Rolando Pajón lleva más de 15 años sin pisar su natal Cuba. Nacido y criado en un hogar muy modesto, pudo, sin embargo, estudiar medicina y, con los años, terminó dirigiendo un equipo de investigación en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba, uno de los más importantes de Latinoamérica.
Fue el comienzo de una larga carrera científica, en la que siempre se sintió atraído por el mundo de las vacunas. De hecho, antes de marcharse y dejar atrás a su exesposa y dos pequeñas hijas, trabajó en una vacuna contra el meningococo. Y hacía que el tiempo le alcanzara para escribir libros infantiles de divulgación científica: Alejandro y los mutantes, Alejandro y las vacunas, Alejandro y las bacterias.
Lo de marcharse sin tiquete de regreso sucedió así: en Cuba, él y su equipo intentaban sacar adelante un ensayo para el cual era necesario un reactivo que no era fácil de conseguir. Pajón hizo contacto con un científico de la Universidad de Calgary, en Canadá. Y como a ninguno de sus colaboradores le dieron permiso de salir de la isla, terminó viajando él.
Sabía el costo personal que eso implicaba: el Gobierno cubano no permite viajar a la familia de quien se ha “fugado” de esa manera y lo considera un traidor. Eso se traducía en no ver a sus hijas en mucho tiempo.
En Canadá se quedó dos años. Y con la mente puesta en la idea de hacer algo más que trabajar con ratones de laboratorio –“somos buenísimos haciendo vacunas para ratones y curándoles el cáncer”, dice–, se propuso estudiar nuevos candidatos vacunales contra patógenos respiratorios, sacarlos de la fase de experimentos con animales y llevarlos a pruebas en humanos.
Por ese camino arribó a Moderna. Hoy se desempeña allí como director médico y fue uno de los artífices de la primera vacuna que el mundo conoció contra el covid-19. Aunque esta y otras les han salvado la vida a millones de personas, no es menos cierto que la ciencia continúa en pie de lucha por la mutación del virus y las decenas de subvarientes que siguen surgiendo. De esa historia habla Pajón con SEMANA.
SEMANA: Uno de los aprendizajes que quizás dejó la pandemia es que la ciencia pudo agilizar el desarrollo de nuevas vacunas.
Rolando Pajón (R. P.): Es cierto. La velocidad con la que logramos una vacuna contra el coronavirus estableció un estándar para generar soluciones contra otros virus. Antes nos preguntaban cómo la hicimos tan rápido. Y ahora, en otros candidatos vacunables, nos cuestionan por qué nos estamos demorando. El covid-19 puso sobre la mesa la necesidad de innovar y el factor de aceleración.
SEMANA: Otro de los factores que desnudó la pandemia fueron los llamados antivacunas. ¿Cómo lidia un científico con la idea de que alguien prefiera enfermarse y morir que vacunarse?
R.P.: A ellos les digo que las vacunas han sido el éxito más grande de los seres humanos en términos de salud después de la potabilización del agua. La inmensa mayoría de nosotros podemos tener una conversación como esta, por ejemplo, porque nuestros padres nos vacunaron. No nos dio sarampión, rubeola o viruela ni nos mató el polio porque nuestros padres nos vacunaron.
SEMANA: ¿Es posible que la pandemia se repita?
R.P.: Sí, desafortunadamente se va a repetir. La historia es una gran maestra. Si vamos a la pandemia de 1918, que provocó muchísimas muertes, hubo personas que negaron el virus y las medidas para combatir la enfermedad. Y en 2020, con el covid, pasó lo mismo: una pandemia global que trae muchas muertes y escepticismo humano. La crisis climática nos dejará a las puertas de otra pandemia. Hay cambios en el comportamiento humano, flujos migratorios y una hiperconectividad que hace que una enfermedad infecciosa no se concentre en una población, sino que se propague. Hace mucho tuvimos un gran contagio de zika y gran incidencia de microcefalia en Brasil por esa infección entre mujeres embarazadas. Estuvo la viruela símica, que comenzó en África y se hizo endémica. Las pandemias serán cíclicas, pero la diferencia es que seremos capaces de generar un candidato vacunable y tener estudios clínicos en solo días.
SEMANA: ¿Cómo está contrarrestando la ciencia esa permanente amenaza?
R.P.: Para algunos virus trabajamos preventivamente en vacunas. Tenemos un candidato en fase uno, en conjunto con el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, contra el virus del Nipah, que provoca una enfermedad muy letal, con potencial pandémico, y afecta a la India. Tenemos identificadas otras 20 enfermedades con potencial pandémico y estamos trabajando para adelantar a la ciencia ante un desastre.
SEMANA: En términos de vacunas, ¿cuál es la recomendación para la fase actual del covid-19?
R.P.: El covid no ha desaparecido, las personas han bajado la guardia y si eso sigue así puede haber un nuevo pico mundial de contagios. En Estados Unidos, cada día mueren entre 250 y 400 personas por la enfermedad. Y aunque el riesgo de hospitalización y muerte en niños es menor, no es cero. En población pediátrica es mayor que otros virus, como la varicela. Debemos tener claro que, incluso, a una persona que ya le dio covid, la protección que da el curso de la enfermedad es muy limitada.
SEMANA: Es decir, ¿un adulto hoy cuántas dosis debería tener?
R.P.: La respuesta depende de cuándo fue la última vez que se vacunó. Porque si se vacunó en 2021 y no lo hizo más, esa vacuna lo protegía bien contra el virus que circulaba en ese momento, pero el que está circulando ahora es una subvariante de ómicron y está enfermando a las personas que no se han puesto su dosis de refuerzo, que no han actualizado su respuesta inmune. Mi recomendación es que la gente se ponga la vacuna más actualizada que esté disponible.
SEMANA: Otro frente en el que están trabajando son los virus latentes. ¿Por qué revisten importancia?
R.P.: Un virus latente se caracteriza por infectarnos a los humanos y se quedan con nosotros de por vida. Por ejemplo, el citomegalovirus, herpes, varicela, el virus de Epstein-Barr. Son virus para los cuales ha sido difícil desarrollar vacunas.semana: ¿Por qué es preocupante el citomegalovirus?r.P.: Porque infecta a la persona, con síntomas en algunos casos. Una vez estos desaparecen, el virus permanece en el cuerpo y renace periódicamente. Si hablamos de una mujer embarazada y se infecta, la probabilidad de que le transmita ese virus al bebé es muy alta. Infecciones por este virus generan 35.000 casos al año en Estados Unidos. Y un gran porcentaje de los bebés que se contagian quedan con secuelas neurológicas, como problemas de visión o auditivos y de coordinación motora. Se quiere disminuir la ocurrencia de infecciones en neonatales a partir de la vacunación en adultos en edad reproductiva.
SEMANA: ¿Cuál es la incidencia de los virus latentes en las Américas?
R.P.: El citomegalovirus tiene el índice de seropositividad más alto del mundo, en algunas regiones en más del 80 por ciento. La vacuna contra el citomegalovirus se encuentra en fase tres y estamos trabajando por demostrar su efectividad en una población adulta en edad reproductiva, fundamentalmente mujeres, para romper la cadena de infección y que menos niños nazcan con secuelas. La idea es tener la vacuna lista en 2025.