Hablar de ciertos temas asociados a la sexualidad ha sido un tabú por décadas, en especial cuando son asuntos que despiertan determinado grado de sensibilidad e incomodidad al discutirlos públicamente, como es el caso de la pornografía.
No obstante, la curiosidad muchas veces es mayor y conduce a las personas a saber más acerca de las reacciones que tiene su cuerpo durante los encuentros sexuales o al observar una película para adultos. Con ánimo de responder a estas inquietudes, la ciencia se ha enfocado en estudiar los efectos de estos estímulos y brindar una explicación detallada de lo que sucede al interior del ser humano.
Sobre la pornografía hay una variedad de trabajos académicos que no solo se enfocan en la perspectiva meramente física, sino también en las implicaciones sociales, culturales e inclusive económicas de estos contenidos, que hoy en día son una industria sólida en el mundo.
No deja de ser por ello un tema polémico. Nada más basta recordar el debate y las reclamaciones que suscitó la posibilidad de realizar un evento dedicado a este mercado recientemente en el país. ¿Pero qué tan negativo puede ser el consumo de esta clase de producciones para las personas?, ese es una interrogante que no tiene una única respuesta.
Básicamente, las argumentaciones en favor y en contra varían de acuerdo con la perspectiva desde la que se observe. Por ejemplo, para algunas religiones –si no todas– el consumo de pornografía es un acto reprochable y que desconoce los valores y la formación de los individuos.
En la sexología hay posturas que defienden, en cambio, el uso de estos contenidos para estimular el deseo y el placer no solo de forma individual, sino entre la pareja.
Indiscutiblemente, está claro que la pornografía produce reacciones tanto físicas, emocionales y mentales que han sido descritas por los científicos. De hecho, un estudio realizado en Suiza por los investigadores Nicolas Sommet, del Centro Lives de la Universidad de Lausana, y Jacques Berent, de la Universidad de Ginebraque, se extendió por tres años, analizó el rendimiento sexual de hombres y mujeres luego de consumir pornografía. Los hallazgos, según señalan desde el portal Grandes Medios, fueron publicados en la revista Medicina Psicológica.
Aunque se podría creer que no hay mayor diferencia entre el efecto que causa ver contenidos para adultos entre un sexo u otro, los resultados de esta investigación demostraron que no es así.
De acuerdo con el referido portal, Sommet y Berent concluyeron que mientras en los hombres se presentaba un menor desempeño sexual, en las mujeres ocurría lo contrario, y ellas experimentaban un mejor funcionamiento sexual. Son varias las explicaciones que pueden dar luces sobre lo que sucede: el tipo de pornografía que se consume, la percepción diferente que tienen los hombres y mujeres de cuánto es mucha pornografía y la cultura en relación con la sexualidad femenina.
Un punto en el que también han ahondado otros especialistas es en el riesgo de que esta actividad se convierta en una adicción, tal como sucede con las bebidas alcohólicas o las drogas.
Como recalca Sergio Oliveros Calvo, psiquiatra y director del Grupo Doctor Oliveros, consultado por el portal Cuídate Plus, esta posibilidad no es menor, más si se tiene en cuenta que la pornografía produce “un estímulo supernormal (estímulo de gran intensidad y fácil obtención, a diferencia de los estímulos que recibimos en la naturaleza) y “un secuestro” de las vías que regulan la recompensa a determinadas conductas”.
Por lo que la persona estará en una búsqueda constante de experimentar nuevamente esa sensación, lo que puede derivar en consecuencias más serias. “El consumo normal no se traduce en efectos relevantes, incluso hay parejas que lo ven juntos y les resulta estimulante”, aseguró Oliveros para el mencionado portal, pero, cuando se excede, puede alterar significativamente las relaciones sexuales y los vínculos con otras personas.