La infección de las vías urinarias puede producirse en cualquier parte del sistema urinario: los riñones, los uréteres, la vejiga y la uretra, y es más común en las mujeres que en los hombres.

La mayoría de estas se presentan en las vías inferiores; es decir, en la vejiga y la uretra. Según los expertos, la infección que se limita a la vejiga puede ser dolorosa y molesta; sin embargo, se debe prestar especial atención si esta se extiende a los riñones pues puede tener algún grado de gravedad.

Según el portal especializado Cinfasalud, las infecciones de orina son provocadas por bacterias, siendo la E. Coli la responsable en el 75 % de los casos.

“Este microorganismo, que se encuentra en el intestino, puede colonizar la piel que rodea a la uretra y acceder a la vejiga. La E. Coli posee unos filamentos o pelos alrededor de su cuerpo que le permiten adherirse a las paredes de la vejiga urinaria, que es el órgano del abdomen donde se almacena la orina”, precisa el mencionado sitio web.

La contaminación por esta bacteria se produce frecuentemente por el contacto de estas zonas con restos de heces.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos la infección más común se presenta en el tracto inferior y es conocida como cistitis o infección de la vejiga. Las bacterias del intestino se desplazan desde el ano hasta la uretra y la vejiga, donde crecen y causan infecciones. Adicionalmente, se pueden presentar infecciones renales o del tracto urinario superior. En este caso, las bacterias viajan desde la vejiga o a través del torrente sanguíneo hasta el riñón.

La infección urinaria puede generar dolor abdominal. | Foto: Getty Images

De acuerdo con esta institución, las mujeres son más propensas a enfrentar este padecimiento, especialmente en la vejiga. Se calcula que aproximadamente un tercio de las mujeres adultas han experimentado cistitis al menos una vez.

Cerca del 60 % de las mujeres experimentan cistitis en su vida. Adicionalmente, entre el 20 y 40 % de las que han tenido esta molestia, probablemente tendrán un nuevo episodio.

Causas

Son variadas las razones por las cuales esta molestia afecta más a la población femenina. Una de las principales es que la uretra, que es el conducto por donde pasa la orina en su fase final, es más corta que la de los hombres, lo que facilita el paso de bacterias a la vejiga.

Por otra parte, según el portal Harvard Health, las relaciones sexuales pueden hacer que las bacterias se propaguen hacia la vejiga, así que también pueden propiciar infecciones urinarias.

Adicionalmente, los diafragmas anticonceptivos y espermicidas en lo profundo de la vagina pueden alterar el ambiente bacteriano alrededor de la uretra y hacer que se presente una infección.

También se pueden presentar infecciones urinarias por los cambios temporales en la fisiología y anatomía del tracto urinario durante el embarazo.

Una de las infecciones más comunes es la de la vejiga, conocida como cistitis. | Foto: Getty Images

Síntomas

Los síntomas más comunes que se pueden registrar cuando una persona presenta una infección en la vejiga son: dolor o ardor al orinar, necesidad frecuente de orinar a pesar de que la vejiga esté vacía, sangre en la orina y presión o retorcijones en la ingle o la parte inferior del abdomen.

En el caso de las infecciones en los riñones la situación puede ser más compleja, pues se puede presentar fiebre, escalofríos, dolor en la parte baja de la espalda o en el costado, náuseas o vómitos, fatiga y sensación de indisposición general, piel ruborizada, enrojecida o caliente y, en algunos casos, dolor abdominal muy fuerte, según información de la Biblioteca de Medicina de Estados Unidos.

Los niños también son susceptibles de contraer estas infecciones. En los pequeños, la fiebre es el signo más común cuando se presenta esta molestia; no obstante, la mayoría de los niños que tienen fiebre no tienen una infección urinaria.

La recomendación de los expertos es que si un niño presenta fiebre o algún tipo de ardor lo aconsejable es consultar al especialistas para evitar que la enfermedad pueda evolucionar y complicarse.