Hernán  Darío el ‘Bolillo’ Gómez les repetía con frecuencia una misma recomendación a los futbolistas que entrenaba antes de cada partido: que jugaran “tensionadito bacano”. Esta expresión, que hizo carrera dentro y fuera de las canchas, era una forma de decirles que usaran el estrés como energía para ganar. La ciencia ahora le está dando la razón al director técnico paisa. Los estudios más recientes muestran que la mejor manera de manejar el estrés es aceptarlo en lugar de minimizarlo. La voz líder en el tema es Kelly McGonigal, una psicóloga y conferencista de la Universidad de Stanford que, como el resto del mundo, hasta hace poco defendía la idea de que el estrés era uno de los más grandes enemigos para la salud, que puede desde causar depresión hasta aumentar el riesgo de enfermedades del corazón. “Enseñé, investigué y escribí libros con una sola idea: el estrés es tóxico”. En 2004, sin embargo, un estudio le cambió su forma de pensar. La investigación comenzó en 1998 en Estados Unidos con 30.000 adultos a los que se les preguntó si pensaban que el estrés era malo para la salud. Ocho años después, los científicos encontraron que quienes lo consideraban dañino incrementaron su riesgo de morir en 43 %. Por el contrario, quienes lo consideraron positivo registraron la más baja tasa de muerte de todos los participantes. Desde entonces otras investigaciones han probado que la actitud frente al estrés es crucial para enfrentar cualquier situación. Una de ellas fue realizada por la psicóloga Alison Wood Brooks, profesora de la Universidad de Harvard, con 140 personas, cada una de las cuales debía decir un discurso. A un grupo Brooks le dijo que se relajara con un método de autosugestión que consiste en repetir la frase ‘estoy calmado’. Al otro le indicó que se dijeran a sí mismos: ‘estoy entusiasmado’. Al final del experimento estos últimos fueron más persuasivos, confiados y versados en sus charlas. “Con ese cambio de mentalidad su ansiedad se transformó en energía que les ayudó a desempeñarse mejor bajo presión”, dice McGonigal, quien acaba de lanzar su libro The Upside of Stress, algo así como Las ventajas del estrés. Este tipo de estudios se ha replicado con estudiantes que deben presentar un examen o ejecutivos que deben exponer un proyecto y en todos ellos se ha visto el mismo resultado: en lugar de rechazarlo, asumir el estrés en momentos difíciles estimula la confianza y mejora el desempeño. “Cuando uno deja de resistirse a él, se convierte en combustible”, explica. Según Ariel Alarcón, el estrés es una reacción corporal normal, como la fiebre o el dolor, y funciona como “un indicador de que se requiere superar una situación desafiante”. McGonigal agrega que no se puede ignorar porque la gente no se estresa por cosas que no le interesan, y en ese sentido “no sería posible tener una vida significativa sin él”. Esa relación entre la tensión y la felicidad se conoce como la paradoja del estrés.Para entender mejor el fenómeno, un grupo de investigadores de Gallup World Poll les preguntó en 2006 a 125.000 personas de 121 países si habían sentido mucho estrés el día anterior. En promedio el 33 % respondió que sí. Pero al observar los índices por país, los científicos notaron que a medida que subía el promedio de estrés, mejoraban los índices de bienestar. En contraste, países como  Mauritania, con un promedio del 4 % de estrés, tenían altas tasas de corrupción, pobreza, hambre y violencia. Para contrastarlo, los investigadores observaron la relación del estrés con otras emociones. En términos generales, la gente que sintió mucha tensión en un determinado día también estuvo brava, deprimida y preocupada. Pero la sorpresa fue encontrar que la gente que vive en países con altos niveles de estrés reportó más satisfacción, felicidad y amor en sus vidas. “Los más infelices eran personas con una notable falta de estrés”, dice la autora. Lo que esto significa, según ella, es que tener una vida feliz sin estrés es imposible, así como abolirlo de la existencia no garantiza la felicidad. Otros trabajos señalan que  quienes han experimentado eventos muy estresantes en el pasado o han estado muchas veces bajo la presión del estrés tienden a considerar significativas sus vidas. Todo parece indicar que el estrés es una consecuencia inevitable de perseguir sueños y conquistar metas. “En lugar de ser un indicador de problema, es el barómetro de que el individuo está comprometido en actividades y relaciones significativas”. El problema aparece cuando se vuelve crónico y a pesar de que la situación de tensión termina, la persona no logra calmarse. “La gente siempre oye hablar de este tipo de estrés, que es el más nocivo”, dice Alarcón. McGonigal afirma que el estrés malo se da cuando se juntan tres elementos: una sensación de incompetencia e ineptitud que genera aislamiento y un sufrimiento carente de sentido. La novedad es que por primera vez se está estudiando a profundidad el lado positivo del estrés y la manera de usarlo para lograr mayor productividad y mejores resultados. Lo que hoy se sabe es que “el estrés malo es muy negativo, pero el bueno es muy positivo”, dice Alarcón. Hay dos formas de reacción fisiológica ante una situación difícil: luchar o huir. No obstante, se creía que ese tipo de respuesta era inapropiada para las necesidades de hoy, pues la gente no se enfrenta a mamuts ni animales peligrosos sino al desempleo y las rupturas sentimentales, para lo cual muy poco sirven estas dos alternativas. Según McGonigal, la respuesta al estrés ha evolucionado para encajar en el mundo actual. Y en situaciones que no son de vida o muerte, como una presentación, una entrevista de trabajo o una dificultad amorosa, hay una forma alternativa de enfrentar la situación y es crecer frente al reto. Cuando se acepta el estrés como la energía para sobrellevar una situación difícil, tiene muchas ventajas: menos cansancio emocional y mejores logros en las metas que originan la tensión. Además se ha visto que estas personas previenen el síndrome de burn out o quemado en trabajos muy exigentes, como lo demostró un estudio en Alemania en 2014. Se ha observado además que los pacientes de estrés postraumático que tuvieron una respuesta física significativa durante la situación tienen más probabilidades de recuperación rápida. El estrés también fomenta la conexión con las demás personas, porque cuando se ve de esta forma se libera oxitocina, una hormona que aumenta los sentimientos de amor y apego. Hay una línea muy delgada entre tensión y excitación. Para estar en el lado correcto, ella ofrece tres consejos: el primero es aceptar el estrés, lo que implica reconocer las reacciones que produce en el cuerpo. El segundo paso es darle la bienvenida a esa sensación, especialmente si está asociada a algo que le interesa. Por último recomienda gastar la energía que da el estrés en la situación que tiene en frente y no en tratar de calmarlo. McGonigal dice que la gente que lo usa de esta manera “siente que todo fluye y se involucra en lo que hace. Se siente más enfocada y con menos miedo”. Sin duda, una descripción muy parecida al concepto de “tensionadito bacano” del que hablaba Gómez. Dos caras de la moneda Aunque la gente le huye al estrés, los nuevos estudios muestran que este viene en dos presentaciones. Estas son las diferencias más notables entre ambos. Estrés bueno • Es agudo y dura minutos u horas • Demuestra responsabilidad y autonomía • Implica alta eficiencia física y mental Estrés malo • Es crónico y dura días y años • Es indicador de bajo estatus y poco control • Puede producir hipertensión, infarto y derrame cerebral