Este domingo 29 de mayo se lleva a cabo la primera vuelta presidencial en Colombia. En un contexto marcado por la desinformación, la polarización y un ambiente de desprestigio entre las diferentes campañas, pocas personas se preguntan cuál es el rol de los sesgos cognitivos a la hora de votar.

En el proceso preelectoral para definir el sufragio, la mayoría de votantes prefieren apelar a sus sesgos cognitivos ―muchas veces de manera inconsciente― para definir quién será el elegido. Según detalló la catedrática de psicología de la Universidad de Deusto (España), Helena Matute, en conversación con el diario El País, los ciudadanos son víctimas de los sesgos cognitivos que se traducen en las interpretaciones ilógicas de la información que consumen.

“Más que errores, son atajos, mecanismos que usamos cada día y que funcionan muy bien para tomar decisiones rápidas, pero que a veces nos llevan al error”, explicó Matute.

Dicho esto, hay cuatro tipos de sesgos que priman cuando se llega a las urnas. El sesgo de confirmación, el efecto halo, el sesgo de atribución y el sesgo de anclaje.

El sesgo de confirmación puede definir el voto porque se elige a la persona con base en la ratificación de las creencias e ideologías propias. En este sesgo “reunimos la información que consumimos de forma selectiva y dejamos de lado el análisis de otras fuentes o evidencias que pueden contradecir nuestros juicios políticos”, escribió el profesor de la facultad de psicología de la Universidad de la Sabana, Juan Guillermo Sandoval.

El de anclaje aborda las primeras impresiones. En esa medida, la primera información que una persona tenga sobre los candidatos es la que más pesa a la hora de valorarlos. “Es la tendencia a apegarnos a la información inicial de nuestro candidato o el partido que representa y, por ende, a no ajustar el criterio de decisión con la información posterior que nos llegue”, añadió el doctor Sandoval.

El efecto halo consiste en generalizar las cualidades de un candidato basado en una sola característica positiva. En muchos casos, este sesgo está relacionado con el aspecto físico: se cree que al ser atractivo(a), por defecto, es una buena persona.

Finalmente, el sesgo de atribución define la escogencia de un candidato basado en nuestra propia inteligencia, pero se subestima la elección del otro porque se asume que está equivocado y lleno de prejuicios.