Cuando tenía 8 años, Jo Cameron se partió el brazo, pero nadie, ni siquiera ella misma, se enteró, porque no le dolió. De grande, cuando tuvo a su hijo, resistió el parto sin anestesia peridural. Solo sintió un leve cosquilleo, dice, lo que la llevó a pensar que las demás parturientas exageraban. Muchas veces se quemó con la plancha, pero otros le advirtieron de sus heridas. Cuando requirió un reemplazo de cadera, a los 65 años, los médicos se sorprendieron de que, a pesar del desgaste de la articulación, que a cualquiera le impediría caminar del dolor, ella seguía andando como si nada. Tiene además un gen que le hace ser olvidadiza, pero tampoco sufre miedo o ansiedad. Pero solo hace cinco años, cuando le hicieron una cirugía de mano para la que no necesitó anestesia, Cameron entendió lo excepcional que era. En esa oportunidad el médico tratante le ordenó un examen genético en University College London. Y luego de más estudios, por primera vez identificaron dos mutaciones genéticas que explicarían su caso. La primera disminuye la actividad de un gen conocido como FAAH, encargado de hacer una enzima que metaboliza la anandamida, químico que produce la sensación de dolor. La segunda es un pedazo faltante de ADN que modula el gen anterior. Cuando se presentan ambas mutaciones, como en el caso de Cameron, desactivan por completo el FAAH. Lea también: ¿Por qué es tan difícil medir el dolor? Esto hace que Cameron tenga el doble de anandamida en su organismo que el resto de seres humanos. Por eso, la envidian más de tres millones de personas que viven en el mundo con dolor crónico. Como si eso fuera poco, también encontraron que las heridas de Cameron sanan pronto y, más importante aún, que ella nunca ha sentido angustia o tristeza. Cameron no recuerda haberse irritado o preocupado por algo, y en una prueba de ansiedad tuvo 0 de 21 puntos posibles. Como no se conocía un caso así, los expertos esperan que Cameron se convierta en una pieza crucial. Esto indica que el cerebro procesa el dolor físico y el emocional de manera similar. Según James Cox, coautor del trabajo, publicado en la revista British Journal of Anaesthesia, la ausencia de ansiedad tiene que ver con menos actividad de los receptores cannabinoides, calmantes naturales que el cerebro activa en situaciones de estrés. Estudios han mostrado que al bloquear estos receptores, la angustia aumenta. En contexto: Los mitos del dolor lumbar Algunos expertos consideran que estos dos sistemas se superponen en el cerebro, a tal punto que resulta común que personas en tratamiento con acetaminofén sientan menos dolor emocional ante el rechazo social. Además de esto, hay evidencia de que quienes tienen más sensibilidad al dolor físico también la tienen para el dolor emocional y por ende, son más susceptibles a sufrir por el rechazo. “Si tiene ansiedad, la percepción de dolor será mayor”, dice Adam Woo, experto en dolor del King’s College Hospital en Londres. “Si dos pacientes tienen el mismo tipo de herida, aquel con más ansiedad tiende a quejarse más”, dijo al diario The New York Times. Como no se conocía un caso así, los expertos esperan que Cameron se convierta en una pieza crucial para conocer más acerca del dolor y desarrollar calmantes más efectivos. Una teoría • La ausencia de dolor en Cameron estaría relacionada con una actividad incrementada de los receptores de cannabinoides, calmantes naturales que ayudan a aliviar el dolor f?sico y emocional.