El pasado 30 de septiembre se conmemoró el Día Mundial de la Sordera, una fecha impulsada por la Federación Internacional de Personas Sordas para crear conciencia en la sociedad frente a los problemas, las necesidades y los derechos de esta comunidad.
Además, se busca impulsar la detección temprana de hipoacusia infantil, que ocasiona la incapacidad de un bebé para oír los sonidos por debajo de cierto nivel.
La hipoacusia, sordera o deficiencia auditiva es un trastorno sensorial que consiste en la incapacidad para escuchar sonidos, y que dificulta el desarrollo del habla, el lenguaje y la comunicación.
En términos generales, la sordera es un padecimiento que crece con los años. La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que actualmente existen 430 millones de personas que tienen pérdida de audición discapacitante y requieren rehabilitación y eso equivale al 5 por ciento de la población de todo el planeta. También se estima que para 2050 la cifra subirá a 700 millones.
En Colombia, según el Ministerio de Salud, cerca de cinco millones de personas presentan problemas auditivos. Esto equivale al 11 por ciento de la población del país, aunque la proporción aumenta a 14 por ciento en la población activa entre los 25 y los 50 años. Aun así, solo tres de cada diez personas buscan ayuda y acuden al especialista.
¿Pero qué dicen los pacientes con esta condición? ¿Cómo llevan sus vidas? El caso de Gerardo Cubides muestra que, a pesar de cualquier discapacidad, son mayores las ganas de llevar una vida normal. Se trata de un bogotano de 60 años, quien a pesar de padecer el síndrome de Usher, una enfermedad genética poco común que afecta tanto la audición como la visión de una persona, se transporta sin problema en Transmilenio, trabaja en una oficina de ingeniería y difunde su testimonio de vida en conversatorios de distintas universidades en el país. Incluso, ha representado a Colombia en el Congreso Latinoamericano de Personas con Sordoceguera.
“En los primeros años de vida me comunicaba con mi mamá a través de lenguaje de señas. Después, tuve un audífono, pero después no podía escuchar bien por la enfermedad y en 2012 fui candidato a un implante coclear que me dio la Nueva EPS, duré tres años en terapia, aprendí a escuchar, a vocalizar y a expresarme, así como los sonidos de los carros, del medio ambiente, oír música y otras cosas”, relata Cubides.
Lo mismo ocurre con Nicolás García, quien a los cinco años le descubrieron una sordera bilateral profunda. Aún con esa limitación, hoy, a sus 29 años, es chef de la institución La Salle College y después se convirtió en pastelero en una escuela de Italia.
“No fue fácil vivir sin oír porque no lograba seguir todas las conversaciones. Por eso, de niño y adolescente me enfoqué en leer mucho en mis tiempos libres o hacer deporte. Es una condición que genera aislamiento social”, cuenta.
Nicolás primero escuchaba a través de audífonos. Luego, su condición empeoró y a los 19 años tuvo que recurrir al apoyo de expertos, quienes, como a Gerardo, le dijeron que era candidato a tener un implante coclear de fabricación austriaca para pasar de un mundo de silencio a un dispositivo que contribuye a reemplazar al oído, de tal manera que una persona sorda pueda volver a escuchar y llevar una vida normal. En ambos casos, los dispositivos les permitieron hacerse procedimientos con resonancias magnéticas a tres teslas para exámenes de tomografía; mejor dicho, podían atender sus procedimientos de salud sin líos.
“Gracias a la tecnología de los implantes cocleares, un paciente que tiene hipoacusia puede recuperar o tener audición normal. Hoy, quien no tiene un buen beneficio con audífonos debe saber que hay algo más potente y que está recuperando el sentido de la audición. Los pacientes pueden disfrutar de la televisión, nadar y disfrutar los sonidos de la vida”, comenta Lina Rubio, audióloga de la zona norte de América Latina de MED-EL.
En Colombia, los problemas de pérdida de audición están principalmente asociados a la exposición al ruido de los reproductores cerca del oído, al tráfico, el alcohol, los medicamentos y las drogas. En adultos, las dos causas más comunes son el ruido y el envejecimiento.