La fiebre es un aumento temporal de la temperatura del cuerpo. La mayoría de las veces obedece a infecciones provocadas por bacterias, virus u hongos.

Sin embargo, en otros casos puede estar relacionada con ciertas enfermedades e incluso con algunos medicamentos que pueden originar alteraciones en el termostato de la persona.

La temperatura corporal promedio es de 37 °C y puede variar entre los 36,1 °C y los 37,2 °C o un poco más. Esta temperatura puede cambiar según las condiciones climáticas, el nivel de actividad de las personas e incluso la hora del día. Las personas de avanzada edad tienden a registrar temperaturas más bajas que los jóvenes.

Para un adulto, la fiebre puede ser molesta, pero normalmente no es algo que cause preocupación a menos que alcance los 39 °C o más. En lactantes y bebés, una temperatura algo elevada puede indicar una infección grave a la que se le debe prestar rápida atención.

Los síntomas que indican que la temperatura corporal está por encima del promedio, que en los niños puede ser de 37,2 °C, según información de la EPS Famisanar, están relacionados con sobrecalentamiento, sudor excesivo, escalofríos, dolor muscular, sarpullido, insomnio, dolor de cabeza, debilidad o decaimiento y disminución del apetito.

Según la Clínica de Mayo, los niños entre seis meses y cinco años pueden presentar convulsiones febriles. Alrededor de un tercio de los pequeños que tienen una convulsión febril puede presentar otra, por lo general dentro de los siguientes 12 meses.

¿Qué sucede con los bebés?

Una fiebre sin causa aparente es motivo de mayor preocupación cuando se trata de bebés y niños. Las recomendaciones de los especialistas apuntan a que se debe llamar al médico cuando:

- El bebé tiene menos de tres meses y tiene una temperatura de 38 °C o más.

- El menor está entre tres y seis meses, tiene una temperatura de 38,9 °C o más, parece inusualmente irritable, letárgico o incómodo.

- Tiene entre seis y 24 meses y alcanza una temperatura de 38,9 °C o más, que dura más de un día pero no muestra otros síntomas. Si el niño también tiene otros signos como resfrío, tos o diarrea, la asistencia al médico debe ser urgente.

La tos y la fiebre son los síntomas que más asustan a los padres.

Para niños más grandecitos, se debe consultar con el especialista cuando están desanimados o irritables, vomitan reiteradamente, tienen dolor de cabeza o de estómago intenso, o tienen otros síntomas que causan una molestia importante.

También si llevan más de tres días con fiebre y si parecen desanimados, y mantienen poco contacto visual con la madre.

Según la Biblioteca de Medicina de los Estados Unidos, generalmente no ocurrirá daño cerebral a raíz de la fiebre, a menos que sea superior a 42 °C. De acuerdo con los expertos, la fiebre sin tratamiento causada por infección pocas veces sobrepasa los 40,6 °C, a menos que el niño tenga demasiada ropa o esté en un lugar caluroso.

En relación con las convulsiones febriles, se indica que ocurren en algunos niños. La mayoría de ellas termina rápidamente y no significa que el niño tenga epilepsia. Estas tampoco causan ningún daño permanente.

Para el caso de los adultos se debe consultar al médico si además de la temperatura alta se registran signos como: dolor de cabeza intenso; erupción inusual en la piel, en especial si esta empeora rápidamente; sensibilidad inusual a la luz brillante; rigidez en el cuello y dolor cuando inclina la cabeza hacia adelante; confusión mental; vómitos constantes; dificultad para respirar o dolor en el pecho, abdominal, o molestia al orinar y convulsiones o ataques.

La fiebre se presenta cuando el cuerpo se está defendiendo de alguna infección. | Foto: Getty Images

¿Cómo tratarla en casa?

La fiebre usualmente puede ser tratada en casa, pero ante síntomas como confusión, manchas rojas en la piel, rigidez de cuello o manos, dificultad para respirar o temperatura muy alta es recomendable asistir de inmediato al servicio de urgencias. Si no existen síntomas de alarma, pero la fiebre dura más de 24 horas, también será recomendable consultar con los profesionales en salud.

Algunas de las recomendaciones son:

- Beber suficientes líquidos. Esto no solo ayudará a prevenir la deshidratación, sino que es clave para disminuir la temperatura del cuerpo.

- Consumir alimentos livianos. Que sean fáciles de digerir como galletas y caldos; además, evitar el consumo de lácteos.

- Descansar. El cuerpo estará trabajando para combatir la infección. Es importante asegurarse de dormir las horas que sean necesarias para recuperar la energía.