencia. Y es, en parte, porque en su caso hubo algo especial, ese espacio en blanco que Amy le dejó para llenar libremente. “Era la libertad y el permiso para escribir mi propia historia”. Él le devuelve la pregunta a sus lectores: “Aquí está su espacio libre. ¿Cuál será el suyo?”.