Una sucesión de hechos irrepetibles Yo tiendo a pensar que en nuestra vida el azar juega un papel muy importante. Hay una frase que me gusta repetir y que leí hace mucho tiempo cuando estaba terminando mi carrera en la universidad, en Medellín, en un libro del escritor italiano Antonio Tabucci. Era la historia de una persona que estudia la carrera que nunca quiso y termina siendo juez y condenando a su amigo. Y al final del cuento, que se llama Pequeños equívocos sin importancia, dice el personaje: “La vida se encarga de esclerotizar las cosas”. Esa frase siempre me quedó en la mente y es una forma de entender que la vida son azares, que se van de alguna manera perpetuando, esclerotizando, y así me ha gustado entender mi vida, como una sucesión de hechos irrepetibles. Voy a usar una metáfora que ha sido utilizada muchas veces y que a algunos de los millenials no la van a entender: Devolvemos el casete y le ponemos play y nuestra vida sería totalmente diferente. Eso parece complejo y trágico, pero también tiene un componente poético bonito y es que aparentemente las vidas de todos son interesantes porque de alguna manera tienen probabilidad cero, pero pasan. Entonces estamos hechos no solo de azares, sino de historias irrepetibles. Así me ha gustado imaginarme la vida. Puede que muchas de las cosas me pasaron por algunos elementos que estaban ahí y de alguna manera determinaron una trayectoria pero creo que también jugó el azar. Las cosas pasan porque pasan Esta visión del mundo no solo la he tenido desde chiquito sino que la he alimentado con muchas de mis lecturas sobre biología por ejemplo, yo creo que la evolución de las especies y la vida biológica es una condensación de azares, la evolución de la tecnología y de las instituciones está hecha de eso, de cosas que pasan porque pasan, no creo en el destino, mucho menos en la divina providencia, no creo que las cosas pasan por una razón, creo que en la vida las cosas pasan porque pasan.
La vida es injusta En discursos que me ha tocado dar he repetido una frase. Digo: señoras y señores, todos los que estamos aquí tenemos más de 20 o 25 años y hemos vivido lo suficiente para entender que a la gente buena le pasan cosas malas y a la gente mala le pasan cosas buenas. Esto es, la vida es injusta y de alguna manera hay una tensión entre la indiferencia del universo y la razón humana, que tiende a creer que el mundo está moralmente ordenado. Desafortunadamente no, y debemos vivir con ese sentido trágico de la vida. El cáncer lo hace a uno reflexionar sobre eso. Me acuerdo de leer una frase de Christopher Hitchens, que se hacía la pregunta que se hacen todos los pacientes de cáncer en algún momento: ¿por qué yo? Y decía Christopher Hitchens y ¿por qué no?. A alguien le tiene que dar, en esta lotería de la vida, alguien tiene que sacar la balota negra y me tocó a mí. Ante eso toca un poco de ecuanimidad y resignación en el buen sentido. El universo es indiferente a nuestros deseos, a nuestras tragedias y a nuestras tristezas y así lo entiendo yo. La religión en el fondo ha sido una respuesta a eso, a creer que en algún momento va a haber un juez que nos va a llamar a cuentas y el mundo se va a ordenar moralmente. Pero eso es una ilusión. Si creo en algún dios es en el de Espinoza, esto es que dios es el universo. Hay otra frase que he utilizado mucho, que viene de un poema bonito de uno de los heterónimos de Fernando Pessoa. Alexander Search, se llama el tipo que dice que cuando critiquemos la religión, la critiquemos diciendo que trata de ordenar moralmente el universo, cuando es imposible nos debemos siempre acordar que la pobre humanidad gime en la oscuridad. Es difícil aceptar eso, que la vida es injusta para mucha gente, pero así lo es. Vea aquí el especial completo La fe en la enfermedad Era difícil en mi caso usar la religión de una manera tan utilitaria. En el fondo creí que no podía ignorar lo que había aprendido, esa trayectoria vital, la convicción de que en el fondo la muerte es para siempre y la vida era esto. “Solo trajimos el tiempo de estar vivos” dice el poeta venezolano Eugenio Montejo. Yo me aferré a otras cosas: a la poesía, esa única religión que le va quedando a los hombres, dice otro poeta venezolano, al amor y a las historias. No sentí rabia, en