La atención médica ha tenido numerosas vertientes y técnicas a lo largo de su historia, desde los remedios caseros tradicionales hasta los más recientes desarrollos científicos. No obstante, un concepto que todavía se mantiene en el campo de la salud es el popular efecto placebo.
Según reseña el portal de salud Mapfre, “el efecto placebo se define como aquel efecto producido sobre el organismo por una sustancia que, sin tener ninguna acción terapéutica, sin ser ningún principio activo, produce un efecto curativo sobre la persona porque esta cree que lo que está tomando es un fármaco”.
En palabras más simples, se trata de engañar a la mente haciéndola creer que lo que se está tomando tiene propiedades medicinales, así en realidad no presente ninguna cualidad curativa. De esta manera, el supuesto medicamente se configura como un placebo capaz de “aliviar” determinados síntomas.
Sobre la historia del efecto placebo, el diario El País, de España, cita la historia del médico estadounidense Henry Beecher, a quien se le atribuye su descubrimiento, cuando estaba en un hospital de la Segunda Guerra Mundial. Luego de quedarse sin morfina para calmar a los soldados heridos, la narración indica que posiblemente él o una enfermera decidió inyectar una solución salina diciendo que era un analgésico.
Sin embargo, lo que vino después resultó sorprendente. Los soldados que habían recibido la solución salina, o placebo, manifestaron haber sentido los afectos analgésicos, calmando sus dolores.
A raíz de su experiencia, Beecher siguió profundizando en el tema y publicó en 1955 el artículo de referencia para este campo: The Powerful Placebo. “El 35 % del éxito de un fármaco o del médico se debe a las expectativas del paciente de un resultado”, aseguró el médico, equiparando su conclusión al efecto placebo.
¿Una historia real?
La supuesta historia de Beecher tiene numerosas versiones y, precisamente, este detalle se plantea como un punto de partida para analizar si las bondades que se le atribuyen a los placebos tienen bases sólidas.
Ahora bien, un artículo titulado Estudios de crisis de replicación y placebo: reiniciando el debate bioético, publicado recientemente en la revista Journal of Medical Ethics, plantea críticas como “las ganas de creer en algo tan fascinante como que el cuerpo sana la mente”, tomando como referencia a artículos antiguos sin comprobar su validez, según reseña El País.
Para el estudio se realizó una encuesta entre médicos de atención primaria en 12 países. Según los resultados, entre el 53 % y el 89 % habían utilizado placebos en sus pacientes durante el último mes.
Se cree que el efecto placebo también se da como complemento de todos los detalles que componen una consulta médica: acudir al consultorio, dialogar con el doctor, escuchar su diagnóstico y recibir el medicamento en cuestión.
“Basado en un solo estudio sobre úlceras duodenales, está ampliamente aceptado que cuantas más pastillas de placebo se administran mayor es el efecto placebo. De forma similar, se suele decir que el color de las pastillas influye en su efecto, y que las pastillas rojas tienen más efecto que las de otros colores. Esto parece basarse en un solo estudio publicado en 1974 con una muestra de 22 participantes, de los que cinco recibieron pastillas rojas”, explica Charlotte Blease, una de las autoras del estudio y líder de la investigación.
Replantear el uso de placebos
Ted Kaptchuk, especialista en el estudio del placebo en Harvard, afirma que “los placebos te pueden hacer sentir mejor, pero no te curarán”. En tal virtud, anota que “su mayor efectividad se ha visto en el tratamiento del dolor, el insomnio o los efectos secundarios del cáncer, como el cansancio o las náuseas”, agrega el diario citado.
Por su parte, y con base en estudios más actuales, Blease considera que el uso de placebos debería replantearse. Incluso, afirma que los médicos deberían dejar de entregarlos, al menos por el momento o hasta tener datos más concluyentes sobre los impactos reales que tienen los placebos para el ser humano.
“Los placebos que requieren el engaño del paciente vulneran los códigos éticos que dicen que los médicos deben ser honestos con sus pacientes para que ellos decidan si quieren recibir un tratamiento y cuál”, sostiene la experta, citada por El País de España.