El país está cada vez más sensible al tema los problemas y trastornos mentales. Hoy en día, un número cada vez mayor de personas no solo se sienten cómodas hablando de este tipo de problemas, sino que también quieren saber cómo actuar. Si bien dos de cada cinco colombianos sufren, han sufrido o van a sufrir un problema o trastorno mental diagnosticable en algún momento de la vida, es difícil encontrar ayuda o simplemente no saben a dónde acudir para obtener atención. En primer lugar, se dice constantemente que es bueno hablar del tema y que se debe abordar el estigma relacionado. Ambas cosas son ciertas, pero son un comienzo, no una solución definitiva.  En realidad, es cruel animar a la gente a hablar de los problemas y trastornos mentales si la única respuesta es un primer auxilio o una intervención en crisis. Incluso puede ser peligroso, ya que una acción equivocada con alguien en crisis puede ser algo que empuje a la oscuridad que esperaban evitar. Una segunda estrategia que se viene proponiendo en el país, animada desde organismos internacionales, para mejorar la atención de los problemas y trastornos mentales, es capacitar a personas de la comunidad y otros profesionales distintos a psicólogos y psiquiatras y esto es excepcionalmente preocupante. Hay que tener en cuenta la extraordinaria complejidad de los problemas y trastornos mentales y las limitaciones de la red de atención. Ese dilema plantea la cuestión de hasta qué punto estas estrategias son útiles y de cuánto pueden hacer programas que se muestran como innovadores y que son tomados de experiencias en otros países con características distintas al nuestro. Las investigaciones disponibles sobre los resultados e impacto de estas estrategias permiten concluir que hay efectos positivos en estos profesionales en relación con incremento de los conocimientos, la reducción del estigma, las creencias más favorables sobre el tratamiento, el aumento de la búsqueda de tratamiento entre las personas capacitadas, la disminución de la distancia social creada por las actitudes y percepciones negativas de las personas con trastorno mental, el conocimiento de signos, síntomas, factores protectores y factores de riesgo y la identificación de recursos profesionales y comunitarios para las personas que lo requieren. Pero estos conocimientos y cambios actitudinales no llegan a la población que requiere atención y no se traducen en el tratamiento esperado.  El problema es, por un lado, la falta de profesionales capacitados e instituciones que ofrezcan atención en estas situaciones, en especial en escenarios distintos a las grandes ciudades capitales y por otra parte la falta de inversión en creación de servicios y, en especial, la contratación justa y adecuada de los profesionales de salud mental disponibles. Es un error esperar que los no profesionales puedan soportar la carga del sufrimiento que generan los problemas y trastornos mentales en otras personas. La gente necesita más que primeros auxilios mentales o atención en crisis. Se requiere profesionales en salud mental capacitados y calificados que puedan trabajar a profundidad y sobre todo por el tiempo adecuado para hacer seguimiento a los casos y ofrecer la ayuda real que los conocimientos técnicos y científicos ofrecen en la actualidad. Por otra parte, remitir a los pacientes que lo requieran a la red de servicios es una parte crucial de estos programas. Sin embargo, el sistema de salud mental del país a menudo no está a la altura del trabajo. Las iniciativas mencionadas pueden ser buenas, pero articuladas con adecuados servicios comunitarios y en el segundo y tercer nivel de complejidad. Sin un sistema de salud mental más integral, estos esfuerzos locales individuales, tan dignos de elogios, realmente no hacen una gran diferencia, en especial para las personas con problemas y trastornos mentales importantes, que son los que más requieren ayuda. En cuanto a los medicamentos psiquiátricos, estos pueden parecer una solución obvia, pero solo un porcentaje de los pacientes que los toman se sienten mejor. Los antidepresivos no pueden proporcionar empleo o viviendas asequibles, reparar relaciones con miembros de la familia o generar sobriedad. No obstante, los gobiernos perpetúan la narrativa de que los problemas y trastornos mentales se pueden prevenir, si las personas y los miembros de la familia simplemente siguen los pasos correctos. Las campañas de prevención de los problemas y trastornos mentales alientan a las personas a superar el estigma, avisar a alguien o llamar a una línea telefónica de ayuda.  Pero, sin negar su importancia en una estrategia integral, hacer solo esto es como abrir las puertas en un edificio vacío. El mensaje es que la ayuda está ahí, a la espera de ser buscada. Pero no es tan fácil. La buena atención de problemas y trastornos mentales es difícil de encontrar, difícil de obtener y difícil de pagar. La atención hospitalaria está reservada para los casos más extremos, e incluso para ellos, no hay suficientes camas. Nada logrará toda la conciencia del mundo hasta que haya servicios y por ende presupuesto (recursos económicos) para la atención de las personas cuando requieran atención para sus problemas y trastornos mentales. Finalmente, pero lo más importante, se debe abordar las causas profundas de los problemas y trastornos mentales en el país: la pobreza, la falta de vivienda, la exposición a la violencia, el crimen y al alcohol y drogas. Si ignoramos todo esto y seguimos contando la historia de que hay una solución simple a la mano, las familias de las personas con problemas y trastornos mentales se seguirán culpando y preguntando qué hicieron mal. * Grupo de Investigación Nuevas Perspectivas en Salud Mental