el fondo sentí agradecimiento porque a pesar de todo he sido privilegiado, he contado con el amor de la familia, con el aprecio de los amigos, he hecho muchas cosas que otros no han podido hacer, he visitado los cinco continentes, los 32 departamentos, tuve la oportunidad de estudiar en el exterior, he leído mucho libros, he conocido muchas historias, he visto muchas películas, he probado muchos sabores. En el fondo eso es la vida. Estoy sonando a Paulo Coelho, pero bueno, me perdonarán. La gente se burla de Paulo Coelho pero yo ya no, en el fondo todo es autoayuda y todo lo que le sirva a la gente está bien. “La vida es mejor complicarla” Los libros me han enseñado mucho, me gustan como compañía, puestos en la biblioteca aunque tengo muchos allí no leídos como promesas de un conocimiento. Me hacen feliz solo por estar allí, pero la vida también está en el mundo y a veces después de leer dos o tres horas ya no quiero más. He tenido en mi trayectoria vital profesores que me han enseñado mucho, quiero recordar uno: Ignacio Álvarez, mi profesor de filosofía en bachillerato en Medellín. Recuerdo un momento en quinto de bachillerato en esa clase de filosofía en la que estábamos estudiando a los presocráticos, esos filósofos que trataron por primera vez de utilizar la razón humana para entender un poco la extrañeza de todo. Y alguien levantó la mano y dijo bueno y ¿para qué complicarse la vida? El profesor de manera un poco solemne se levantó y dijo: “Muchachos lo bueno de la vida es complicarla. En el fondo pasa esto: pensemos en quiénes admiramos y son aquellos que se han complicado la vida. Yo creo que tenía algo de razón esa frase, siempre me pareció interesante porque a mí nunca me gustó esa invitación de la religión católica contra al hedonismo y a ver el sufrimiento como una especie de purificación espiritual. Me parecía aburridora pero en el fondo no era eso, no se trataba de negar el hedonismo, pero sí de buscar formas de vivir más allá de cierta felicidad fácil. Somos un punto Hoy somos capaces de medir el universo y entender nuestra insignificancia. Tal vez la frase que más se ha repetido de mi libro es la de que somos un punto y es la respuesta que yo le daba de memoria a mi hijo. A mí me gusta repetirla: 400.000 millones de estrellas en la vía láctea, 800.000 millones de galaxias, 4.000 millones de vueltas al sol. Nosotros somos este puntico que le da vueltas al sol y que a veces nos llenamos de arrogancia. Yo creo que la conciencia permanente de nuestra insignificancia cósmica es algo que le falta a la vida colectiva, es algo que debería ser una enseñanza permanente en la política, como si uno pudiera poner un cartel a la entrada de los congresos y escenarios políticos: recuerden que somos un punto. Esa frase bonita que se ha dicho de Carl Sagan cuando vio un punto azul pálido cuando salía el Voyager del sistema solar. No la voy a repetir, está en Google. Hay un poema que me gusta mucho, que tiene que ver con esto del hombre pensando o imaginando el universo. Y es una frase que dice “de todos los animales, de todas las bestias, somos los únicos que hemos mirado hacia arriba y hemos visto la estrellas. El poema se llama ‘No han visto las estrellas‘. Solo nosotros, disfrutémoslas, las puso dios para nosotros. En otros capítulos: “El párkinson es un señor que saco a bailar de vez en cuando”: Antanas Mockus Las ideas importan Ray Bradbury es buen poeta. “Me lanzo al vacío y dejo que en la caída me crezcan las alas”. En el fondo la vida es eso. A mí me ha tocado reinventarme muchas veces y esperar que en esa caída me crezcan las alas. La fórmula de la reinvención no la tengo. No sé si he tenido éxito, de pronto me he lanzado al vacío y me he estrellado un poco. He tenido una biografía accidentada oblicua. Empecé siendo ingeniero civil sin mucha convicción, después quise ser macroeconomista y no pude. Tal vez fracasé en ese intento y me fui yendo a la economía social y eso me llevó a las reflexiones más humanistas, me contactó con la literatura, fui funcionario por seis años en un ministerio difícil. Ahí me di cuenta de algo que no está completamente valorado en la vida pública y es que las ideas importan en todo caso, que conceptualizar los problemas, que presentar la complejidad, que ir al congreso