La historia parece salida de una película de ficción: dos años atrás, en octubre de 2022, una niña colombiana, expulsada de su país junto a su familia por culpa de la violencia, llegó, como millones de inmigrantes, a Estados Unidos buscando tiempos mejores.
Se llama Mariángel Vargas Gómez. Y cuando arribó a Nueva York, junto a sus padres y sus dos hermanos, no sabía hablar inglés. Tampoco jugar ajedrez. Hoy, dos años después, avanza poco a poco en lo primero, y en lo segundo se ha convertido en una verdadera revelación: ya es considerada una de las mejores de esta disciplina en ese país.
La primera vez que le hablaron de peones, reinas, caballos y alfiles a esta niña de 11 años fue en la escuela pública de Manhattan, la PS 11, en donde a los pocos meses de llegar a Nueva York tomó su primera lección. Lo hizo de la mano de Impact Coaching Network (ICN), una iniciativa que promueve programas de ajedrez en este tipo de centros educativos de todo Estados Unidos y en donde están convencidos de que el deporte ciencia puede transformar vidas.
Aquello fue en 2023. Y lo sorprendente es que, solo un año más tarde, Mariángel ya acumula un palmarés de envidiar: ha competido en 65 torneos nacionales y hoy en día ocupa el séptimo puesto de su división en el estado de Nueva York.
Sus entrenadores cuentan entusiasmados que la pequeña suma una calificación internacional de 1.053, una hazaña impensable para un jugador de cualquier edad, y es poco lo que le falta para alcanzar el estatus de maestra.
Su mentor, Russell Makofsky, quien dirige un grupo llamado ‘El regalo del ajedrez’, no ahorra elogios para esta niña prodigio: “Su arduo trabajo y dedicación son simplemente increíbles e inspiradores”, dice. Y cuenta que muchos de los niños migrantes que llegan a Estados Unidos encuentran en ese juego de mesa un refugio y un espacio seguro, sin barreras idiomáticas, ni discriminaciones.
Lejos de cualquier vanidad, la colombiana ve el asunto como algo tan sencillo como sacar 10 en un examen de matemáticas o biología: “Mi parte favorita del ajedrez es cuando gano”, asegura Mariángel en SEMANA.
Pero la verdad es que ya se ubica dentro de las 50 mejores niñas ajedrecistas en todo Estados Unidos e incluso ha roto el ranking de 1.200 que establece la Federación de Ajedrez de Estados Unidos (USCF, por sus siglas en inglés).
A su corta edad ya exhibe con orgullo en su vitrina de trofeos dos campeonatos de gran nivel: el Elite Quads y el ICN Citywide Team. “Nunca antes había jugado ajedrez, pero ahora estoy estudiando mucho y preparándome para los campeonatos, que son muchos cada año”, relata la estudiante estrella de sexto grado de su colegio.
Una jugada contra el conflicto
Ese inusual giro del destino ha resultado terapéutico, en medio de ese mundo hostil que implica ser migrante, no solo para Mariángel, sino para su familia, que huyó de la ciudad de Neiva después de recibir amenazas, en medio de su trabajo con desplazados del conflicto armado.
Su padre, Régulo Francisco Vargas, se ganaba la vida en Colombia como abogado y fundó, junto a su esposa, Alexandra Gómez, la ONG Acadesurcol, con el fin de ayudar a los campesinos del sur del país a quienes la guerrilla había desplazado.A todos les brindaban asesoría legal y les explicaban cuáles eran sus derechos y los subsidios del Gobierno a los que podían acceder para no dejarse arrinconar por el conflicto.
Pero esa labor los puso en la mira de los fusiles de la guerra. Alexandra recuerda con dolor que una vez, camino a una de las poblaciones donde la fundación hacía presencia, un grupo de hombres en moto y armados la hicieron bajar del carro en el que se transportaba. Los delincuentes llevaban tiempo buscándola, le dijeron que su cabeza ya tenía precio. “Me hicieron arrodillar y me pusieron una pistola en la cabeza. Nombraron a cada uno de mis hijos, mis horarios, lo que hacíamos desde que me despertaba hasta que me acostaba. Lo sabían todo”, recuerda con tristeza la madre de Mariángel.
Los hombres la dejaron ir, no sin antes lanzarle una advertencia que aún le cuesta olvidar: matarían a cada uno de los Vargas si la pareja de esposos no cesaba en su tarea de asistir a los desplazados. Después de ese día, quedarse en Colombia ya no era una opción.
Los Vargas entonces empacaron lo que pudieron, dejaron sus sueños en el Huila y viajaron primero a Texas, desde México, a pie. Y en el camino, claro, tuvieron que superar todos los obstáculos que supone cruzar esa línea siendo migrantes ilegales.
Luego fueron transportados en autobús hasta Nueva York, donde la familia ha estado viviendo en un refugio en el área Midtown, en medio de la ola de migrantes sin precedentes que vive Estados Unidos, y que actualmente ocupa buena parte de la narrativa que enfrenta a los aspirantes a la presidencia de la primera potencia del mundo.
Mariángel lo sabe. Pero se refugia entre jugadas de gambito de dama, defensa eslava y apertura italiana para dejar atrás ese pasado de dolor que marcó a su familia.
Es que, dice su madre, Mariángel ha sido “juiciosa siempre”. Una niña aplicada que pone sus deberes por encima de cualquier distracción innecesaria. Por eso, cuando no está haciendo sus tareas, se dedica con devoción a observar toda clase de videos de ajedrez para practicar sus jugadas en una aplicación.
Cuenta que entrena de una a dos horas cada día. Y a veces, mientras cena o almuerza, disfruta viendo partidas de ajedrez en videos de YouTube para aprender más estrategias.
Lo curioso es que a Alexandra no le hizo mucha gracia cuando su hija le contó que se metería en clases de ajedrez en el colegio. “Uno no se imagina que sea un juego, sino un pasatiempo. Y pensaba que eso le iba a quitar tiempo para aprender inglés, que es fundamental para defenderse en este país”.
Pero aquello no sucedió. Y el impresionante talento de Mariángel no ha pasado inadvertido para la televisión y la prensa estadounidense, que le ha dedicado artículos, entre ellos The New York Times y New York Post.
En todas las entrevistas, Mariángel reconoce su envidiable destreza para el juego ciencia, pero deja claro que ve su proyecto de vida en un camino distinto. Anhela convertirse en cirujana, luego de alcanzar el estatus de gran maestra cuando cumpla los 20 años. Para lograrlo, necesitará una calificación de por lo menos 2.500. Pero ella cree que puede lograrlo. ¿Si pudo hacerle jaque mate a la violencia, por qué no soñar con que puede ser la mejor ajedrecista de Estados Unidos?