Mucho se ha halado sobre los horarios de alimentación de las personas, pues esto puede influir en algunos aspectos de la vida y la salud. De hecho, expertos han señalado que la cena debería ser entre 6:30 p. m. y 7:30 p. m. para dejar que el organismo trabaje un buen tiempo antes de ir a la cama.
De acuerdo con el portal El Diario de Hoy, en donde reseñaron varios artículos de científicos, pueden existir algunos cambios en el cuerpo cuando se cena regularmente tarde. De hecho, señalaron que cenar temprano puede evitar un aumento de las calorías y reducir el riesgo de la acidez.
Esto pasa si cena después de las siete de la noche:
Ganar peso
De acuerdo con un estudio publicado en la revista Cell Metabolism, comer tarde puede duplicar las probabilidades de tener más hambre, y que exista una quema más lenta de calorías.
En el estudio se evaluó un grupo de participantes que se dividieron en dos, la primera parte del grupo ingería sus alimentos entre 9 a. m.,1 p. m. y 5 p. m.; mientras que el otro grupo los ingería a la 1 p.m., 5 p.m. y 9 p.m.
Los resultados señalaron que los participantes que comían cuatro horas más tarde quemaban calorías a un ritmo más lento y tuvieron ciertos cambios corporales como por ejemplo, el crecimiento de grasa.
Reflujo
Cenar tarde también puede generar síntomas de reflujo en el organismo. Según Healthline, “cuando te acuestas después de comer, el ácido estomacal podría subir y causar molestias”.
Síndrome metabólico
El portal de salud Healthline también mencionó que comer tarde o durante un amplio tiempo aumenta el riesgo de padecer síndrome metabólico, un grupo de condiciones que incluye resistencia a la insulina, colesterol alto, presión arterial alta, obesidad, entre otras cosas.
Afecta la longevidad
Evitar cenar muy tarde tiene efecto antienvejecimiento, lo cual favorece una vida larga, aseguran investigadores del Southwestern Medical Center, de la Universidad de Texas.
Alimentación saludable, consejos para lograrlo:
es importante que las personas sean conscientes frente a su proceso de alimentación y allí surge él “mindful eating” o alimentación consciente; una alternativa para generar hábitos nutricionales a partir de los alimentos que realmente necesita el organismo para funcionar correctamente y demás acciones relacionadas con la alimentación.
Como lo explica el doctor Juan Carlos Alba, médico, psiquiatra y máster en Mindfulness de la Universidad de Zaragoza, este proceso hace parte de una intervención psicoterapéutica llamada mindfulness (o atención plena), que busca que las personas dejen de alimentarse de manera instintiva y lo realicen de una manera centrada, teniendo consciencia de los alimentos que se consumen, la forma en la que lo hacen y las emociones y sensaciones que se generan en el cuerpo a raíz de todo el proceso dado mediante la ingesta.
A lo anterior, se suma la aceptación del cuerpo y el cuidado del ser, que se enmarca en los siguientes tres pilares que son: Entender los procesos psicológicos alrededor de las comidas, entender los procesos de conductas alrededor de las comidas, intervenir entre algunas variables fisiológicas del comer: hambre, saciedad y antojos.
Consejos:
- Disfrute el proceso y conecte con los alimentos, prestándole mucha atención a los aromas, gustos, sabores, texturas y temperaturas.
- Siéntese: evite comer, caminando o parado frente al refrigerador.
- No haga otras cosas a la vez: por ejemplo, ver televisión, usar su teléfono inteligente, escuchar radio, leer, etc. Una buena alimentación necesita plena concentración.
- Coma despacio: al hacer esto aparecerá una sensación de saciedad después de unos 20 minutos de empezar a comer. De igual forma, dejar el tener tenedor en la mesa cuando mastique su comida, le permitirá comer más lento y estar más atento.
- No pelee contra los antojos: reconózcalos y reflexione si son deseos extraños o hábitos y si existen formas más saludables de compensarlos. Ignorar los antojos solo los hace más fuertes.
- Coma su comida favorita al final: la memoria recuerda la última mordida como la mejor, por lo que es menos probable que quiera seguir comiendo, si tiene vivo el recuerdo de cuánto disfrutó el último bocado.