preparado con algo que parecería carreta, pero que en fondo era una forma de presentarles a quienes piensan nuestra sociedad, a quienes están encargados de tomar decisiones, toda la complejidad, esto no es fácil. En el ministerio se burlaban de mí mis compañeros porque decían “usted no puede hablar sin completar la palabra complejidad”. Así soy. Los arreglos sociales son difíciles, los cambios sociales complicados y no me gusta la sobre simplificación del mundo que acompaña hoy los debate políticos. La política tiende a eso. En el fondo es difícil porque hay una impaciencia social que yo no entiendo completamente. Y hay demanda por las soluciones fáciles, pero las soluciones fáciles en la gran mayoría de casos son ilusorias. La mezcla de tres mundos Ahora me estoy acercando a unos temas con los que solo había tenido un contacto tangencial que son la reflexión sobre el medioambiente, los objetivos de desarrollo sostenible, sobre la urgencia de hacer compatibles el desarrollo social y el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. Ahí me estoy reinventando nuevamente, me ha gustado el tema, me gusta esa curva de aprendizaje que cuando uno empieza un tema y sabe tan poquito sobre él, que cualquier cosa que aprenda siente que es mucho. Me invitan a ferias, a discursos de grados y trato de ser generoso con mi tiempo. Vivo de aquí para allá, echando carreta. Hoy en día combino tres mundos: uno de conferencias económicas, que ha sido mi mundo de siempre. El otro es este tema de ahora de desarrollo sostenible, y el otro es con el libro y con reflexiones que me conectan con la literatura. Siquiera tenemos las palabras Acabo de escribir otro libro que se lanzará en la feria de libro y que se llama Siquiera tenemos las palabras, que es una forma de compartir mis lecturas y mi biblioteca, yo tomo a 12 autores y trato de extraer reflexiones generales sobre dos desafíos de la humanidad: uno, la pérdida de confianza en instituciones democráticas y los desafíos ambientales. Tengo a mis escritores favoritos: Jorge Luis Borges, Joaquín Machado de Asís, George Orwell, Aldous Huxley , Josef Brodsky, entre otros El título de ese libro viene de una anécdota interesante. En esas conferencias me invitaron a feria de libro de Cali, llegué al aeropuerto y escuché que llamaban a un pasajero: Roberto algo. Llegamos a Cali y el señor que me recogía llegó tarde y estaba ofuscado. Vi que tenía dos letreros. En uno decía Alejandro Gaviria y en otro Roberto pero no capté el apellido. Me monté en el carro y el señor se fue a buscar a la otra persona y luego dijo “no llegó” y tiró los carteles muy ofuscado. Llegamos al hotel y el organizador dijo no apareció la otra persona. Pues la otra persona era Roberto Burgos Cantor, que había muerto hace una semana. Tenía razones de sobra para no estar allí. A él nunca lo sacaron de la lista de los pasajeros. Yo conté esa historia en redes sociales y el poeta Federico Diaz-Granados me escribió un correo electrónico muy bonito diciendo fue muy difícil para mí borrar a Roberto Burgos, amigo de toda la vida, de mi WhatsApp. Yo le contesté “la vida es dura”. Diaz-Granados me dijo “así es, pero me gustó mucho su historia porque es un consuelo. Y el segundo correo de nuestra conversación lo terminó así: “Alejandro, siquiera tenemos las palabras”. Me pareció bonito. Son las palabras como refugio, como consuelo como resistencia ante la indiferencia del universo. En otros capítulos: “Apenas tenga novia se las presento”: Padre Linero “Haz de tu vida un festín” Me gusta repetir la poesía. Antes de mi enfermedad, por una conversación que tuve con mi hija, un impulso casi raro, irracional, casi senil porque uno no se hace tatuaja a los cuarenta, me hice un tatuaje muy bonito que es una celebración de la vida del poeta caribeño Derek Walcott y es un poema que se llama El amor después del amor en el que conversa consigo mismo. Después encontré que ese poema había sido traducido por dos personas que admiro mucho que son Alex Jadad, epidemiólogo que vive en Canadá, y Héctor Abad y habían tratado de traducir el poema de Walcott en El Malpensante. “Amarás al extraño que fuiste para ti, dale vino, dale pan, devuélvele el corazón al corazón, a ese extraño que te ha amado toda tu vida , al que ignoraste por otro y