Más de medio siglo de trabajo y una cifra superior a los 40.000 millones de dólares se han invertido en vacunas contra la malaria. En las últimas décadas, se ensayaron por lo menos 127 vacunas para esta enfermedad, que mata a 500.000 niños cada año, la mitad de ellos en África.

Hasta ahora, todos esos esfuerzos habían sido en vano. Así, el famoso toldillo en las camas era la mejor defensa para los menores en dichas zonas, lo que equivalía a una protección de apenas 20 por ciento frente a la mortalidad causada.

La noticia de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) respaldaba el medicamento desarrollado por GlaxoSmithKline fue recibida como un evento histórico para la ciencia y la medicina. Con esta vacuna, el mundo gana un arma en la guerra contra esta patología, una de las más viejas y mortales enfermedades infecciosas que aquejan a los seres humanos.

También se trata de la primera vacuna contra un parásito, el Plasmodium, y de una especie en particular conocida como P. falciparum, la más letal y prevalente en África. La malaria se produce cuando este parásito entra en el cuerpo mediante el mosquito anófeles, que lo lleva en la glándula salivar y lo deposita en el cuerpo de su víctima al picar la piel.

Una vez en el torrente sanguíneo, la larva viaja hasta el hígado y allí se reproduce rápidamente. Luego entra al sistema sanguíneo donde ataca los glóbulos rojos, algo que hace sigilosamente y con mucha astucia para evadir el sistema inmune.

Los síntomas incluyen fiebre, vómito y fatiga. Dado el complejo ciclo de vida del parásito –de hecho, estos patógenos son más complicados que los virus y las bacterias por su habilidad para mutar sus proteínas, lo que genera cepas nuevas en todo momento–, el P. falciparumes capaz de evadir los mecanismos de defensa naturales del cuerpo.

En África, la carga de la enfermedad es incluso mayor que la de la covid. Según datos de la OMS, la enfermedad causó la muerte de 386.000 personas en ese continente en 2019, frente a 212.000 muertes por covid en 18 meses. Además, le puede dar varias veces a una misma persona.

Algunos niños tienen en un año hasta seis episodios de malaria. Es mucho menos frecuente en países desarrollados como Estados Unidos, donde las cifras no pasan de 2.000 casos al año, y la mayoría, de personas que provienen de estas zonas del mundo donde la enfermedad es endémica. En Colombia, un país de ingreso medio, la malaria o paludismo, como también se le conoce, afecta principalmente a comunidades pobres y vulnerables de municipios ubicados en alturas iguales o inferiores a los 1.600 metros sobre el nivel del mar (m s. n. m.).

Según Claudia Milena Cuéllar, subdirectora de Enfermedades Transmisibles del Ministerio de Salud, son, en su mayoría, poblaciones afros e indígenas de las regiones Pacífica y Amazonia, así como de algunas áreas en Antioquia, Córdoba, Bolívar y zonas fronterizas.

De acuerdo con la funcionaria, en 2020 se registraron 76.958 casos de malaria, de los cuales el 98,5 por ciento corresponde a malaria no complicada, y el resto, a malaria severa. Si se tiene en cuenta que el 80 por ciento del territorio rural está situado por debajo de los 1.600 m s. n. m., Colombia es óptima para la proliferación de dolencias como el paludismo.

Así, el número de personas en riesgo de enfermar o morir por esta causa en el país se calcula en aproximadamente 25 millones. La nueva vacuna, llamada Mosquirix, la desarrolló GlaxoSmithKline, laboratorio británico que lleva trabajando en ella más de 20 años.

El principio activo de Mosquirix está compuesto por proteínas que se encuentran en la superficie de los parásitos P. falciparum, y, cuando se administra a un niño, el sistema inmunológico reconoce las proteínas extrañas del parásito y produce anticuerpos contra ellas. El esquema es de tres dosis, durante 30 días, para niños entre 6 semanas y 17 meses. Se recomienda una cuarta inyección a los 18 meses. A pesar de todo el júbilo, la vacuna no es perfecta. Según los estudios, su efectividad para prevenir casos severos de malaria en niños es de apenas 30 por ciento.

Otros análisis han mostrado una eficacia de alrededor del 50 por ciento contra la malaria grave en el primer año, pero esa cifra se redujo a poco menos de cero en el cuarto año, lo que indica que su efecto protector disminuye con el tiempo. Eso ha llevado a algunos a cuestionar la vacuna.

A pesar de esos resultados, se cree que tendrá un gran impacto en África para modificar la tendencia de esta enfermedad. Al ser segura (se han reportado solo episodios de fiebre) y medianamente efectiva, los beneficios superan los riesgos. La malaria grave, dicen los expertos, representa hasta la mitad de las muertes por esta enfermedad.

De esta forma, algunos especialistas calculan que ofrecer la vacuna contra la malaria a los niños en África podría lograr una reducción general del 30 por ciento; a primera vista puede no ser un número impactante, pero se traduce en 8 millones de casos menos y hasta 40.000 muertes menos por año.

Según una modelación hecha en 2020, si la vacuna se implementa en los países con la mayor incidencia de malaria, podría prevenir 5,4 millones de casos y 23.000 muertes en niños menores de 5 años anualmente. Un ensayo reciente en el que se combinó la vacuna con medicamentos preventivos administrados a niños durante las temporadas de alta transmisión encontró que este enfoque dual es mucho más efectivo para prevenir enfermedades graves, hospitalización y muerte que cualquier método independiente.

Esto es importante, pues, cuando un mismo niño es atacado varias veces por el mismo patógeno, su sistema inmunológico queda seriamente golpeado, y lo deja débil y propenso a infecciones por otros bichos. La vacuna fue aprobada en la Unión Europea en 2015, y desde 2019 se han suministrado 2,3 millones de dosis a menores de 5 años en Ghana, Kenia y Malaui, en un programa de vacunación piloto coordinado por la propia OMS. “Tener una vacuna contra la malaria que es segura, moderadamente efectiva y lista para su distribución es un evento histórico”, dijo Pedro Alonso, director del Programa Mundial sobre Malaria de la OMS.

La decisión de la OMS marca un momento importante, pues con esta aprobación será más fácil que Gavi, la alianza global de vacunas, la apruebe también e invierta en ella para suministrarla a los países más necesitados. Este anuncio, sin embargo, no significa que la lucha contra la malaria termine.

“Tenemos un camino aún muy largo por atravesar, pero este es un gran paso en ese viaje”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, al dar a conocer la decisión de la entidad.