Ni al más creativo de los guionistas de Hollywood se le hubiera ocurrido una historia semejante: una caleña migrante en Estados Unidos, que llega a ese país sin saber una sola frase en inglés, y que después de ganarse la vida limpiando casas ajenas, consigue no solo cumplir su sueño de convertirse en ingeniera aeroespacial, sino trabajar para la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, Nasa, en un proyecto alucinante: llevar de nuevo el hombre a la Luna.
En ese camino ha enfrentado importantes retos. El primero, supervisar el grupo de planificación y secuenciación para misiones de superficie en el Laboratorio de Propulsión a Chorro. Desde allí, apoyó misiones en Marte con naves no tripuladas. También se desempeñó como jefa de misión para Perseverance, el revolucionario vehículo explorador que rodó por ese planeta. Diana fue responsable del equipo de comando táctico de dicho aparato y del que hizo posible su buen funcionamiento.
Su nombre volvió a los titulares de la prensa, esta vez al dirigir el vuelo de superficie de las primeras operaciones de Perseverance diseñado para explorar el cráter Jezero, del planeta rojo. También el Ingenuity, el primer helicóptero que ha operado fuera de este mundo, y el brazo robótico del Curiosity, que tenía como objetivo determinar si alguna vez existió vida en ese planeta.
Como si ya aquello no fuera una hazaña de película, el pasado 2 de febrero, la colombiana dio otro paso de oro en su carrera: convertirse en directora de vuelo del Centro de Control de Misión del Centro Espacial Johnson de la Nasa. Trujillo pasa a integrar así un selecto grupo que tiene la capacidad de dirigir equipos de controladores de vuelo, expertos en investigación e ingeniería y personal de apoyo en todo el mundo, encargados de tomar decisiones en tiempo real, fundamentales para mantener la seguridad de los astronautas en el espacio.
Todos ellos dirigen las misiones a la estación espacial y se preparan para las misiones lunares del programa Artemis, que busca que el hombre pueda pisar este satélite nuevamente.
En 65 años de historia de la Nasa, solo 108 personas han llegado a ostentar el título de directores de vuelo. Diana es la primera colombiana en conseguir un logro semejante.
Sueños de otro planeta
Mirar al cielo y repasar las estrellas fue la ‘terapia’ que Diana Trujillo encontró para sobrellevar los días oscuros que se vivían en Colombia en la década de los noventa por cuenta de la violencia. Una fascinación que no pasó desapercibida por uno de sus profesores del Colegio Cañaverales, en la capital del Valle del Cauca, que le regaló a Diana, sobresaliente en matemáticas, un consejo que le cambió la vida: una estudiante tan brillante como ella debía buscar su futuro profesional fuera de Colombia.
Y ella hizo caso. Con más talento que dinero en los bolsillos, llegó a Estados Unidos con 17 años, 300 dólares y la amargura en el corazón de ver a sus padres divorciarse.
Antes de ‘alunizar’ en ese sueño que parecía improbable, Diana cuenta que la pobreza tocaba a las puertas de su casa. “Al separarse mis papás, me fui a vivir con mi mamá. No teníamos qué comer. Yo sabía por eso que no me podía quedar en Colombia, tenía que luchar por un futuro que nos cambiara la vida”, relata la ingeniera colombiana en SEMANA.
Trabajó limpiando casas y en una panadería durante tres años para costearse varios cursos de inglés. La vida era ruda, el dinero escaseaba y a punto de rendirse y empacar la maleta de regreso, tropezó con una revista de la Universidad de Florida que lo cambió todo. En la carátula se asomaba el planeta Tierra y, alrededor, las fotos de todas las mujeres que se convirtieron en astronautas.
“Creo que Dios me la puso allí justo cuando buscaba qué estudiar. ¿Y si escojo lo que no es?, pensaba todo el tiempo. Pero ver esa revista me respondió las dudas que tenía en ese momento de la vida. No solo que había mujeres en este oficio, sino que provenían de otros países y hablaban otros lenguajes. Dije, listo: seré ingeniera aeroespacial”, cuenta la colombiana.
Con mucho esfuerzo costeó sus estudios universitarios, primero en la licenciatura en Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Maryland, en College Park, y luego en la Universidad de Florida, en Gainesville. Y esa misma ‘pilera’ que le aplaudió su sabio profesor en Cali pronto se notó en Estados Unidos. Mientras estudiaba, fue seleccionada para formar parte del programa de la Academia de la Nasa, una pasantía de verano. Era el año 2007. Desde entonces, no ha salido de la agencia espacial estadounidense.
“Cuando llegué me sentía raro, era la única latina. Y estaba en una situación en la que no tenía un trabajo relacionado con mi carrera. Entonces, me repetía todo el tiempo: o funciona o funciona. Y me convencí de que se trataba de una pasantía en la que debía demostrar que merecía estar allí”, relata.
Casi 15 años han pasado desde entonces. Un tiempo en el que dice haberse “encariñado” con Marte porque le enseñó a “entender lo que significa ser una exploradora. Un mundo desconocido con panorámicas hermosas de sus paisajes y que nos hace preguntarnos si en algún momento pudo albergar vida”.
Para Diana, una de las lecciones que le ha dejado este largo viaje ha sido atreverse a pensar “ideas locas” y concentrarse “en lo que podía hacer y no en lo que no podía hacer”. Y cuenta que convertirse en directora de vuelo del Centro de Control de Misión del Centro Espacial Johnson implicó un entrenamiento exigente en el que tomó “las mismas clases que los astronautas para entender su trabajo. Aprendí sobre cómo funciona la nave y cómo mi equipo respondería a un problema en el vehículo mismo”.
Durante su primer turno supervisando operaciones en la EEI, tuvo que revelar el nombre que llevará como directora de vuelo. “Elegí Somos Flight, deseaba hacerlo en español para representar mi cultura latina”, cuenta la ingeniera colombiana.
Diana sabe bien que, como directora de vuelo, tendrá la vida de los astronautas en sus manos: “La principal prioridad es el astronauta. Luego, la nave y después la misión misma. Tener la responsabilidad de un astronauta o de un grupo de siete o 14 de ellos en la Estación Espacial es algo muy importante que no se me sale de la mente. Espero poder acompañar la llegada nuevamente del hombre a la luna”.
A seguir los pasos de Diana
Diana Trujillo cuenta que cuando estudió en Cali, a las niñas no solían fomentarles el amor por las matemáticas y las ciencias. Por ello, se convirtió en promotora de una educación que incentive entre las niñas el interés por carreras científicas y tecnológicas.
Precisamente, está abierta la convocatoria a Ella es astronauta, programa académico de cuatro meses que permite una inmersión al Space Center de la Nasa. El programa se dirige a jóvenes entre 11 y 16 años para desafiar estereotipos de género y derribar barreras económicas, mediante la educación Steam (ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas).
Durante esos cuatro meses, las seleccionadas reciben clases virtuales sobre empoderamiento, emprendimiento social, habilidades en Steam, prevención de embarazo adolescente, salud sexual, salud menstrual, ciberacoso, bullying y webinars con el CEO del Space Center, astronautas y otros expositores de alto impacto.
En el Space Center, a su vez, se formarán en robótica, programación, cohetería, hábitats lunares, dirección de vuelo y simulación de viajes al espacio. Las interesadas en vivir la experiencia deben inscribirse hasta el 22 de febrero próximo en www.she-is.org.Allí encontrarán todos los requisitos.