Claudia Marcela Vargas es una amante de los animales. En su casa viven sus dos perritas, Mila y Nala; un gato llamado Maní y Kiko, un cerdo al que adoptó en 2016. Claudia le contó a SEMANA que desde hacía mucho tiempo soñaba con tener un cerdito. Sabía que no podría tener de los grandes, de 300 o 400 kilos, así que pensó que los minipigs podrían ser una buena opción. Lo que nunca le dijeron es que “mini” significa que no pesará más de 100 kilos, que sigue siendo bastante grande. “Cuando mi esposo y yo tomamos la decisión de traerlo a casa dijimos “así crezca como Okja (marranito gigante de una película), estará de por vida con nosotros. Así es y así será, lo amamos locamente”. Y menos mal que lo habían decidido así porque esperaban que en su adultez pesara 15 kilos, pero descubrieron que ningún minipig saludable tiene ese peso en su madurez y Kiko hoy pesa 57.
Todo empezó en 2016. Claudia y su esposo, Felipe Rueda, se decidieron a buscar a ese cerdito que tanto anhelaban. Encontraron un criadero en Suba que estaba “en unas condiciones horribles: Tenían muchos animales en jaulas, olía feo, se veían enfermos”, entonces desistieron de la idea por un tiempo. Más tarde fueron a Expopet y conocieron a Plumicolor. Fueron a su finca a conocer a los marranitos y allá escogieron a Kiko.
La persona que se los vendió no les aseguró cuál iba a ser el tamaño, pero les dijo que iba a depender de una dieta con vegetales. Les dijeron que no eran necesarias vacunas ni ningún otro tipo de cuidado. Claudia no estaba muy satisfecha con las recomendaciones así que empezó a investigar. Buscaron un veterinario que lo esterilizó y, con el pasar del tiempo, Kiko fue creciendo y creciendo. En ese proceso se dieron cuenta de que no crecen solo 8 meses, como prometen algunos vendedores, crecen hasta los 3 años o un poco más. También se enteraron de que un cerdo, así sea mini, no es para todo el mundo y requiere muchos cuidados.“Hay un problema muy grande por todas las mentiras que dicen los que los venden y por la desinformación que hay -dice Claudia-. Están abandonando muchos porque la gente no sabe en lo que se mete al comprarlos. Están comprando a una mascota que vive por 20 años y que si bien son amorosos e inteligentes tienen muchas particularidades”.
Claudia quiere compartir su historia porque ha visto cómo muchos de los minipigs son abandonados en las calles. En realidad no son animales aptos para apartamentos o espacios pequeños. “No son como un perro un gato”, dice Claudia. Según ella, son supremamente inteligentes, más que los perros o los gatos, rompen cosas, necesitan espacio para correr, abren puertas con su trompa, tienen hasta diez tipos de chillidos, dependiendo de lo que quieren. Por ejemplo, cuenta ella, cuando llega a la casa Kiko hace un sonido, cuando los visita un extraño, hace otro, y otro cuando tiene hambre. “Los chillidos son tan fuertes que te penetran el oído y no son para todo el mundo”. Claudia y su esposo le dan comida tres veces al día a Kiko. Para esto, invierten cerca de 150.000 pesos al mes en una mezcla de proteína vegetal (granos), vegetales y fruta porque la comida que le recomendaron inicialmente podía enfermarlo por desnutrición. Además, le dan un suplemento vitamínico y es necesario limarle las pezuñas, bañarlo cada 20 días, e hidratar la piel con acetato de aluminio y aceite de almendras todos los días porque se resecan mucho.
En este momento hay una organización llamada Oink Colombia que está trabajando de la mano con el ICA y Pork Colombia, para regular la venta de estos animales y que la gente tome una decisión consciente, en especial porque podrían presentarse problemas de salud pública por la fiebre porcina si no se toman las medidas necesarias. En un comunicado a la opinión pública, Oink Colombia cuenta que en Colombia la tendencia de tener estos cerditos se ha ido expandiendo rápidamente gracias a que muchos artistas, actores y youtubers los tienen como mascotas. Así también empezó esa tendencia hace algunos años en Estados Unidos. El problema es que hay “un incremento en los abandonos y malas prácticas de tenencia y crianza (...) Además de vulnerar los derechos de los animales ha resultado en un riesgo para la salud pública y sus proporciones, especialmente en países como el nuestro, se han vuelto inmanejables”, especialmente en ciudades como Medellín.
(Izquierda) A esta pareja de cerditos los están vendiendo en un semáforo de Bogotá por solo 500.000 pesos. (Derecha) Una minipig abandonada en las calles de Bogotá. Foto: Cortesía Claudia Vargas. “He visto a muchos cerditos que los venden en los semáforos por precios irrisorios, unos 500.000 pesos una pareja. En estos días me van a dar a una gorda que la dueña no la quiere porque no sabía en lo que se metía y ya no la quiere. Por eso, les digo que antes de comprar un marranito es mejor que se informen”, dijo Claudia.