Arnoldo Kraus Weisman ha hecho de la muerte algo tan natural como la vida. Es médico, experto en bioética, profesor de la Facultad de Medicina de la Unam y un mexicano que lleva años cuestionándose qué lleva a otros a abrazar la muerte antes de tiempo.
Esas reflexiones las ha plasmado en varios libros mientras recorre el mundo compartiendo sus hallazgos. Justamente, este año llegará al Hay Festival de Cartagena, donde hablará sobre eutanasia y suicidio asistido, temas que, dice, “merecen discutirse públicamente”.
Dicha charla, desde ya, se cree que será una de las más polémicas de esta edición. La cita es el viernes 26 de enero, a las doce del día, en el Centro de Formación de la Cooperación Española.
Para Kraus será una oportunidad para reflexionar sobre conceptos como “dignidad, autonomía, pacientes terminales, fanatismos religiosos, límites de la vida y de la medicina, biotecnología utilizada en forma adecuada o no. Términos cuya esencia exige reflexión tanto del individuo como de la sociedad y del Estado”.
Hijo de una familia judía que perdió en los campos de concentración una decena de hermanos, este médico de 71 años se presenta como un “ateo profesional”. Por eso, “cuando dicen que solo Dios tiene derecho a dar y quitar la vida, me vomito”, dice sin ruborizarse.
Su religión, en cambio, es la libertad. La que permite, por ejemplo, que alguien decida dejar de vivir por el puro gusto de querer o necesitar hacerlo.
Es que los tiempos que corren, explica, no son fáciles. “El mundo está absolutamente enfermo, el mundo y la sociedad. Los modelos que conocemos han fracasado. Más de la mitad de la población vive en extrema pobreza. Y no es que la sociedad te orille a suicidarte, pero la sociedad contemporánea es poco amigable, poco presente en cuanto a abrazar a las personas. Con el covid-19, los suicidios se han disparado porque se incrementaron la soledad, las deudas económicas, la incertidumbre del futuro. No diré que la sociedad te invita a suicidarte, pero una sociedad tan enferma desatiende a su gente, no le ofrece lo que necesita”, asegura Kraus.
Todo esto sucede mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que el suicidio es una de las cinco causas de mortalidad y la segunda entre personas jóvenes, con 800.000 muertes cada año en el planeta.
A Kraus las cifras no lo sorprenden. Y asegura que “la muerte es un fenómeno universal. En Occidente, por la mala influencia de las religiones judeocristianas, miles tienden a alejar este tema, en especial, de los niños, y eso no está bien porque parecería como si la muerte fuera un fenómeno anormal”.
Autor de títulos como Decir adiós, decirse adiós; Una lectura de la vida; Dolor de uno, dolor de todos; La morada infinita. Entender la vida, pensar la muerte; Recordar a los difuntos; Cuando la muerte se aproxima; Una receta para no morir. Cartas a un joven médico y Suicidio, Kraus llega a Colombia con una nueva publicación en la que esta vez les habla de la muerte a los más niños.
Se llama Adiós, Glinka, páginas en las que aborda el duelo a partir de la historia de una familia que pierde a una mascota. Él tenía sus motivos. Para el autor, resulta curioso que, generaciones atrás, a los niños les era más fácil entender el proceso de la muerte, pues convivían con los viejos en sus casas, con sus abuelos y con sus bisabuelos. “Y la gente moría en la casa. Los niños se acostumbraban a ver morir a sus viejos y los acompañaban, estaban con ellos, hacían del suceso de la muerte algo normal; por eso, lo comprendían mejor. Ahora la gente muere en los hospitales y a los niños se les margina de ese dolor, como si morir fuera algo anormal”, señala Kraus.
No querer vivir más
Con esa misma naturalidad, el médico mexicano habla del suicidio asistido, un tema que lleva años capoteando en medio de la polémica. “Cada quien es dueño de su vida, y la decisión más complicada es la de quitarla. Hay quien dice que es un acto de cobardía, hay quien dice que es un acto de valentía. Lo cierto es que se trata de un problema real y cotidiano. La parte moral y filosófica es inagotable, tendríamos que dividir a la población entre librepensadores y personas con raigambre religiosa”, asegura.
Incluso lo considera un derecho: “Tenemos que quitarnos la idea de que solo Dios tiene derechos ante eso. Habría que modificar nuestras ideas, sobre todo en cuanto al derecho a la eutanasia y el suicidio asistido, porque muchas veces los médicos prolongamos la muerte, no prolongamos la vida. Hay un balance entre los límites de la vida y de la medicina, no hay que extender mucho los límites de la vida cuando los límites de la medicina ya tocaron fondo, no hay que prolongar vidas que ya no tienen sentido”.
En ese sentido, según Kraus, hay que permitir que la persona se exprese sobre su propio deseo de morir o de vivir. “He conversado con gente que intentó suicidarse y la salvaron. Creo que no tenemos derecho de interrumpir un suicidio. A quien intenta quitarse la vida por un problema agudo momentáneo se le puede ayudar, orillarlo a pensar de otra forma. En ese caso, sí vale la pena intentar que reconsidere su decisión. Sin embargo, hay quien lo viene fraguando durante mucho tiempo. Hay quien intenta varias veces y fracasa, pero cuando finalmente lo logra la familia no lo condena. Al contrario, se dan cuenta de que tanto ellos como el suicida van a descansar”.
Kraus explica que en Estados Unidos se practica el suicidio asistido, lo mismo en Austria, pero son pocos los países que han decidido dar esa discusión. En México no existe. Por eso, “al que está muy enfermo no le es fácil morir, es terrible, lo digo como persona primero y como médico después”.
En Colombia, la Corte Constitucional legalizó el suicidio médicamente asistido en mayo de 2022. Una sentencia del tribunal equiparó esta práctica con la eutanasia y la despenalizó, lo que abrió la puerta a un nuevo mecanismo para que los colombianos ejerzan su derecho a morir.
La sentencia llegó justo cuando se cumplían 25 años de la despenalización de la eutanasia en Colombia, en 1997. Hoy ambos mecanismos son reconocidos en el país como parte del derecho fundamental a morir de manera digna.
Kraus lo celebra. Y defiende la idea de que “tener derecho a decidir cómo morir es un acto de inmensa libertad e inmensa dignidad”. Para él, lejos de las consideraciones religiosas y morales, “la eutanasia puede llegar a ser en el fondo un gran acto de amor”.
“El problema de la muerte no es del que se fue, sino de quienes estamos vivos. No es un acto egoísta. Cuando se amó a una persona y ella siente que ha cumplido su vida, y eso se precipita o se adelanta por procesos terminales, ya sea por cáncer, enfermedades pulmonares graves o alguna otra, tiene derecho a pedir que se le acompañe. Acompañar a morir es un privilegio, es un acto de amor despedirse de la persona que se quiere y permitirle que se vaya cuando todavía tiene alguna capacidad de gozar la vida, de estar con la gente, e irse con la frente en alto”, cree Kraus.
Y propone un ejercicio que para algunos puede sonar aterrador, pero Kraus, claro, lo ve con normalidad: “Cada persona, una vez al mes, a partir de cierta edad debería escribir su obituario para dejar una herencia de qué es lo que vio, lo que le sucedió. Es una idea un poco loca cargarte de tu propia muerte, pero hay que aprender que es un fenómeno natural que nos humaniza”.