Sin duda, la búsqueda de la felicidad es uno de los objetivos más recurrentes de los seres humanos y uno de los que seguramente muchos intentan encontrar durante toda su vida. La Real Academia la define como el “estado de grata satisfacción espiritual y física”.
La felicidad tiene dos caras: una experiencial o emocional y una cara evaluativa o cognitiva. El componente experiencial consiste en “un equilibrio entre las emociones positivas como el júbilo, la alegría, el orgullo y el placer, y las emociones negativas como la preocupación, la ira y la tristeza”, según escribe el filósofo y científico Steven Pinker en su libro Tótem. En defensa de la ilustración (Paidós).
Ahora bien, lo que está claro, y así lo confirma el estudio en profundidad longitudinal más largo que se ha hecho nunca sobre la vida humana, es que las buenas relaciones mantienen a las personas más sanas y felices.
Se trata de una investigación científica que ha elaborado el Estudio Harvard sobre el Desarrollo en Adultos, y que tiene sus orígenes en 1938.
Durante ochenta y cuatro años (y los que quedan), el estudio ha seguido a los mismos individuos, les han hecho miles de preguntas y ha recopilado centenares de métricas para averiguar qué es lo que de verdad hace que la gente esté sana y feliz. Con el paso del tiempo, el estudio ha evolucionado para expandirse e incluir en la actualidad tres generaciones y más de 1.300 descendientes de sus 724 participantes originales.
A los participantes se les ha sometido a todo tipo de pruebas. Desde escáneres cerebrales, análisis de sangre, muestras de su pelo para medir hormonas del estrés o preguntas sobre sus mayores preocupaciones y principales objetivos vitales.
En un encuentro que ha mantenido The Indepent con Robert Waldinger, profesor de Psiquiatría en la facultad de medicina de Harvard, psicoanalista, monje zen y el cuarto director del estudio, confirma que la clave de la felicidad son “las buenas relaciones”. Ya sea de amigos, familiares o compañeros de trabajo.
«Es más fácil ser feliz en compañía», reconoce Waldinger. Al final todo se reduce a eso: pasar tiempo con los tuyos. Compartir tus logros y preocupaciones con las personas que amas. Sentir soledad es estresante. Yo por ejemplo me quejo con mi mujer. Es necesario tener a alguien con quien hacerlo, ya sea tu pareja o amigos”, comenta el psiquiatra.
“Y no solo es necesario apoyar y escuchar, también abrirse, reconocer cuándo estamos rotos, y al igual que nos sentamos y escuchamos los problemas de aquellas personas que queremos, hacerlo nosotros”. El libro ‘Una buena vida’, que firman Robert Waldinger y Marc Schulz, recopila las principales conclusiones del Estudio Harvard y recoge algunos de los casos que se han estudiado durante años.
A lo largo del estudio se hace hincapié en que las relaciones son la clave, no solo para afrontar las dificultades sino también para crecer ante ellas. Uno de los participantes, por ejemplo, mantenía una muy buena relación con su familia. Sin embargo, era incapaz de abrirse con su mujer o sus hijos y contarles sus problemas. Pero que nos escuchen nos hace sentir entendidos y cuidados.
De hecho, una de las conclusiones del estudio es que la tendencia a evitar pensar y hablar sobre los problemas en la mediana edad se asocia con consecuencias negativas más de treinta años después.
Cuando los investigadores observaron los ochenta y cuatro años del Estudio Harvard ven que los participantes más felices y sanos son los que tenían las mejores relaciones, a pesar de que, irónicamente, los peores momentos de la vida también están vinculados con las personas que más se quieren, así como los divorcios o las muertes de los seres queridos. “Es una de las ironías de la vida: las personas que nos hacen sentirnos más vivos son al mismo tiempo las más capaces de hacernos daño”, dice el experto.
Lo que es evidente, y reconoce el estudio, es que no se puede controlar el destino ni los problemas que se van amontonando a lo largo del camino. “No es lo mismo que lhayas crecido en una familia desestructurada, con un padre alcohólico, por ejemplo, o que lo hayas hecho en una familia unida sin padres ausentes. Los primeros tendrán una infancia más dura, un trauma que arrastrarán durante años, pero hay esperanza”, afirma el estudio.
Cabe resaltar que la infancia no es el único momento vital en el que las experiencias moldean a las personas. Con el tiempo pueden ser capaces de superar y enfrentar a sus miedos, sobre todo si se apoyan en las personas que quieren. “La forma en la que gestionamos los problemas es a menudo lo que define el curso de nuestras vidas. Así que, sí, se puede sacar algo bueno de una experiencia negativa. Y más si nos apoyamos en nuestras personas de confianza”, dice el experto.
Ahora bien, al igual que las relaciones con la familia y amistades, las relaciones con los compañeros de trabajo son más importantes de lo que parecen. Henry, uno de los participantes del estudio, nunca habló de los coches que fabricaba, pero en cambio nombraba a sus compañeros, que consideraba una familia.
Una de las principales conclusiones del estudio es que el trabajo también es la vida, sobre todo si se tiene en cuenta el tiempo que se pasa en la oficina o que, cuando hay un día malo, se lleva el mal humor a rastras a casa.
De hecho, unos cuantos participantes mencionaron que a menudo dejaban el estrés del trabajo en la oficina. En cambio, el estudio mostraba que incluso cuando creen que dejan los temas ahí, las emociones también permanecen de formas que no siempre se reconocen.