Por estos días anda dedicada al oficio que más le gusta: escribir, crear y reírse de sí misma. El año entrante lanzará su próximo libro, cuyo título tentativo será: Mujer, trauma de la vida real, en el que relatará todo lo que ella sintió, padeció, lloró y vivió en carne propia con el arribo al quinto piso y con la aparición de la menopausia.
Isabella cuenta que los 52 años le llegaron en plena pandemia y ahí fue la hecatombe, pues empezó a sentir emociones que antes no. Hoy, cuando las cuenta, parece que le hubieran sucedido a otra persona y no a ella, que ha conocido el medio: arrojada, irreverente y lejos de toda inseguridad. Pero estaba viviendo todo lo contrario. Optó por esconderse, sentir culpa, se vio fea, gorda, vieja, y todo eso, claramente, estalló en una crisis emocional que la volvió una nueva mujer y que la tiene con la creatividad al tope.
“Empecé a reflexionar sobre lo que ha sido mi vida y básicamente pensé: he hecho cosas de las que me siento orgullosa, tengo una hoja de vida más o menos decorosa, he podido materializar muchos de mis sueños. Pero entonces comencé a sentirme sola y pensé cómo es salir con alguien de mi edad, cómo hace uno para conquistar, empecé a sentirme insegura, porque cuesta un poco aceptar que los años llegan, que ya no te ves como antes. Aparte, se juntó todo: pandemia, encierro, volver a vivir con mi hija, de 26 años, que ya tiene su vida… Un día salí a patinar, me partí un tobillo y dije: ¡qué estoy haciendo! Ya no tengo 20 años. Todo eso fue un choque increíble, empecé a sentirme aislada, invisible, a decir el mundo es de los jóvenes, ¡qué cruel! Y yo nunca había pensado así, pero me daba pereza todo, aumenté de peso, me vi arrugas, hasta llegué a pensar que la vida era de los demás y que lo más fácil era esconderme. Hasta que comencé a caer en cuenta que yo tampoco he sido la mujer que quiere ser reconocida por cómo se ve, yo siempre he tenido una mentalidad creativa y por eso es que quiero ser recordada”.
Inferir esa conclusión no fue de la noche a la mañana y rodaron muchas lágrimas. Los días buenos iban y venían, pero comenzó a investigar y entendió que pasaba por una etapa natural de toda mujer, la menopausia.“Las mujeres nos damos tan duro porque caemos en la trampa de la vanidad y eso nos hace dudar de la nueva vida que tenemos al frente. Yo decía: tengo una vida activa, feliz, creativa, tengo esta edad en la que no tengo que pedir permiso a nadie, estoy bien y ya, llegar a esta edad saludable es un gran logro”.
Menos pausa y más autoestima
Una vez pudo sacar todo a flote, hablarlo y aceptarlo, se atrevió a dejar un video en redes contando con honestidad su experiencia. Muchas mujeres la aplaudieron y se identificaron. Isabella entonces comenzó a estudiar intensamente sobre lo que hoy llama “la experiencia femenina”. “Hay que hablar de esto con humor, normalizar todas las etapas de la mujer y dejar de verlas como algo de lo que poco se habla, porque lo fácil es tildarnos de histéricas. Insultar con el término ‘vieja menopáusica’, pues está muy mal”. Isabella se siente en plena cruzada para cambiar el tono con el que se habla de toda la experiencia femenina. “Yo le cambio el significado a la menopausia por menos pausa, porque a partir de aquí vienen los mejores años de la vida, ya no tengo grandes responsabilidades y hay mucho por hacer”. De ahí que llame la atención sobre la importancia de hablar de estos temas desde temprana edad y que los niños vean todo esto como una vivencia de lo más natural.
Hoy la escritora y autora de ‘Los caballeros las prefieren brutas’, está viviendo el día a día y no planea su vejez. “Cambié mi manera de ver la vida, ya no quiero asustarme por el futuro. En la medida que acepté los cambios, todo comenzó a fluir. Vivir el día a día es lo mejor, hacer lo que te gusta, no hacer nada por compromiso o porque toca, ¡qué rico poder hacer lo que se quiera!”, dice. Por eso se siente orgullosa de la última vez que alguien le preguntó la edad con asomo de duda. “¡Dije 54! Me sentí tan liberada y tan bien”.
Hay que cambiar
Para María Paula Aguilera, especialista en psicología clínica y autoeficacia personal de la Universidad El Bosque, es esencial la educación sobre estas temáticas. “Va más allá de los cambios físicos y cambios de humor, porque solamente nos hablan de los cambios negativos, no de las ventajas y oportunidades, o de como abrazar esta nueva etapa”, explica.
SEMANA: ¿Por qué esa visión tan negativa?
M.A.: Los cambios que tiene una mujer en sí son siempre puestos en juicio de valor, de crítica. Nosotros podemos cambiar esta significación de la menopausia, educando también desde la juventud, desde las citas médicas, explicando que estos cambios no son inherentemente malos y que también abren la puerta a un esquema de autocuidado diferente, de aceptar que, así como la llegada de la menstruación forma parte de la vida, la finalización de esta, también.
SEMANA: ¿Les cuesta más a las mujeres envejecer que a los hombres?
M.A.: Eso es una concepción cultural, y a nosotras las mujeres los temas estéticos se nos han puesto como de vital importancia. En eso hay una diferencia con los hombres y una cultura machista, en la que los roles de género se establecen de una manera que las mujeres se van a lo estético y los hombres, hacia otros elementos que disparan ese tipo de culpa, de rechazo. Claro que hay diferencias en procesos, entre la andropausia y la menopausia. En las mujeres es más fuerte, porque es un cambio hormonal significativo, y al serlo así cambia la producción de sustancias químicas en el cerebro, que se llaman neurotransmisores. Por eso, las mujeres están más predispuestas a tener cambios emocionales, incluso llegar a estados depresivos.
SEMANA: ¿Sentir que uno es más joven de la edad que tiene podría ayudar a tener una actitud más positiva?
M.A.: No necesariamente va ligado a creerse más joven, sino a la aceptación de las etapas de la vida, al cómo abrazo yo cada etapa, que pros y contras le veo a cada etapa y cómo lo puedo controlar, cómo puedo adueñarme de eso y disfrutar. Tenemos que resignificar eso de positivo y optimista, porque a veces por solo querer ver las cosas buenas tampoco reconocemos esos cambios.