“El primer mito que existe es que la hoja de coca se parece a la cocaína. Eso nos ha hecho mucho daño”. Son las primeras palabras del taita Miguel Chindoy, representante legal de Expoindígenas, una iniciativa empresarial que nació en el 2006 con el objetivo de “promover productos naturales a partir de plantas ancestrales de poder”. Sentado en una silla del local Wayra Coca, ubicado en el centro comercial Galerías, el taita habla con serenidad acerca de los productos que se venden ahí y de las innumerables bondades de esta y otras ‘plantas de poder’. “La coca tiene un alto contenido de calcio, por lo que han encontrado que es un producto muy efectivo para la desnutrición; la pomada de marihuana está plenamente probada para los dolores artríticos, reumáticos e inflamaciones”, señala como ejemplos. En las vitrinas del local se ven paquetes de mambe (hoja de coca pulverizada), té de coca, pomadas, aceites de marihuana, jabones, dulces y galletas de coca, entre otros productos que se producen a partir de estas plantas. Nada cercano a los estupefacientes, por el contrario, productos naturales que buscan curar múltilples dolencias. Los usos de estas plantas no son un mero negocio, ni un capricho, son de la esencia de las tradiciones indígenas, hacen parte de su sabiduría ancestral y son inherentes a la cultura y a la vida en comunidad de cientos de comunidades. Chindoy asegura que “esos usos ancestrales que han proporcionado conocimientos a los pueblos indígenas pueden también traer enseñanzas y beneficios al resto de la sociedad”. Por eso, dar a conocer las virtudes de la hoja de coca como alimento y medicina es uno de los proyectos de este taita, quien creció en la tribu Kamentsá, en el pueblo Sibundoy (Putumayo). Andrea, una cliente del lugar, de 49 años, asegura que con muy pocos productos había logrado conciliar el sueño y liberar tensiones musculares en la espalda y el cuello como con el aceite de marihuana. Hasta cuándo el estigma La hoja de coca y la marihuana suelen estar en el imaginario de muchos como drogas antes que como plantas. De ahí que Expoindígenas y otras organizaciones estén empeñadas en reivindicar las bondades de estos productos naturales y remover el velo estigmatizador que las recubre. Uno de los mayores retos es superar la estigmatización que trajo el narcotráfico. Con la llegada de este negocio, desde los años 80 la coca se convirtió en un término vedado. Tal fue el grado de satanización, que hasta enero del 2013 estaba formalmente en la lista de narcóticos de la ONU, asegura Chindoy. “Todavía algunas personas se escandalizan con nuestros productos, pero en la década de los 70 en las droguerías vendían hoja de coca y la recomendaban para muchas dolencias”, dice el taita Chindoy. “La estructura biológica de la hoja de coca tiene 14 principios activos, de uno de los cuales sale la cocaína. Los otros 13 tienen otras posibilidades. El problema ha sido que la hiperganancia que produce la comercialización de la cocaína ha hecho que se explote este atributo y fue lo que la condenó, de paso”, explicaba hace un tiempo David Curtidor, un administrador público con un amplio recorrido en el trabajo con comunidades indígenas y responsable de la empresa Cocanasa, productora de alimentos de hoja de coca. “En el pensamiento de los abuelos, no hay plantas dañinas o maléficas. Nosotros, al hacer uso de ellas, las convertimos en algo bueno o malo”. De nuevo las palabras de Chindoy buscan desestigmatizar la planta y destacar sus bondades, reconociendo que el mal uso de la coca (el procesamiento para hacer la cocaína) ha estado relacionado con las peores tragedias al país. Pero los usos de la hoja de coca no sólo son medicinales. “La planta merece un enorme respeto espiritual. En Amazonas el mambeo (el consumo de la coca pulverizada) es muy importante en las reuniones. A través del mambeo se legitima lo que se dice en las reuniones. (…) la planta de la coca juega un papel importante en las decisiones sociales y políticas”. “En los pueblos de la Sierra Nevada, el saludo es a través del intercambio de la hoja de coca, no sólo con la mano. Y así sucesivamente hay distintas formas de manifestar el respeto en pueblos de Perú, Bolivia y en otros países de la región”, agrega Chindoy. “Esa publicidad de ‘la mata que mata’ nos dolió mucho”. Para el taita, ese tipo de mensajes desvían la atención, satanizan y desinforman. Es una falacia porque es extender todos los problemas del narcotráfico sobre las bondades de la planta. La situación actual Hace dos semanas el Consejo de Estado declaró nula la alerta sanitaria de que el Invima había emitido en el 2010 por medio de la cual se prohibía el consumo y la comercialización de los productos elaborados con hoja de coca. La magistrada María Elizabeth García consideró que “no es admisible” que se restrinja el desarrollo económico de estos pueblos y se prive a la comunidad de consumir cualquier producto basado en hoja de coca. El fallo además reconoce que varios estudios científicos demuestran que “el uso de la hoja de coca por parte de las comunidades indígenas hace parte de su tradición milenaria y tiene grandes beneficios tanto medicinales como alimenticios”. La situación, sin embargo, no es del todo alentadora para las comunidades indígenas, pues hasta el momento “sólo les está permitido comercializar productos con fines terapéuticos, es decir, está prohibida la venta de alimentos a base de estas plantas”, como señaló Raúl Esteban, jefe de la oficina jurídica del Invima. Por el momento, los indígenas seguirán intentando convencer a los escépticos de que los productos a base de coca son aptos y recomendables para el consumo humano. Seguirán haciendo respetar sus plantas sagradas. Twitter: @miguelreyesg23