Por años se ha hablado de los beneficios que tiene el limón en el control de la hipertensión. En ese sentido, Priscila Jofré, estudiante de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Concepción de Chile, bajo la dirección de las académicas Pola Fernández y Marcia Avello, analizó las propiedades químicas del jugo de limón y realizó un estudio en una muestra de pacientes del Centro de Salud Familiar (Cesfam) Víctor Manuel Fernández.
De acuerdo con la publicación realizada por la Institución, con el objetivo de caracterizar el uso del zumo de limón, Jofré aplicó una encuesta a 506 pacientes hipertensos del Cesfam y realizó un estudio piloto con cinco pacientes hipertensos, para evaluar efecto del zumo frente un alza de presión arterial.
“Los datos compilados de la encuesta muestran que el 95,2% de la población parte del estudio ha usado alguna vez zumo de limón ante un alza de presión arterial, y presentó una mejoría de los síntomas aproximadamente en media hora”, reseña el artículo.
Del mismo modo, en el marco del estudio piloto se pudo observar una disminución de la presión arterial en los pacientes hipertensos en situación de alza de presión, la cual tiende a ser sostenida en el tiempo. De acuerdo con la Universidad de Concepción, el estudio concluyó que la ingesta de zumo de limón “disminuye la presión arterial por un mecanismo de acción no establecido, probablemente relacionado con el contenido en polifenoles y vitamina C, compuestos a los cuales se les han atribuido efectos antihipertensivos”.
¿Qué es la hipertensión?
La Fundación Española del Corazón define la hipertensión como “la elevación de los niveles de presión arterial de forma continua o sostenida”. La presión arterial es la fuerza que ejerce el corazón sobre las arterias para que transporten la sangre hacia los diferentes órganos del cuerpo. De este modo, la presión máxima se obtiene en cada contracción del corazón y la mínima, con cada relajación.
Se dice que la hipertensión, también conocida como presión arterial alta, es una enfermedad silenciosa, pues puede pasar inadvertida por años y solo puede detectarse con un brazalete de presión (esfingomanómetro).
De acuerdo con la entidad, esta afección “supone una mayor resistencia para el corazón, que responde aumentando su masa muscular (hipertrofia ventricular izquierda) para hacer frente a ese sobreesfuerzo. Este incremento de la masa muscular acaba siendo perjudicial porque no viene acompañado de un aumento equivalente del riego sanguíneo y puede producir insuficiencia coronaria y angina de pecho. Además, el músculo cardiaco se vuelve más irritable y se producen más arritmias”.
Agrega que la hipertensión puede intensificar el daño en aquellos pacientes que ya han sufrido de algún problema cardiovascular. Asimismo, esta enfermedad propicia la arterioesclerosis, que es la acumulación de colesterol en las arterias y fenómenos de trombosis, los cuales pueden llegar a producir infarto de miocardio o infarto cerebral.
“En el peor de los casos, la hipertensión arterial puede reblandecer las paredes de la aorta y provocar su dilatación –aneurisma– o rotura –lo que inevitablemente causa la muerte–”, advierte. Enfermedad de las arterias coronarias, corazón izquierdo agrandado o insuficiencia cardiaca son algunos de los problemas que podría llegar a experimentar el corazón si no se controla la presión arterial alta.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) afirma que la presión arterial alta es “el principal factor de riesgo para sufrir una enfermedad cardiovascular”. Según la entidad, al año, en la región de las Américas mueren 1,6 millones de personas por enfermedades cardiovasculares, de las cuales medio millón es menor de 70 años, “lo cual se considera una muerte prematura y evitable”.