Si está leyendo estas líneas quizás se deba a que el título le ha llamado la atención porque no se había plateado esta posibilidad. O, por el contrario, puede que usted forme parte de ese porcentaje de la población que experimenta sueños lúcidos. Como sucede con frecuencia en los temas relacionados con el funcionamiento cerebral, responder a las preguntas que planteamos no es sencillo, así que vayamos por partes.
¿Qué sabemos de los sueños?
Los seres humanos pasamos aproximadamente un tercio de nuestras vidas durmiendo. Todo lo que acontece durante este tiempo suscita un gran interés y, probablemente, los sueños son el fenómeno que más curiosidad ha despertado a lo largo de la historia. Sin embargo, todavía queda mucho por conocer en este campo.
Hoy sabemos que las ensoñaciones son fenómenos fisiológicos que se producen fundamentalmente durante la fase de sueño REM, y que incluyen emociones, sensaciones, percepciones y pensamientos. Si bien el contenido de los sueños es muy variado, generalmente está relacionado con experiencias visuales, personas u objetos que nos encontramos durante la vigilia.
¿Qué son los sueños lúcidos?
La característica principal de los sueños lúcidos es que la persona es consciente de estar soñando; incluso puede llegar a controlar el contenido del sueño, si bien esto no siempre sucede. Este tipo de vivencias oníricas a menudo son desencadenadas por una pesadilla en la que sentimos: “Esto no puede estar pasando”. Son bastante comunes, ya que más de la mitad de la población adulta las ha experimentado al menos una vez en su vida, y más de un 20 % lo hace con cierta frecuencia.
Sin embargo, no está claro cuál es el grado de consciencia durante ese intervalo de tiempo. Los sueños lúcidos se entenderían como un estado intermedio entre el sueño y la vigilia, y las personas con tendencia a experimentarlos pueden presentar una mayor activación neuronal en las áreas que controlan los pensamientos. Además, parece que estos individuos tienen acceso a las memorias que generan durante la vigilia.
Finalmente, el hecho de que técnicas como el mindfulness o atención plena permitan trabajar con este tipo de sueños, como comentaremos más adelante, podría estar apuntando a la posibilidad de que durante la experiencia se encuentren activos algunos mecanismos de control de la atención.
¿Hay alguna forma de inducirlos?
Como hemos dicho, algunas personas experimentan este fenómeno de manera espontánea, aunque no es lo más habitual. Es una habilidad que se puede aprender, y la comunidad científica continúa investigando diferentes métodos para ello. Las técnicas cognitivas, por ejemplo, parten de la base de que las vivencias oníricas reflejan experiencias vitales, y tratan de entrenar la capacidad de generar sueños lúcidos a través de aspectos como la memoria o la autorreflexión.
Otro tipo de técnicas se basan en incorporar señales (por ejemplo, sonidos) durante la fase REM, que acabarán por introducirse en los sueños y serán reconocidas por la persona. Y algunos investigadores emplean prácticas como el mindfulness para incrementar tanto la capacidad de controlar los sueños lúcidos como la frecuencia de los mismos. También encontramos experimentos basados en la ingesta de sustancias, e incluso se han desarrollado aparatos que ayudarían a inducirlos. No obstante, la mayor parte de estos trabajos no gozan de una gran calidad metodológica; hace falta más investigación.
¿Cómo afectan a nuestra salud?
Aunque el interés general en este fenómeno suele centrarse en su aspecto más recreativo, hay estudios que apuntan a su posible utilidad clínica. No podemos olvidar que este tipo de experiencias son habituales en pacientes con trastorno por estrés postraumático, entre otros.
En primer lugar, la presencia de sueños lúcidos se ha vinculado a un mayor grado de bienestar, emociones positivas, resiliencia y un aumento de la autoconfianza. Incluso se ha planteado que podrían servir como estrategia de solución de problemas. A un nivel más terapéutico, los especialistas los han usado para modificar el final de las pesadillas en personas que sufren este problema de manera crónica. Por otra parte, la intensidad de los sueños lúcidos y el hecho de que durante estos aparezcan emociones positivas podría reducir los síntomas psicopatológicos en personas con malestar emocional.
Por contra, otros estudios sugieren que fomentar esta práctica podría ser perjudicial en pacientes con síntomas de tipo psicótico, ya que podría contribuir a una pérdida de contacto con la realidad. Otro ámbito de investigación relevante tiene que ver con la relación entre los sueños lúcidos y la calidad del descanso nocturno, pero la evidencia no es firme al respecto. En caso de existir alguna alteración en este sentido, parece que no sería de gran relevancia, ya que los sueños lúcidos ocuparían una pequeña parte del tiempo total de sueño.
Sabemos que, en general, las experiencias anómalas que se producen mientras dormimos se pueden asociar con síntomas de malestar emocional que provocarían una intrusión en el sueño. Sin embargo, parece que los sueños lúcidos no generan tanta angustia como otro tipo de experiencias.
A modo de conclusión podemos decir que no todas las personas viven esta experiencia como algo agradable, y que los sueños lúcidos no son positivos o negativos en sí mismos: las características del sueño y la manera de experimentarlos determinarán su influencia sobre la salud emocional. La posibilidad de que puedan afectar a la calidad de nuestro sueño es motivo suficiente como para abordar este tema con cautela.
Por: Laura Río Martínez
Doctora en Psicología, investigadora y docente universitaria, Universidad Internacional de Valencia
Artículo publicado originalmente en The Conversation