que te conocía de memoria”. Y termina con esa frase: “siéntate, haz de tu vida un festín”. Lo que a veces se nos olvida, celebrar la vida. La frase está tatuada en inglés: “feast on your life”. Después cuando termine mi tratamiento, estaba una vez viendo videos en YouTube y me encontré con un discurso famoso que es el de Steve Jobs en la universidad de Stanford. Lo dio en un momento especial, había tenido cáncer de páncreas y estaba en un momento de optimismo que después resultó infundado. Y repite esa frase: nuestro tiempo es limitado, aprovechémoslo. Y me lo puse también. Mi hijo me dice que los tatuajes deben ser impares, entonces necesito el tercero pero para eso necesito permiso de mi esposa. La felicidad no existe En una entrevista el intelectual Andrés Holguín dijo: “la felicidad no existe, existen los momentos felices”. Cuando alguien me pregunta si soy feliz siempre repito esa frase, es una forma de salir al paso. Pero sí me siento tranquilo, en el fondo la felicidad no es el objetivo primordial del ser humano, En otros días me dijo Deirdre McClosky que a lo que debemos aspirar es a sobrellevar, a salir adelante. Tengo otra ventaja y es que después del ministerio y de la enfermedad siento que ya no tengo grandes ambiciones de casi nada, no hay aspiraciones profesionales. El cáncer me cambio. Uno ve la vida con incertidumbre porque esta enfermedad es traicionera, a veces pienso que vamos día a día saliendo adelante. No puedo decir que sea completamente feliz pero si soy razonablemente feliz, afortunado y privilegiado y agradecido. Somos la generación más afortunada Yo he sido crítico de las noticias. En algún discurso de los tantos que he dado he dicho que los noticieros de hoy son versiones audiovisuales de El Espacio: sangre en la portada, soft porno en la contraportada. Qué pereza. He sido crítico de eso, de que la única narrativa posible sea la del fracaso. La realidad social tiene matices y hay historias de éxito relativo, parcial en nuestro país. Es una tendencia global porque lo que más vende es la narrativa del fracaso. Esta crisis global es de confianza no solo se desconfía de los políticos, de las instituciones democráticas, de los medios de comunicación, de la ciencia, de la medicina. El surgimiento en el mundo de los movimientos antivacunas es una cosa terrible. Y en esas crisis de confianza las malas noticias alimentan esto, pero encuentran una audiencia grandísima mientras las buenas noticias son notas de pie de página. En el fondo somos la generación más afortunada de la humanidad .Hay un poema que traigo a cuenta de la poeta polaca que le habla al mundo moderno, Slowa Simbroska. Es sobre la la corta vida de nuestros antepasados, que muestra cómo somos de privilegiados porque podemos vivir muchos años, pero termina diciendo: “La vida siempre será muy corta para agregar algo”. Vivimos más, pero siempre faltará algo para hacer. La complejidad del cáncer Este libro tenía el titulo El cáncer es como la vida, y es también como una oportunidad biológica. El cáncer es oportunista, es recursivo, al cáncer le tapan una salida y encuentra otra y es complejo. Cuando estaba enfermo tenía un defecto y es que leía muchas noticias sobre el cáncer y encontraba cosas alucinantes como que el tratamiento de quimioterapia interactúa con el microbioma. Yo me preguntaba quién va a comprender esta complejidad. Entendí que en mi tratamiento yo tenía una sola bala y si no funcionaba, las alternativas terapéuticas eran menores y no había forma de saber si iba a funcionar o no. Enfrentarse a esa complejidad biológica y a esa suerte no es fácil. Esta enfermedad no es impedimento para seguir viviendo, toca aprovechar día a día, buscar resquicios de esperanza que están abiertos a los pacientes. A mí me sirvió caminar y hacer ejercicio yo tenía esa forma secular de rezar que eran los poemas, otros pueden tener la religión, conversar, hablar con la familia, yo escribí este libro que no pretende aleccionar a los otros sino servir como un testimonio modesto. La muerte todo lo acaba pero que justifica lo vivido,. La muerte nos define como seres humanos. Si los años fueran infinitos eso vendría acompañado de un sufrimiento insoportable. Es la finitud, con lo que tiene de trágico, pero le da significado a todo lo vivido.