La leche es un alimento que se caracteriza por aportar diversos nutrientes al organismo, además de agua y minerales. Es rica en proteínas y azúcares que son clave para el cuerpo.

En cuanto a las proteínas destaca la caseína, diversas seroglobulinas y albúminas y en azúcares tiene importancia la lactosa. La leche es rica en calcio y otros minerales como el fósforo y potasio, además de vitaminas y algunas enzimas digestivas.

“Todos esos componentes le confieren una gran utilidad para el organismo”, precisa la Clínica Universidad de Navarra. Sin embargo, también tiene grasas de origen animal, muchas de ellas saturadas que pueden resultar muy perjudiciales, por lo que lo ideal es consumirla descremada o deslactosada con el fin de evitar complicaciones de salud.

La leche siempre ha sido considerada un producto esencial para la etapa del desarrollo y crecimiento, pero lo cierto es que tiene gran relevancia a lo largo de toda la vida.

Problemas para la salud

No obstante, el consumo de este producto puede también originar diversos inconvenientes de salud en algunas personas. Por ejemplo, en aquellas que presentan intolerancia a la lactosa, pero también hay quienes pueden ser alérgicas a este alimento, dos afecciones que son completamente diferentes.

En el caso de la intolerancia a la lactosa, el Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales de Estados Unidos precisa que se trata de un padecimiento causado por la malabsorción de esta sustancia y esto se da porque el intestino delgado produce concentraciones bajas de lactasa, la enzima que descompone la lactosa, por lo que no puede digerir toda la lactosa que el cuerpo ha ingerido.

“La lactosa que no se digiere pasa al colon. Las bacterias en el colon descomponen la lactosa y crean fluidos y gases. En algunas personas, estos fluidos y gases adicionales causan síntomas de intolerancia”, precisa la citada fuente.

Las señales que la evidencian son, entre otros: hinchazón o distensión abdominal, diarrea, gases, náuseas, dolor en el abdomen, ruidos estomacales y vómito. Estas molestias pueden ser leves o graves, según la cantidad de lactosa que la persona haya consumido.

Por su parte, la alergia a la leche es una respuesta anormal del sistema inmunológico del cuerpo a este alimento y los productos que lo contienen. El instituto de investigación Mayo Clinic indica que esta es una de las alergias alimentarias más comunes en los niños. “La leche de vaca es la causa usual de alergia a la leche, pero la leche de oveja, cabra, búfala y otros mamíferos también puede causar una reacción”, precisa.

Por lo general, una reacción alérgica sucede inmediatamente después de consumir la leche. Los signos y síntomas de la alergia a la leche oscilan entre leves y graves, y pueden incluir sibilancias, vómitos, ronchas y problemas digestivos.

Sin embargo, este malestar puede ser más complejo. De acuerdo con los especialistas, la alergia a la leche también puede causar anafilaxia, una reacción grave y potencialmente mortal.

La anafilaxia produce el estrechamiento de las vías aéreas y puede bloquear la respiración. La leche ocupa el tercer lugar, después del maní y los frutos secos, entre los alimentos que causan anafilaxia.

Los expertos aseguran que se trata de un padecimiento que se debe tomar como una emergencia médica y requiere tratamiento con una inyección específica. Los signos y síntomas aparecen poco después de consumir leche e incluyen entre otros: la opresión de las vías respiratorias, que incluye inflamación de garganta, trayendo como consecuencia dificultad para respirar, enrojecimiento facial, picazón y afectación por un marcado descenso de la presión arterial.

“Una alergia verdadera a la leche difiere de la intolerancia a las proteínas de la leche o de la intolerancia a la lactosa. A diferencia de una alergia a la leche, en la intolerancia no interviene el sistema inmunológico y por ello requieren tratamientos diferentes”, concluye Mayo Clinic.