No tener nada que hacer aburre. Todos, sin excepción, lo han experimentado en el transcurso de sus vidas, y con el encierro esa sensación puede exacerbarse. A menudo muchos lo perciben como una pérdida de tiempo, talento o energía, y por eso puede resultar estresante. Sin embargo, en la última década varios científicos han descubierto que aburrirse juega un papel fundamental en la vida. Una de ellos, la psicóloga Sandi Mann, autora del libro El arte de saber aburrirse, asegura que este estado emocional sirve para que las personas piensen diferente y encuentren soluciones innovadoras. “Debemos aburrirnos; si lo hacemos, entonces todo es estimulante”, explica.
Algo similar afirma el investigador y profesor de filosofía Andreas Elpidorou en un artículo de la revista Frontiers in Psychology que recopila múltiples investigaciones. Según el experto, el aburrimiento actúa como un estado regulador que mantiene a cada individuo en línea con sus proyectos. “En ausencia de él, quedaríamos atrapados en situaciones insatisfactorias y perderíamos muchas experiencias gratificantes a nivel emocional, cognitivo y social. El aburrimiento es tanto una advertencia de que no estamos haciendo lo que queremos hacer como un empujón que nos motiva a cambiar metas y proyectos”, escribe.
Los beneficios del aburrimiento La muy aburrida crisis actual por el coronavirus puede ofrecer una oportunidad única e irrepetible para que la humanidad explore su lado más creativo y compasivo. La teoría de ambos tiene fundamento. Un estudio realizado en 2011 por la Universidad de California y el Instituto de Ciencias Cognitivas y Cerebrales Humanas de Alemania demostró que cuando la mente de un individuo divaga y no piensa en lo que sucede a su alrededor, reflexiona más sobre su futuro. Este proceso, conocido como planificación autobiográfica, lleva a la gente a planear y anticipar sus metas mientras sueña despierto, y esos espacios dubitativos aparecen con frecuencia en el aburrimiento. Soñar despierto sobre ese futuro, incluso, puede volver a las personas más productivas, como ya lo demostró un análisis de la Universidad Bar-Ilán, Israel. La chispa que genera en la creatividad también está demostrada. La propia Mann descubrió en 2016 que experimentar la dosis adecuada de tedio estimula la mente para reaccionar mejor a futuros desafíos. En su experimento les encargó a los participantes algunas tareas y luego les pidió usar su pensamiento creativo. Aquellos que tenían las más aburridas, como leer la guía telefónica, plantearon los usos alternativos más interesantes para los vasos de plástico, una prueba estándar de pensamiento divergente en este tipo de ejercicio.
En Irlanda, los investigadores consideran que aburrirse es tan positivo que lleva a los seres humanos a realizar más actos altruistas. De acuerdo con estos expertos, cuando alguien atraviesa por ese estado emocional en ocasiones siente incertidumbre sobre sí mismo y el mundo. Eso lo hace más propenso a participar en acciones prosociales, como donar a organizaciones benéficas, para restablecer los sentimientos de sentido propio. Por eso, según Mann, la muy aburrida crisis actual por el coronavirus puede ofrecer una oportunidad única e irrepetible para que la humanidad explore su lado más creativo y compasivo. “Si le piden a las personas que no hagan nada, hasta el punto del hastío, se volverán más creativas y comenzarán a pensar de manera novedosa y productiva. Este encierro podría convertirse en uno de los momentos más creativos de la historia”, explica en un reciente artículo para el diario británico The Times. Las desventajas Pero no todas las noticias son buenas. James Danckert, profesor de neurociencia cognitiva de la Universidad de Waterloo, descubrió en sus estudios que el aburrimiento tiende a inspirar la creatividad solo en algunos individuos. “Aquellos con una mayor capacidad de autocontrol”, explica. Esto es clave, pues reconoce que en su lado menos amable, el aburrimiento desencadena sentimientos como depresión, ansiedad, enojo, y abuso de drogas y alcohol. “No es una experiencia trivial, ya que, a largo plazo, puede causar un deterioro psicológico significativo”, ha dicho John Eastwood, psicólogo de la Universidad de York, Canadá, fundador del Boredom Lab para investigar los efectos perjudiciales de esta sensación. Uno de los más comunes es la compulsión por comer sin sentido, que no solo tienen las personas obesas. Los expertos especulan que la mente disfruta comer cuando está aburrida porque preparar, cocinar y masticar alimentos lleva al cerebro a un estado altamente sensorial que alivia temporalmente la fuente de confianza.
En ese sentido, la investigación de Danckert resulta clave, pues apunta a que hay tipos de seres humanos más propensos al aburrimiento que otros. Uno de sus trabajos, de 2012, descubrió que los más susceptibles son aquellos que tienen ciertas afecciones, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH); así mismo, las personas demasiado o poco sensibles a la estimulación, y aquellas que no pueden expresar qué actividades podrían ser lo suficientemente atractivas para combatir su aburrimiento. Danckert también encontró que los adultos, alrededor de los 22 años, son menos propensos a aburrirse que los adolescentes. La razón puede insinuar una causa mayor de aburrimiento: “En ese rango de edad, la corteza frontal está en las etapas finales de maduración”, y esta parte del cerebro ayuda con el autocontrol y la autorregulación.
Los trabajos han demostrado que los efectos nocivos o positivos del aburrimiento dependen de la actitud que los individuos asuman frente a él. Por eso, encontrar nuevos intereses o pasatiempos es clave para no dejarse sobrepasar. Un estudio sobre adolescentes halló que aquellos con fuertes intereses tenían una autoestima y un bienestar general significativamente más altos.
Actualmente, el mundo está obsesionado con la idea de que hay que estar ocupado siempre para sentirse completo. No obstante, Mann anima a las personas a aprovechar la cuarentena para adiestrarse en el arte de no hacer nada. Sostiene que, aunque el aburrimiento puede hacerlo sentir incómodo, estimula la sed de vivir. Y por eso, cuando la humanidad salga del encierro, la creatividad e inspiración estarán más latentes que nunca en las calles. “La creatividad será tan grande como en cualquier otro periodo de la historia. Es el mismo nivel que se puede ver en una guerra, pero en esta todos estamos del mismo lado”, concluye.