El aumento desaforado en el apetito en ocasiones no necesariamente corresponde a las necesidades reales que tiene el cuerpo de consumir alimentos, sino que podría estar relacionado con algunas dificultades de orden psicológico.
Se trata de una condición que algunos psicólogos han llamado como “hambre emocional”, que tiene características distintas en comparación a lo que se conoce como hambre fisiológica. De acuerdo con una publicación de la empresa Seguros Sura, el hambre fisiológica se presenta de forma gradual, puede esperar, no genera sentimientos negativos y se puede satisfacer con distintos alimentos.
Mientras tanto, el hambre emocional se presenta de forma repentina, genera una sensación de urgencia en los pacientes y puede enfocarse solo en tipos de comida específicos.
En ocasiones esta sensación de hambre puede estar causada por un trastorno de ansiedad, que genera comportamientos erráticos e intempestivos.
Entre otras cosas es clave saber diferenciar cuándo se trata de un síntoma leve y cuándo puede convertirse en un problema médico en sí mismo, como el trastorno de apetito desenfrenado.
De acuerdo con MedlinePlus, la enciclopedia de salud de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos este “es un trastorno de la alimentación en el cual una persona ingiere, de manera regular, cantidades de comida inusualmente grandes. Durante el apetito desenfrenado, la persona también experimenta una sensación de pérdida de control y no es capaz de parar de comer”.
Entre otras cosas, se caracteriza porque los pacientes que lo sufren comen grandes cantidades de alimento en períodos cortos y no pueden evitar comer demasiado.
También es común que estas personas sigan comiendo aun cuando ya están llenas desde el punto de vista psicológico, además de que sienten culpabilidad y prefieren ingerir los alimentos en secreto.
Según MedlinePlus, esta condición de salud es el trastorno alimentario más frecuente y afecta con mayor frecuencia a las mujeres que a los hombres.
Vale decir, sin embargo, que si una persona presenta alguno de los síntomas mencionados debe acudir a los servicios de profesionales médicos y de salud mental cuanto antes, pues estos trastornos no se curan por sí mismos.
Comer bien puede ser de gran ayuda
Si bien es fundamental acudir a un tratamiento psicológico que provee a los pacientes de múltiples herramientas para mejorar su estado de salud, hay algunas recomendaciones nutricionales que también pueden resultarles útiles.
“Afrontar la ansiedad puede ser un desafío y, a menudo, requiere hacer modificaciones en el estilo de vida. No existen cambios alimentarios que puedan curar la ansiedad, pero prestar atención a lo que se come puede ayudar”, señala la Clínica Mayo, una institución médica de Estados Unidos.
Entre otras cosas, esa fuente advierte que es importante incluir alimentos altos en proteínas a la hora de desayunar. Esto se debe a que estas moléculas complejas hacen que el cuerpo se sienta satisfecho durante más tiempo, con lo cual los niveles de azúcar se estabilizan y el nivel de energía se mantiene en el comienzo del día.
Así mismo, recomiendan ingerir hidratos de carbono complejos, es decir, granos integrales, avena, quinua, panes y cereales integrales. “Se cree que los hidratos de carbono aumentan el nivel de serotonina en el cerebro, lo cual genera un efecto tranquilizante”, explica la Clínica Mayo.
En esa medida, también aconsejan evitar los alimentos que contienen hidratos de carbono simples, que son todos aquellos con azúcares añadidos, como las gaseosas o los jugos azucarados.
Es importante tomar cantidades suficientes de agua, pues la deshidratación puede tener efectos en el estado de ánimo y, con ello, hacer que las personas sean más proclives a pasar por períodos de ansiedad.
En general, aconsejan mantener una dieta balanceada. “La alimentación saludable es importante para la salud física y mental en general. Come muchas frutas y vegetales frescos, pero no en exceso. También ayuda comer regularmente pescados ricos en ácidos grasos omega-3, como el salmón”, puntualizan.
Por último recomiendan evitar algunas sustancias como el alcohol y la cafeína, pues pueden causar irritación, tensión y aumentar los nervios.