Al hígado se le reconoce por ser un órgano que cumple con múltiples funciones: ayuda a limpiar el organismo de toxinas, digiere los alimentos y contribuye en el almacenamiento de energía, entre otras.
Su actividad normal procesando las sustancias de los alimentos que las personas consumen ya le supone una acumulación de toxinas. Pero, además, se enfrenta a la ingesta regular de alimentos grasosos y procesados, y de sustancias químicas como fármacos, que lo van cargando y generan afectación.
Según el portal Healthline, demasiada grasa en el hígado causa inflamación, que puede dañarlo y crear cicatrices. En casos graves, es posible que esa cicatrización derive en insuficiencia hepática. Esto se relaciona con la enfermedad del hígado graso no alcohólico.
Es un padecimiento que de no tratarse genera diversas complicaciones de salud. Algunos de los síntomas que advierten de este problema hepático es la fatiga y el dolor o molestia en la parte superior derecha del abdomen. Si la enfermedad está avanzada es posible que se presenten señales como: hinchazón abdominal, vaso agrandado, palmas rojas y color amarillento en la piel y en los ojos (ictericia).
La alimentación es determinante para cuidar la salud de este órgano. De hecho, una dieta equilibrada lo ayuda a limpiarse por sí mismo y por ello se deben evitar los alimentos grasos, bebidas azucaradas, dulces, mariscos, bebidas alcohólicas y alimentos procesados, como las carnes frías, salchichas y jamones.
La importancia de la vitamina D
De igual forma, hay vitaminas que son clave para prevenir afecciones en este órgano y en particular el hígado graso. Una de ellas es la D. La fundación estadounidense AARP indica que cada vez surge mayor evidencia de que la deficiencia de este micronutriente se asocia con el desarrollo de esta enfermedad.
Científicos del Centro Hospitalario Medstar Washington, Estados Unidos, realizaron una revisión de 17 estudios para analizar la relación entre los niveles de este nutriente y la enfermedad por hígado graso no alcohólico.
En ese trabajo determinaron que la mencionada enfermedad fue diagnosticada por medio de biopsia hepática (en cuatro estudios), ultrasonido o tomografía (10) y enzimas del hígado (tres) y una de las principales conclusiones, luego del análisis, fue que los pacientes con hígado graso tenían menores niveles de vitamina D en la sangre y eran más susceptibles a ser deficientes de esta vitamina, según refirió la asociación Amigos del Hígado, de México.
Otra investigación publicada en la revista Clinical Gastroenterology and Hepatology indica que la mencionada vitamina es un recurso a tener en cuenta para prevenir el hígado graso no alcohólico.
¿Cómo obtener esta vitamina?
La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos indica que esta vitamina se puede obtener de tres maneras: a través de la piel, de la dieta y de suplementos.
En el primer caso, el cuerpo forma la vitamina D naturalmente después de la exposición al sol. Sin embargo, es importante prestar atención a la forma como se expone para evitar envejecimiento y cáncer de la piel.
La segunda manera de conseguir este nutriente es con los alimentos y los que son fuente de la misma incluyen yemas de huevo, pescado de agua salada e hígado. Otros productos, como la leche y el cereal, muchas veces están enriquecidos con esta vitamina.
Las personas también pueden tomar suplementos de vitamina D para evitar la deficiencia. Hay individuos que requieren más de esta vitamina y son los siguientes:
- Personas mayores.
- Bebés amamantado
- Personas de piel oscura.
- Personas con ciertas afecciones como enfermedades del hígado, fibrosis quística y enfermedad de Crohn.
- Quienes padecen de obesidad o que han tenido una cirugía de derivación gástrica.