La enfermedad del hígado graso, también conocida como esteatosis hepática, es una afección cada vez más común en el mundo y está muy relacionada con la obesidad, la diabetes tipo 2 y otros trastornos que se caracterizan por la resistencia a la insulina.

Este padecimiento se presenta cuando la grasa se acumula en este órgano, el cual tiene dentro de sus funciones procesar los nutrientes de los alimentos y bebidas, además de filtrar sustancias dañinas que se encuentran en la sangre.

Demasiada grasa en el hígado puede causar inflamación, que puede dañarlo y crear cicatrices. En casos graves, esta cicatrización puede llevar a la insuficiencia hepática. Cuando esta afección se presenta en una persona que bebe mucho alcohol, se conoce como enfermedad del hígado graso por alcohol, según explica el portal Healthline.

Los especialistas aseguran que esta es una enfermedad silenciosa, pues normalmente no presenta síntomas, ni siquiera cuando ya está avanzada. Sin embargo, uno de sus efectos es que puede agrandar el hígado y cuando esto ocurre es posible que se genere dolor o malestar en la parte superior derecha del abdomen, que es el área entre las caderas y el pecho, explica la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

En caso de que se presenten signos o algunas señales de la enfermedad, estos pueden incluir: pérdida de apetito, sentirse enfermo o vomitar, pérdida de peso y cansancio. Otras personas con este padecimiento desarrollan complicaciones, incluyendo cicatrices en el hígado. La cicatrización hepática se conoce como fibrosis hepática, que si se vuelve severa se puede convertir en una cirrosis.

Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que más del 90 % de las personas con obesidad tiene hígado graso. No obstante, esto no quiere decir que esta enfermedad sea exclusiva de las personas obesas, también pueden padecerla algunas que tengan un peso ideal u otras que presenten antecedentes como niveles elevados de azúcar.

Además de la alimentación, para prevenir el desarrollo de esta enfermedad es importante realizar actividad física de manera regular. Esto ayuda a bajar de peso y prevenir otras afecciones que pueden incidir en la formación del hígado graso.

De acuerdo con una investigación publicada en la revista Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism y realizada por investigadores de la Universidad de Sídney, realizar ejercicio diario de alta intensidad puede ayudar a las personas que padecen la enfermedad del hígado graso no alcohólico.

Los científicos compararon los ejercicios de alta intensidad frente a los de intensidad moderada y sus respectivos efectos sobre la grasa hepática en personas adultas. Una de las conclusiones fue que, así como las actividades moderadas ayudan a mejorar la salud del hígado, los entrenamientos más cortos e intensos funcionan igual de bien, lo que indica que los pacientes no tienen que hacer ejercicio durante largos períodos para obtener resultados.

Los ejercicios de alta intensidad, conocidos como HIIT, por sus siglas en inglés, se centran en sesiones breves de actividad intensa, seguida de períodos de descanso. Aquí se pueden incluir los aeróbicos, trotar o incluso realizar sentadillas y flexiones. Ya otras investigaciones habían concluído que este tipo de ejercicios pueden mejorar la función cardíaca.

Dado que cualquier actividad física puede ayudar a mejorar las condiciones de salud, otras posibilidades para quienes prefieren evitar la alta intensidad son caminar, montar en bicicleta, realizar aeróbicos suaves o correr. En el caso de las caminatas, efectuar una rutina de 30 minutos diarios al menos cinco veces por semana ayuda a reducir el peso y la grasa corporal.

Los aeróbicos moderados y la bicicleta ayudan a quemar grasa y a bajar calorías, mientras que correr puede ayudar a bajar de peso y lograr tonicidad muscular.