La inflamación es una acción biológica que ocurre con facilidad en el cuerpo. Puede ser desatada por diversas circunstancias y, por lo general, es una respuesta del sistema inmunológico en defensa del organismo. De esta manera, interviene para eliminar toxinas o cuerpos invasores, también para reparar tejidos lesionados.

La doctora María Pérez Ferro, médica del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario General de Villalba, en Madrid, señaló para Infosalud que “como respuesta a la infección o a la lesión, diversos compuestos químicos son liberados por el tejido dañado, atrayendo a los glóbulos blancos, que se transportan por el torrente sanguíneo hasta el lugar de la infección o la lesión, promoviendo la eliminación del microorganismo y la reparación del tejido”.

Por otro lado, explicó que la inflamación también puede convertirse en algo crónico, lo que supone un problema para la salud, pues esto genera que el cuerpo se encuentre en un constante estado de alerta, lo que a su vez puede ocasionar un impacto negativo en los tejidos. Así mismo, la experta comenta que en ocasiones se desconoce el motivo por el que continúa la inflamación. Además, señala que puede deberse a “estados crónicos”, como la obesidad.

En los casos más leves, los síntomas del proceso inflamatorio son:

  • Dolor.
  • Enrojecimiento.
  • Hinchazón.
  • Calor.

En el caso de la inflamación crónica, los síntomas pueden tardarse más en aparecer, sin embargo, es preciso estar alerta. Estos son algunos factores que pueden dar cuenta de la afección:

  • Fatiga.
  • Cansancio.
  • Dolor localizado.
  • Falta de apetito.
  • Pérdida de peso.
  • Digestión difícil.
  • Úlcera en la boca.
  • Erupciones cutáneas.

Sobre la misma línea, la experta señaló que la inflamación crónica se puede evitar llevando un estilo de vida saludable y que la dieta mediterránea es ideal para evitar cualquier tipo de inflamación.

¿En qué consiste la dieta mediterránea?

Es un plan de alimentación saludable que busca beneficiar al organismo del ser humano. Esta dieta alcanzó su fama luego de que varios científicos comprobaran que las enfermedades cardíacas no eran tan comunes en los países mediterráneos. Esta dieta es rica en alimentos como vegetales, frutas, frutos secos y semillas, además de aceite de oliva.

Según expertos, los principales componentes de la dieta mediterránea incluyen consumo diario de vegetales, frutas, granos enteros y grasas saludables; consumo semanal de pescado, fríjoles y huevos y porciones moderadas de productos lácteos, así como una ingesta limitada de carne roja.

Estilo de vida saludable con dieta cetogénica, comer alimentos cetogénicos limpios, dieta de buena salud en un plato para el corazón con ejercicio corporal aeróbico, clase de entrenamiento en el gimnasio, báscula y calzado deportivo en el gimnasio | Foto: Getty Images

El término de dieta mediterránea se determinó a partir de un estudio publicado en la década de los sesenta por Ancel Keys, en el que descubrió que los países bañados por el mar Mediterráneo tenían una menor tasa de muerte por enfermedades cardiovasculares que otras naciones.

Alimentos infaltables

Los frutos secos

Son alimentos con un alto contenido graso, más del 50 % de su peso, pero esta grasa está constituida en su mayor parte por ácidos grasos insaturados o cardiosaludables. Estas grasas cardioprotectoras están compuestas principalmente por ácidos grasos omega 6, otro tipo de ácidos grasos esenciales que el organismo no puede fabricar. Los frutos secos además aportan fibra, vitaminas y antioxidantes beneficiosos para la salud.

Grasas saludables

Las grasas saludables son un pilar de la dieta mediterránea. Se ingieren en lugar de las grasas menos saludables, como las grasas saturadas y trans, las cuales contribuyen a las enfermedades cardíacas, indican expertos de Mayo Clinic.

El aceite de oliva es la principal fuente de grasa agregada en la dieta mediterránea. También se incluyen los pescados grasos como el arenque, las sardinas, el atún blanco, el salmón y la trucha de lago.

Cereales integrales y legumbres

Estos productos son bajos en grasas y ricos en fibras que previenen la incidencia de enfermedades coronarias disminuyendo el colesterol total, el LDL o “malo”, reducen la formación de trombos y ayudan a regular la tensión arterial.