El aspecto saludable de la piel de una persona se identifica habitualmente con la genética, pero a medida que pasan años factores como el sol, el estrés, el tabaco, el alcohol, las drogas, la contaminación, las radiaciones solares y una alimentación inadecuada lo van cambiando de manera radical.
“Los enemigos son múltiples y atacan donde más ‘duele’: la oxidación celular, principal causa del envejecimiento. Para reducir su efecto solo hay dos posibilidades: tratar de evitar estos vicios y utilizar tratamientos antienvejecimiento para tener una piel siempre joven”, asegura la Academia Española de Dermatología en su página web.
Precisamente, uno de los grandes enemigos de la piel es el consumo de cigarrillo, el cual se relaciona de forma directa con la aparición de arrugas cutáneas y potencia la acción nociva del sol, acelerando el proceso de envejecimiento normal de la piel.
Los radicales libres del tabaco reducen la capacidad antioxidante, disminuyen la absorción de vitamina A y alteran los niveles de colágeno y elastina, añadiendo más años a la piel.
Según el instituto Mayo Clinic, los efectos sobre la piel se generan principalmente en el rostro, aunque no es la única parte del cuerpo que se afecta. Los cambios en la piel de la cara incluyen patas de gallo, líneas pronunciadas entre las cejas, un cutis desparejo, un tono grisáceo en la piel, surcos profundos e hinchazón debajo de los ojos, arrugas alrededor de la boca y labios más finos.
De acuerdo con los especialistas, entre más cigarrillos se consuman y durante más tiempo, mayores son las probabilidades de desarrollar arrugas y otros cambios relacionados con el envejecimiento en el rostro.
Otro factor clave y al que es necesario prestar atención es la exposición al sol. La combinación de exponerse al sol sin protección y fumar puede provocar una mayor aparición de arrugas, dicen los especialistas.
La nicotina y otras sustancias químicas que se encuentran en los cigarrillos inciden directamente en la aparición de arrugas y al envejecimiento prematuro de la piel. Por ejemplo, la nicotina hace que los vasos sanguíneos se achiquen, lo que reduce el flujo de oxígeno y los nutrientes a las células de la piel.
Por otro lado, entrecerrar los ojos o fruncir los labios en forma repetitiva como consecuencia del humo en la cara, contribuye a la aparición de líneas alrededor de la boca y los ojos. A esto se suma que el calor y el humo no inhalado pueden secar y dañar la superficie de la piel.
Problemas de cicatrización
Estos mismos factores también pueden derivar en una menor capacidad de la piel para reparar heridas, como cortes o raspaduras, lo que provoca un mayor riesgo de infección y cicatrización de las heridas.
La Academia Española de Dermatología asegura que las arrugas de las personas que fuman son diferentes a las que presentan los no fumadores, siendo las arrugas los ojos de los fumadores más estrechas y profundas, con contornos bien marcados, mientras que las mismas arrugas en los no fumadores son bastante más abiertas y redondas.
Por otro lado, el color de la piel de los fumadores no es el rosado característico del cutis sano y ofrece más bien una palidez cercana al amarillo grisáceo, por lo cual es raro que los fumadores tengan mejillas rosadas.
“La relación del tabaco con las arrugas se manifiesta con claridad en sujetos de ambos sexos de más de 30 años y ya entre 40 y 49 años tienen una probabilidad de arrugas idéntica a la de los no fumadores de 20 o 30 años más”, precisa esta institución española.
Un informe publicado en la revista médica British Journal Medical, afirma que para identificar a un fumador con diez años o más de este mal hábito, basta notar las siguientes características físicas: cara envejecida, con arrugas muy marcadas y profundas líneas de expresión, semblante con huesos prominentes, piel opaca o grisácea y manchas en piel.
Además de la piel, el tabaco genera efectos en los dientes en los que causa manchas amarillas; inflamación en los párpados como consecuencia de la congestión de los senos nasales y rinitis producidas por el humo del tabaco; cabello quebradizo y uñas amarillas, entre muchas otras, según indica el portal Salud 180.