La fibromialgia es un trastorno caracterizado por dolor musculoesquelético generalizado, el cual normalmente está acompañado por fatiga y problemas de sueño, memoria y estado de ánimo.
Esta patología se presenta con una sensación dolorosa a la presión en unos puntos específicos. La Fundación Española de Reumatología indica que este dolor se parece al originado en las articulaciones, pero no se trata de una enfermedad articular.
Los expertos consideran que la fibromialgia amplifica las sensaciones de dolor porque afecta el modo en que el cerebro y la médula espinal procesan las señales de dolor y de no dolor.
Normalmente, los síntomas comienzan después de un evento, como un traumatismo físico, cirugía, infección o estrés psicológico significativo. En otros casos, los síntomas se acumulan progresivamente con el tiempo, sin que exista un evento desencadenante, explican expertos del instituto de investigaciones Mayo Clinic.
Además del dolor y la fatiga, las personas diagnosticadas con fibromialgia pueden experimentar trastornos del sueño, rigidez matutina, falta de concentración y síntomas mentales ocasionalmente leves a severos, como la ansiedad o la depresión. La enfermedad tiene un impacto significativo en la calidad de vida del paciente, causando situaciones como la pérdida de empleo o alejarse de la vida social.
Vitamina D
De acuerdo con un estudio realizado con 30 mujeres que padecían la enfermedad, la vitamina D puede ser un tratamiento eficaz para estos pacientes. En la investigación, realizada por científicos del Hospital Ortopédico Speising de Viena, en Austria, se sugiere que en personas con niveles bajos de vitamina D, los suplementos de la misma pueden disminuir el dolor y ser una alternativa rentable o un complemento a otros tratamientos.
En el ensayo participaron 30 mujeres con fibromialgia con bajos niveles de calcifediol (principal forma circulante de la vitamina D) y en los análisis se evidenció una reducción marcada del dolor durante el periodo de tratamiento en el grupo que tomó el suplemento, concluyeron los investigadores.
Se habla de suplementos de vitamina D, pues según los Institutos Nacionales de Salud, de Estados Unidos, son muy pocos los alimentos que contienen esta vitamina en forma natural. Los alimentos fortificados con esta vitamina aportan la mayor parte. Por ejemplo, leche, cereales para el desayuno y algunas marcas de jugos de naranja, yogures, margarinas y otros productos contienen vitamina D agregada.
Los pescados grasos, como la trucha, el salmón, el atún y la caballa, así como los aceites de hígado de pescado, se encuentran entre las mejores fuentes naturales de vitamina D, de acuerdo con los especialistas. El hígado de ganado vacuno, la yema de huevo y el queso también contienen cantidades pequeñas de esta vitamina.
A la luz del sol
El cuerpo produce vitamina D cuando la piel descubierta se expone al sol. Sin embargo, las nubes, la contaminación, la edad avanzada y la piel de color oscuro reducen la cantidad de vitamina D producida por la piel. Asimismo, la piel expuesta a la luz solar a través de una ventana no la produce.
La radiación ultravioleta del sol puede causar cáncer de piel, de manera que es importante limitar el tiempo de exposición. Aunque los protectores solares limitan la producción de vitamina D, los expertos en salud recomiendan usar aquellos que ofrecen un factor de protección solar (FPS) de 15 o más si la persona va a exponerse al sol por periodos largos.
Vitaminas C y E
La alimentación es clave para ayudar a aliviar los dolores y molestias generados por la fibromialgia. Hacer una dieta rica en vegetales, hortalizas y frutas, que además son antioxidantes, es recomendable.
Los antioxidantes son favorables para las personas que padecen esta enfermedad al permitir mayor vitalidad, menor dolor muscular y mejor estado de ánimo. La mayoría de los antioxidantes se pueden obtener en los alimento que contienen vitamina C, selenio, vitamina E, carotenos, flavonoides y magnesio.
La vitamina C se puede encontrar en las frutas cítricas, pimentones, fresas, coliflor, coles de bruselas y piña, entre otros; mientras que la E, puede ser aportada por los aceites vegetales, nueces, semillas, hortalizas de hoja verde y cereales fortificados, precisa la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.