Una de las patologías que suele aparecer con el pasar de los años es el alzhéimer, un tipo de demencia causada por problemas con la memoria, el pensamiento y el comportamiento, donde se pueden llegar a perder las habilidades cognitivas.
De acuerdo con Alzheimer’s Association, esta enfermedad es responsable de un 60 a un 80 % de los casos de demencia y, aunque muchas personas la relacionan solamente con el envejecimiento, también puede aparecer en personas menores de 65 años.
De hecho, la organización en mención señala que aproximadamente 200.000 estadounidenses menores de 65 años tienen enfermedad de Alzheimer de inicio precoz.
En cuanto a la sintomatología que se puede presentar, la señal más temprana que puede alertar sobre esta enfermedad es la dificultad para recordar información recién aprendida, pues los cambios ocasionados por el alzhéimer generalmente inician en la parte del cerebro que afecta el aprendizaje.
De esta manera, a medida que esta patología avanza, se agravan los síntomas y pueden surgir los siguientes:
- Desorientación.
- Cambios en el humor y el comportamiento.
- Confusión cada vez más grave en relación con eventos, horas y lugares.
- Sospechas infundadas sobre familiares, amigos y cuidadores profesionales.
- Dificultad para hablar, tragar y caminar.
Sin embargo, una investigación científica encontró una asociación entre el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer y la pérdida temprana del olfato. El estudio fue publicado esta semana en la prestigiosa revista académica ‘Neurology’, de la Academia Estadounidense de Neurología.
Lo que los científicos hallaron es que los individuos que tenían una variante genética particular que se relaciona con el desarrollo de alzhéimer también podían perder la capacidad para identificar distintos olores, antes que otras personas sin esa misma variante genética, conocida como APOE e4.
“Evaluar la capacidad de una persona para detectar olores puede ser una forma útil de predecir futuros problemas cognitivos”, mencionó uno de los autores del estudio, Matthew S. GoodSmith, de la Universidad de Chicago, quien a su vez fue citado en el comunicado de la Academia Estadounidense de Neurología.
“Aunque se necesita más investigación para confirmar estos hallazgos y determinar qué nivel de pérdida del olfato predeciría el riesgo futuro, estos resultados podrían ser prometedores, especialmente en estudios que tienen como objetivo identificar a las personas con riesgo de demencia en las primeras etapas de la enfermedad”, agrega el investigador.
Además, se conoció que los autores del estudio usaron una encuesta para evaluar qué tan efectivo era el olfato de unas 850 personas: no solo se fijaron en la capacidad para saber que había un olor nuevo, sino en la posibilidad que tenían de distinguir cuál era cada olor.
“Las pruebas se administraron a intervalos de cinco años. Las habilidades de pensamiento y memoria de las personas también se evaluaron dos veces, con cinco años de diferencia. Las muestras de ADN dieron a los investigadores información sobre quién portaba el gen asociado con un mayor riesgo de alzhéimer”, afirmó la Academia Estadounidense de Neurología en su comunicado.
Las conclusiones indican que el nervio olfativo es el único nervio craneal directamente expuesto al medioambiente. Así, las células que detectan olores se conectan directamente con el bulbo olfatorio en la base del cerebro, exponiendo potencialmente el sistema nervioso central a peligros ambientales como la contaminación o los patógenos.
Por este motivo, los déficits olfativos son a menudo un signo temprano de párkinson o de alzhéimer y se agravan con la progresión de la enfermedad.
Perder la capacidad de oler puede tener un impacto sustancial en el estilo de vida y el bienestar, dice Pinto, especialista también en enfermedades de los senos nasales y miembro de la Sección de Otorrinolaringología-Cirugía de Cabeza y Cuello en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chicago.