La última vez que Devora Benchimol vio a su hijo sonreír fue el 26 de abril de 2020, en plena pandemia. Esa noche, Sholem, el menor de sus hijos, salió con su hermano Menajem a pasear en bicicleta. Vivían con sus padres en Miami y a la altura de la intersección de Collins Avenue y la calle 172, un carro que huyó sin dejar rastro los arrolló a ambos con violencia.

La trágica noticia tocó a las puertas de los Benchimol en cuestión de minutos. Devora, madre del joven de apenas 17 años, vio a una agente de Policía parada en la entrada de su casa con cara de angustia. “Está muy grave, no hay muchas esperanzas”, le dijo.

Sholem, que iba adelante de su hermano, recibió el impacto más fuerte y fue trasladado de urgencia al Hospital Aventura. Luchó por su vida durante tres días, mientras familiares y amigos, imposibilitados para visitarlo por cuenta de las restricciones de la covid-19, le dedicaban sus oraciones en las afueras del hospital.

Sholem Soul Goal es un relato “de inspiración y resiliencia” –como lo describe Devora– que podrá verse en Bogotá el próximo miércoles 10 de abril en Cinemanía.

Los recuerdos llegan a la memoria de esta madre argentina cuatro años más tarde. Los narra al otro lado de la línea, desde la misma casa en la que Sholem no dejaba de hablar de fútbol y de su deseo de jugar profesionalmente con el orgullo del judaísmo y la kipá (gorra judía) puesta.

Devora –rabina, como José Benchimol, su esposo– va contando la historia con voz serena, a pesar de que reconoce que el dolor de perder a un hijo nunca desaparece del alma. “Decidí vivir en felicidad porque creo que la muerte es solo un paso a otras cosas”, se le escucha decir.

Con esa convicción a cuestas, Devora se armó de valor y ha dedicado los últimos años de su vida a compartir con los demás el legado de Sholem, un joven que “logró transformar la vida de muchos, a pesar de su corta edad. Vine a saberlo mientras estuvo en el hospital y luego de su muerte. Al cementerio llegaron a despedirlo más de 300 carros, y eso que estábamos afrontando la pandemia”.

Otras 5.000 personas acompañaron su dolor por Zoom desde sus casas y hasta el propio David Beckham le envió a la familia una camiseta del Inter de Miami, como un gesto que reconocía el amor que el joven sintió por el fútbol. “Era un ser que despertaba amor”, dice la madre con orgullo en SEMANA.

El gesto de tantos la inspiró primero a crear, ese mismo año, una fundación en su honor, Sholem Corazón Valiente, que mediante distintos programas trabaja por el fortalecimiento de la identidad judía entre los más jóvenes.

Los hermanos Benchimol crearon también una academia de fútbol para adolescentes judíos religiosos que no pueden jugar los sábados, el día en el que justamente abren sus puertas la mayoría de los clubes de fútbol juveniles. Por eso, el equipo de esta escuela, Benshi FC, programa los juegos entre semana y los domingos.

Devora y su hijo Sholem, fallecido a los 17 años.

Una vida inspiradora

Después de la fundación, Devora se embarcó en un proyecto más ambicioso que este mes de abril compartirá en Colombia: Sholem Soul Goal, un conmovedor documental que recoge la vida y los sueños del talentoso lateral izquierdo, estudiante de Hillel –una escuela judía privada en North Miami Beach– que solía ser el único jugador en el campo que portaba una kipá, junto a su camiseta con el número tres.

Ese amor por la pelota lo heredó de su padre –rabino de la Congregación Beit Rambam en Sunny Isles Beach–, tan argentino como el mismísimo Boca Juniors, del que es hincha. Y lo alimentó en su Cali natal, a donde la familia se trasladó para que los Benchimol sirvieran como rabinos en la capital del Valle.

Quizá por eso, Sholem anheló un día poder jugar en el América de Cali. “Desde niño lo veías siempre con una pelota entre los pies”, recuerda Devora.

La familia vivió durante 11 años en Colombia, un país que se quedó para siempre en su corazón, y luego fueron trasladados a otras naciones como parte de la labor de los rabinos.

Crecer como judío no fue fácil para Sholem, reconoce su mamá. Cuando era niño, después de ser víctima de intimidaciones en una escuela en Guatemala, les preguntó a sus padres si podía dejar de usar su kipá. Su madre sacó entonces un argumento infalible: le enseñó una fotografía de la estrella del fútbol inglés David Beckham. En la imagen usaba una kipá en el funeral de su abuelo materno, judío como ellos. “Si David Beckham está orgulloso de usar una kipá, yo también lo estoy”, dijo Sholem y jamás volvieron las dudas.

Hubo días más difíciles. “A veces le hacían comentarios antisemitas. ‘Agarren a ese judío’, le gritaban, porque era muy talentoso en la cancha. Se lo decían para provocarlo, pero él les respondía, con la misma fuerza con que lo atacaban, que él les iba a meter un gol. Y así ocurría”, cuenta Devora.

También daba la pelea para no jugar los sábados, un día sagrado para los judíos. “Porque para él fue tan importante su deporte como la religión”, agrega su mamá.

La familia Benchimol | Foto: Archivo Personal

Esa fuerza de espíritu es lo que recoge Sholem Soul Goal, un relato “de inspiración y resiliencia” –como lo describe Devora– que podrá verse en Bogotá el próximo miércoles 10 de abril en Cinemanía.

El documental, hecho por realizadores colombianos, bajo la dirección y producción de la propia Devora, tardó tres años en ver la luz. “Al comenzar no tenía un peso para financiarlo, pero luego fueron apareciendo ángeles en el camino que lo hicieron posible”, cuenta la rabina.

La producción, dice, ya ha ganado varios premios en distintos festivales internacionales y se ha proyectado en países como Estados Unidos, Uruguay y Argentina. “Y contiene un mensaje de esperanza, apenas para estos tiempos de tanto dolor para el pueblo de Israel. Arroja luz en la oscuridad porque muestra cómo una tragedia familiar se convierte en una luz de vida. Porque Sholem siempre se sintió orgulloso de ser judío y ese espíritu se demuestra en el documental”, asegura Devora.

La madre de Sholem no niega que el ‘viaje’ de llevar a las pantallas la vida de su hijo fue, de alguna manera, un segundo duelo. “Y estoy segura de que quien no crea en Dios no logra ser capaz de vivir el duelo de un hijo. No podía quedarme en una cama, viviendo de dolor. Pronto entendí que debía seguir viviendo por mis otros tres hijos”, dice.

Y en los momentos en los que más asomaban el dolor y la tristeza, pensaba “en Menajem, mi otro hijo, que vivió con Sholem la tragedia de esa noche. Fue muy valiente, pensaba. Fue mi maestro. Hoy vivo en felicidad, disfruto a mis nietos. Nada me devolverá a mi hijo, pero la luz que él trajo al mundo nos ha iluminado, nos ha llenado de esperanza”.