Desde que se inició el brote del nuevo coronavirus en Wuhan, China, los expertos notaron que los hombres tenían más alto riesgo de morir que las mujeres, y esa tendencia se mantuvo a medida que el virus traspasó fronteras. El tema ha causado interés, y las explicaciones apuntan a que, probablemente, ellas tienen un sistema inmune más robusto.

Para Sharon Moalem, un médico autor de varios best sellers, eso no resulta extraño. La gente siempre ha creído que los hombres son el sexo fuerte, pero en su nuevo libro, The Better Half, este autor ofrece evidencia científica suficiente para contradecir esa noción. En realidad, sucede lo opuesto.

Las mujeres, según él, tienen una superioridad genética que las lleva a vivir más que ellos, a soportar las enfermedades mejor y a sufrir menos problemas de aprendizaje. Esto se debe a que cuentan con mejores defensas inmunológicas. En el momento de la concepción, todos reciben un cromosoma X de la madre a través del óvulo, y uno X o uno Y del padre mediante el espermatozoide. De ese momento azaroso resulta el género del feto. Según el autor, al obtener dos cromosomas X, uno del padre y otro de la madre, ellas ganan una lotería genética que les permite desarrollar un sistema inmune más agresivo y mejor dotado a la hora de luchar contra bacterias, patógenos y hasta células tumorales. Los hombres no tienen ese lujo, pues solo cuentan en su material genético con un cromosoma X, el que heredaron de la madre. Esa ventaja comienza desde el útero, y al momento de nacer ya está totalmente activada. Moalem cuenta que, en el hipotético caso de que una pareja de mellizos de ambos sexos nazca prematuramente, los varones tendrán menos probabilidad de sobrevivir, a pesar de recibir la misma atención en las unidades de cuidados intensivos neonatales. Además de eso, las niñas mueren en menor proporción que los niños durante la infancia, y de grandes sufren menos casi todas las enfermedades. También se recuperan más pronto de una herida.

El efecto dura toda la vida y los estudios lo demuestran aun después de controlar variables como los riesgos que asumen los hombres por su comportamiento y el suicidio. “Desde el comienzo, ellas están destinadas a vivir más sin importar los retos que nos depare la vida”, dice el autor. Las mujeres viven, en promedio, entre cuatro y siete años más y ese rasgo es más marcado a partir de los 85. A esa edad, ellas sobrepasan en número a los hombres en una proporción de dos por uno. A pesar de que nacen 105 niños por cada 100 niñas, al llegar al centenar de años hay cuatro mujeres por cada hombre. A los 110 esa cifra es de 19 mujeres.

La ventaja se expresa asimismo en la forma como ellas afrontan las enfermedades. Por ejemplo, tienen menos riesgo de desarrollar cáncer, y si lo llegan a tener, cuentan con más probabilidades de sobrevivir, pues responden mejor al tratamiento. “En total, los hombres mueren más de este mal al año”. Como si fuera poco, los genes en el cromosoma X están relacionados con la visión a color; por eso, ellas aprecian millones de sombras y tonos que ellos y casi nunca sufren de daltonismo.

Una evidencia de la ferocidad de ese sistema inmune son las vacunas, que dejan en las mujeres más cicatrices que en los hombres porque sus defensas se activan más ante nuevos patógenos. Eso conlleva una consecuencia negativa, pues al tener ese sistema recargado son más propensas a enfermedades autoinmunes, en las que el cuerpo ataca a las propias células y tejidos.

Esa sería solo una excepción. En todo lo demás, ellas son superiores, hasta en el aprendizaje, ya que la evidencia científica muestra que ellos tienen más trastornos de este tipo que las mujeres. También explicaría la diferencia en comportamientos agresivos y otros trastornos de esta índole. La razón por la cual tener dos cromosomas X las hace superiores es un misterio. Los cromosomas germinales vienen en pares, pero, según Moalem, el Y es más bien “triste y atrofiado”, pues cuenta con solo unos pocos genes. En general, poseer dos cromosomas X frente al par XY marca una gran diferencia entre mujeres y hombres. El problema para ellos, según advierte el autor, es que, si uno de los genes de su cromosoma X está averiado, los hombres sentirán los efectos completos de esa falla, debido a que está en el ADN de todas sus células.

Las de una mujer, por el contrario, tienen opciones en estas circunstancias porque al contar con dos cromosomas X disponen de diferentes versiones de genes que apoyan al sistema inmune, así como una caja de herramientas más amplia que las hace más resistentes a la amenaza de gérmenes. “En caso de que haya un gen que falla en un par del cromosoma, el cuerpo usa la información del gen copia que está en el otro par. El cromosoma Y no puede hacer eso. Eso les da a ellas una posibilidad mayor de respuesta ante una enfermedad”, dice. También manifiesta que las células B que producen anticuerpos actúan más pronto en el organismo femenino, por lo cual este encuentra mejores defensas ante posibles amenazas biológicas. Eso también explicaría la desventaja del cerebro masculino, al cual Moalem considera más susceptible de padecer desórdenes del espectro autista. Sin embargo, en este punto su tesis ha recibido más críticas, pues varios libros recientes niegan que existan diferencias significativas entre ambos cerebros. Algunos refutan su tesis al decir que el vínculo entre el cromosoma X y el autismo no está del todo comprobado. Y aunque esta enfermedad está relacionada con la genética, los genes más relevantes están en todos los cromosomas y no solo en el X.

Moalem, sin embargo, acierta en un punto: al tratar a los dos sexos de la misma manera, la ciencia ha desconocido ciertas diferencias fisiológicas que no se pueden ignorar. Muchos estudios clínicos y en ocasiones las dosis establecidas para tratamientos farmacológicos toman como estándar el organismo del hombre. En ese sentido, el experto hace un llamado para que la medicina, tradicionalmente dominada por ellos, no pase por alto las necesidades de las mujeres.

En efecto, este desconocimiento ha llevado a la ciencia a muchas equivocaciones como creer durante siglos que la glándula de Skene no tenía mayor función, cuando en realidad explica la eyaculación de las mujeres durante el orgasmo. Solo hasta 2002 la bautizaron como la próstata femenina. Moalem no pretende decir quién es mejor, sino contar que ellas tienen una ventaja indiscutible en sus cuerpos.